La vida pide a los padres hacer un sacrificio más por sus hijos cuando estos deciden casarse y tener hijos: dar un paso atrás y mantenerse en un segundo plano es la mejor actitud para garantizar la felicidad de la nueva familia.
Por Juan Luis Vázquez Díaz-Mayordomo
Abuelo-y-familia
Inmaculada y Alfredo pasaron de ser padres a ser suegros hace once años, cuando se casó la primera de sus hijas. Poco a poco se fueron casando el resto de sus cuatro hijos y a estas alturas están esperando ya su decimotercer nieto. Esta transición en su biografía la han vivido como “un cambio vertiginoso y muy exigente físicamente”, dicen entre risas, “pero al mismo tiempo no nos podíamos esperar una alegría tan grande a estas alturas de la vida”.
Para ambos, tantos cambios en los últimos años han precisado un aprendizaje muy rápido: “Empezar a ser abuelos ha sido fácil, pero a ser suegros hemos tenido que ir aprendiendo poco a poco. Según se iban presentando las ocasiones, hemos tenido que decirnos: ‘Ojo, que esto no nos corresponde, cuidado que este no es nuestro terreno…’”.

Ganarse a los nuevos
A partir de la boda, cuando la novia de tu hijo pasa a ser tu nuera, o cuando el novio de tu hija pasa a ser tu yerno, la relación ha de conducirse “con mucho esmero, porque tienes que ganarte al que entra en la familia”. Por este motivo, Inmaculada se ha convertido en una experta en los platos preferidos de sus “nuevos hijos, por darles gusto y tener detalles con ellos para que se sientan bien”, y en esto ha tomado como modelo el trato que le dispensaban sus propios suegros, “recordando si algo me gustaba o no, para repetirlo o no con mis yernos o con mi nuera”.
Además, ambos han cuidado la relación con los consuegros, con los que quedan de vez en cuando para comer, además de verse en los cumpleaños de los nietos, entablando una amistad que hace mucho bien a hijos y nietos.

Una familia distinta
Inmaculada y Alfredo tienen claro que, tras la boda, el ascendiente sobre los hijos adquiere otro tono:  “Cuando un hijo se casa, tú pasas a ser un familiar muy cercano, pero ellos han creado una nueva familia con su cónyuge y con sus hijos. Tendrán que tomar sus propias decisiones. Puedes ayudar en todo lo que te pidan, sí, pero no interferir.  Y si hay algo que tú no ves claro, puedes decírselo a tu hijo o a tu hija como un consejo, sin imponer nada.  Tienes que estar ahí, pero en un segundo plano”, resuelve Alfredo.
Y aquí Inmaculada apostilla entre risas que cuando hay alguna decisión de sus hijos que no les acaba de convencer, “nos lo decimos el uno al otro, y así nos quedamos a gusto”. Eso sí, a la hora de ayudarlos, ambos coinciden en que “tienes que estar disponible, pero de manera racional, porque los abuelos no somos los sustitutos de los padres”.

Evita roces
Mari Carmen y Robert verán casado a finales de año al tercero de sus hijos, y ya tienen cuatro nietas. Ambos son presidentes europeos del Movimiento Familiar Cristiano y autores del libro La vocación de abuelos (Editorial CCS, 2015). Gracias a su experiencia y formación, han vivido el paso de padres a abuelos de manera “muy gratificante”, a pesar de que “siempre cuesta que tus hijos salgan de casa”.
En este sentido, ambos han conformado una nueva relación con sus hijos, basada en el apoyo y la ayuda, pero tienen especial cuidado en “evitar cualquier roce con nuestras nueras. No podemos permitirnos cualquier cosa que empañe la relación con sus maridos, ni meter a nuestros hijos entremedias de una mala relación”.
Aunque cada carácter es diferente y, “lógicamente, te llevas mejor con unas personas que con otras”, Mari Carmen y Robert están convencidos de que “lo mejor que le puedes ofrecer a tu hijo en esta etapa de la vida es llevarte bien con su mujer”. Eso lo han aprendido de su propio bagaje vital, como explica Robert: “Mi padre me dio un consejo cuando me casé: ‘Llévate bien con tu familia política’. Son consejos que nos hemos ido pasado de generación en generación”. Al final eso se traduce en cuidar a tus suegros, a tu nuera o a tu yerno “con el mismo amor y compromiso con el que tratas a tu propia familia. Ofrecerles el mismo respeto y un trato exquisito es, a fin de cuentas, lo mejor que puedes hacer por ellos”.
Robert y Mari Carmen les unió su amor entre ellos y también su amor por el matrimonio y la familia, temas sobre los que han escrito varios libros. Viven en Pamplona y son presidentes de la Confederación Internacional de Movimientos Familiares Cristianos, desde 2010. Tienen tres hijos y cuatro nietas, y quieren que les recuerden “por cómo hemos vivido para ellos”.
Inmaculada y Alfredo son también miembros del Movimiento Familiar Cristiano y desarrollan desde hace años una infatigable labor en defensa del matrimonio y la familia en Madrid. Del contacto con cientos de matrimonios durante estos años concluyen que, “sobre todo, lo que más une a un matrimonio es el diálogo, que hablen mucho entre ellos”.
Los abuelos no son unos “segundos padres”
“Los primeros que tienen que estar presentes en casa son los padres, pero la familia no se reduce a ellos. Los abuelos son muy necesarios”, dicen Alfredo e Inmaculada, y expli­can que los abuelos ayudan a los nietos a saber quiénes son: “Ellos son las raíces. Gracias a ellos, los niños ven fotos de sus padres cuando tenían su edad, conocen la familia de donde vienen, saben a quién se parecen…, y eso conforma su identidad”. Inmaculada precisa que el papel de la abuela y del abuelo son distintos, porque ella “es el cariño”, y él encandila a los nietos “con las historias que cuenta”. Ambos tienen claro que los abuelos “no son unos ‘segundos padres’”, y que “es preciso delimitar las fronteras de lo que debe hacer cada uno”. Así, los padres deben saber “que tú estás ahí para echar una mano con los nietos cuando haga falta, pero nada más, porque si no, estaríamos metiéndonos en la relación de los nietos con sus padres y los niños se confundirían”.