lunes, 6 de enero de 2014

Los Reyes Magos y la Estrella de Belén

En este día de celebración de la Epifanía del Señor queremos investigar un poco más a fondo sobre los Reyes Magos. Éstos son el paradigma del investigador que se ve interpelado de un modo personal en la búsqueda de la verdad, y emprende un camino que le lleva a encontrarse con Dios mismo. Así los presenta Michele Crudele, en el artículo La estrella de Belén, publicado en la revista Scienza e fede. Crudele aporta además interesantes conjeturas sobre el fenómeno celeste que observaron los magos de Oriente. Éste es un extracto:

Las posiciones en el ambiente astronómico y científico en relación a la estrella de Belén no son ciertamente unívocas. La que parece más adecuada es la hipótesis de la conjunción planetaria. Cuando dos o tres objetos celestes, estrellas o planetas, aparecen angularmente muy cercanos entre sí, se dice que hacen una conjunción. Aunque estén muy lejanos entre sí, el ángulo y la perspectiva pueden hacer que se fundan en un único objeto visible. Así, esta coincidencia produce un gran aumento de su luminosidad. 

En 1603, Kepler asistió antes de Navidad a una conjunción entre Júpiter y Saturno. Calculó que, en el año 7 a.C., sucedió una conjunción semejante, pero con unas características aún más interesantes: en ese año, la conjunción se repitió tres veces: desde mayo hasta diciembre, los planetas se acercaron y alejaron entre sí tres veces. Esto científicamente es posible, aunque es una coincidencia muy rara. Al año siguiente, Kepler observó cómo se producía de nuevo una conjunción, esta vez triple: entre Júpiter, Saturno y Marte. No se llegaban a fundir en perspectiva, pero producían un efecto maravilloso.
Entre las posibles asociaciones con los fenómenos astronómicos, ésta es la que tiene más consenso en el ámbito científico: la de la triple conjunción entre Júpiter, Saturno y Marte. Sus características de fenómeno raro, la concordancia con la fecha más probable de la muerte de Herodes, y su mitología hacen que sea la opción preferida.

Esta mitología a la que nos referimos es la helenista. En la Grecia antigua, Saturno (Krónos) era sustituido por Júpiter (Zeus), su hijo, como jefe de todas las divinidades, ofreciendo así un cierto paralelismo con la espera de un hijo de Dios. Es muy posible que los Reyes Magos, sabios, conocedores del firmamento y de las distintas mitologías, vieran en esta coincidencia la señal que les impulsó a hacer el viaje en busca del Hijo de Dios.

La ciencia: búsqueda de Dios

En el horizonte de la relación entre ciencia y fe, se podría decir que el episodio de los Magos es uno de los paradigmas más singulares: la relación entre la observación científica y la dinámica de la fe. De acuerdo con otros pasajes de la Biblia, se nos presenta un itinerario que, partiendo de la observación de lo creado -el cielo, en particular-, es capaz de conducir al encuentro con Dios. La singularidad de este itinerario es que no se agota en una dimensión estética, sino que parece implicar un cierto aspecto profesional, en relación con la aplicación de conocimientos y predicciones.

El investigador, por decirlo de alguna manera, se ve interpelado de un modo personal, hasta el punto de estar dispuesto a tomar un camino que le permita adquirir una cierta perspectiva, tal vez una trascendencia, respecto a aquello que conoce desde su puesto de observación. El investigador debe asumir la responsabilidad y el coraje de una verificación que le implica en primera persona, de una prueba que le lleva a experimentar la alegría de haber encontrado aquello que buscaba.

En este contexto, se puede releer una de las interpretaciones espirituales más arraigadas en la tradición cristiana, la que asocia la estrella de Belén con la luz de la vocación que cada ser humano recibe, como una llamada divina a ir al encuentro de Dios acercándose al misterio del Verbo encarnado, el cumplimiento y plenitud de la Revelación.

El reconocimiento de la vocación, la guía de una luz que a veces desaparece, los sentimientos de asombro, de esperanza y de alegría... son, en el fondo, la metáfora de toda vida cristiana como búsqueda y encuentro con Dios.

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