No podría describir la cantidad de sensaciones que experimenté a lo largo del viaje: cómo transmitir lo que se puede experimentar cuando entras en el Santo Sepulcro, cuando estás en el Huerto de los Olivos y rezas cerquita, cerquita de aquel olivo, que creen que es de los mas antiguos y te preguntas ¿habrá estado EL aquí, justo aquí?, es lo mismo que te preguntas cuando paseeas por las orillas del lago Tiberiades, al lado del monte de las Bienaventuranzas; y algo sin duda maravilloso, a pesar de las dificultades y de las penurias, fue ver la sonrisa del Papa ( si ampliaís la foto podreís verla claramente) cuando levantó la vista y nos vio alli, a tantos jóvenes sufriendo el tremendo calor, las pulgas... Es evidente que no se puede describir, lo único que puedo decir es DAYENU, DAYENU, DAYENU....
De Ángeles Arias Hidalgo, Parroquia Santa Catalina Labouré
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