jueves, 13 de agosto de 2009

Convivir antes de casarse y más frecuencia de separación.


Vivir juntos no es igual que casarse. Muchos famosos, frecuentes protagonistas de las portadas de revistas del corazón transmiten una imagen idílica de la unión sentimental sin compromiso en el matrimonio. Dicen que estarán juntos porque se quieren y que el día que no sea así, se habrá terminado, lo que puede hacer entender que quienes se comprometen de por vida en el matrimonio han perdido la libertad y tienen que soportar su estado por obligación. Además hacen cosas buenas, como adoptar niños, -como Brad Pitt y Angelina Jolie-, o tenerlos -como Julio Iglesias y Miranda-.
Son modelos que calan hondo en la sociedad: “Lo que hacen las personas que se considera ‘de éxito’ influye mucho, marca tendencia. Lo políticamente correcto es lo que hace la gente con dinero, que sale en televisión”, según el experto en orientación familiar José María Contreras. “Hay que convencerse de que ir a contracorriente no es ser raro. Pero esa presión es muy fuerte. Lo que se ve en las revistas puede parecer lo normal. Pero hay que distinguir entre lo normal (lo que se atiene una norma) y lo frecuente (lo que se hace muchas veces). Aunque todo el mundo tuviera 38 de fiebre, tener 38 de fiebre, sería frecuente, pero no es lo normal. De todos modos, tampoco es lo más frecuente, más del 50% no son parejas de hecho, pero sí es lo que suele ser noticia”, apunta a ALBAdigital.
El ‘valor añadido’ del matrimonio
Sin embargo, hagan lo que hagan los famosos, el matrimonio, como compromiso y entrega vital, aporta una estabilidad que supone un gran ‘valor añadido’. Esa entrega por amor en el mutuo compromiso afianza la unión, según Sara Pérez Tomé, asesora de comunicación matrimonial y familiar del gabinete de orientación Sophya. “Si no, ante los problemas, la rutina del tiempo y el afán de dominio, se endurece el corazón y el mero hecho de convivir ya no compensa. Es verdad que los papeles no significan nada si uno no quiere, pero si para ti los papeles son tu compromiso y entrega de tu biografía a otra persona y con el deseo de ayudar al otro a desarrollarse personalmente, no dejan de ser no solo algo valioso, sino incluso una garantía de que tu compromiso es serio“.
Contreras, señala además que la convivencia previa al matrimonio es como una especie de “período de prueba que, si no se pasa, deja en la persona una dura sensación de no haberla pasado, no ya como trabajador, por ejemplo, sino como persona, como mujer, como hombre”. Además, esa necesidad de ponerse a prueba hace que la unión sea más frágil que cuando la entrega es total y ese debilitamiento desde la raíz, luego pasa factura. Contreras alude a un estudio realizado en Canadá que así lo confirma. El trabajo, titulado ‘Cohabitation and Marriage: How Are They Related?’, publicado por el Instituto Vanier de la Familia (Otawa), en 2005, ponía de relieve que la cohabitación previa al matrimonio provoca índices más altos de divorcio. Según la Encuesta Social General Canadiense, en el grupo de edad de entre 20 y 30 años, el 63% de las mujeres cuya primera relación había sido de cohabitación se había separado en 1995, en comparación con el 33% de las mujeres que se casaron en su primera relación.
Puerta abierta a la ruptura
Esto llamó la atención a los psicólogos y se pusieron a pensar por qué podría ser, explica Contreras. “Concluyeron que cuando se vive en pareja, se va ‘a ver si esto funciona’. Pero habría que ver qué es funcionar. Porque un matrimonio también pasa por situaciones difíciles que luego se solucionan y sigue adelante. En segundo lugar, los psicólogos dijeron que era porque estaban focalizados en lo negativo. Es decir que uno va fijándose continuamente en ‘los ruidos del coche’. La relación de pareja está focalizada en el ruido, y ruido hay por todos lados… Así, cuando llega la rutina, etc, dices: ‘Esto no funciona’. Sin embargo, cuando se casan están focalizados en lo que une, en tirar para adelante, etc”.
Patrick Schneider, especialista en geriatría y salud pública de la Universidad de Harvard, recopiló una serie de datos (en www.newoxfordreview.org), especialmente referidos a EEUU aunque muy aplicables a otros países de Occidente, en los que se recogen los efectos socialmente negativos de la cohabitación. La estadística sobre la cohabitación, publicada en catholic.net, es clara: cohabitar produce más riesgo de rupturas, más inestabilidad, pobreza, violencia y fracaso escolar.

Fuente: Albadigital.es

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