En la lucha entre Dreamworks y Disney-Pixar, los dos gigantes de la animación norteamericana, el gran vencedor es el espectador, que asiste con cada estreno de estas grandes compañías a un espectáculo sin igual, con aventuras animadas para el deleite de grandes y pequeños.
Se ha estrenado en cines Ponyo en el acantilado, la última obra maestra del genio de la animación japonesa, Hayao Miyazaki, inspirada vagamente en el cuento de Hans Christian Andersen La sirenita, que Miyazaki leyó con nueve años. De nuevo, de las páginas de los libros surge la inspiración para la animación (este apunte me sirve para animar a los adultos a introducir a los más pequeños en la lectura).
El punto de partida de La sirenita tiene, en esta ocasión, como protagonista a Ponyo, un pececillo hembra de color rojo que decide ser humana después de ser rescatada por un niño de cinco años, llamado Sosuke, que vive en una casa en lo alto de un acantilado. Este comienzo es sólo un apunte para una historia hermosa en la que el director va a mostrar al espectador la sencilla y bella vida de Sosuke junto a una madre trabajadora, dedicada, incansable y muy cariñosa, centrando así la película en el tema familiar.
Todas las películas de Miyazaki tienen una narración con muchos saltos, escenarios en diferentes lugares y personajes que surgen de forma imprevisible. Un mundo riquísimo en colores, sonidos y sensaciones surgidas del imaginario de Miyazaki y pintadas a mano por él, en un trabajo en unión con otros grandes talentos, como el compositor Joe Hisaishi. El resultado es magnífico, lleno de simbolismo: un precioso juicio sobre la amistad y la familia, y un maravilloso mensaje sobre el amor a la naturaleza.
El fenómeno de Ponyo es algo sin igual, llegando a recaudar más de 10 millones de yenes en Japón y conquistar a la crítica del festival de Venecia, donde se presentó a nivel europeo. Hayao Miyazaki es el nombre que hay que tener en la cabeza cuando se habla de animación, considerado por John Lasseter, uno de los jefazos de Pixar, como una de sus inspiraciones más importantes. Tiene 68 años y, aunque ahora es director, ha pasado la mayor parte de su vida como animador o intercalador de grandes películas y series de animación. Es ganador del Oscar con su anterior película, El viaje de Chihiro, y cuenta con el reconocimiento internacional por obras como La princesa Mononuke; o El castillo ambulante, sus otros largometrajes. Y, tanto estas películas como series como Conan, el niño del futuro; Sherlock Holmes (protagonizada por perros); o Lupin, una historia de ladrones..., uno intuye que, si no viésemos algo de Miyazaki, algo seguro nos perderíamos, porque nuestra sensibilidad no es la misma después de ver sus trabajos. Y si no me creen, hagan la prueba con Ponyo en el acantilado.
Teresa Ekobo
Se ha estrenado en cines Ponyo en el acantilado, la última obra maestra del genio de la animación japonesa, Hayao Miyazaki, inspirada vagamente en el cuento de Hans Christian Andersen La sirenita, que Miyazaki leyó con nueve años. De nuevo, de las páginas de los libros surge la inspiración para la animación (este apunte me sirve para animar a los adultos a introducir a los más pequeños en la lectura).
El punto de partida de La sirenita tiene, en esta ocasión, como protagonista a Ponyo, un pececillo hembra de color rojo que decide ser humana después de ser rescatada por un niño de cinco años, llamado Sosuke, que vive en una casa en lo alto de un acantilado. Este comienzo es sólo un apunte para una historia hermosa en la que el director va a mostrar al espectador la sencilla y bella vida de Sosuke junto a una madre trabajadora, dedicada, incansable y muy cariñosa, centrando así la película en el tema familiar.
Todas las películas de Miyazaki tienen una narración con muchos saltos, escenarios en diferentes lugares y personajes que surgen de forma imprevisible. Un mundo riquísimo en colores, sonidos y sensaciones surgidas del imaginario de Miyazaki y pintadas a mano por él, en un trabajo en unión con otros grandes talentos, como el compositor Joe Hisaishi. El resultado es magnífico, lleno de simbolismo: un precioso juicio sobre la amistad y la familia, y un maravilloso mensaje sobre el amor a la naturaleza.
El fenómeno de Ponyo es algo sin igual, llegando a recaudar más de 10 millones de yenes en Japón y conquistar a la crítica del festival de Venecia, donde se presentó a nivel europeo. Hayao Miyazaki es el nombre que hay que tener en la cabeza cuando se habla de animación, considerado por John Lasseter, uno de los jefazos de Pixar, como una de sus inspiraciones más importantes. Tiene 68 años y, aunque ahora es director, ha pasado la mayor parte de su vida como animador o intercalador de grandes películas y series de animación. Es ganador del Oscar con su anterior película, El viaje de Chihiro, y cuenta con el reconocimiento internacional por obras como La princesa Mononuke; o El castillo ambulante, sus otros largometrajes. Y, tanto estas películas como series como Conan, el niño del futuro; Sherlock Holmes (protagonizada por perros); o Lupin, una historia de ladrones..., uno intuye que, si no viésemos algo de Miyazaki, algo seguro nos perderíamos, porque nuestra sensibilidad no es la misma después de ver sus trabajos. Y si no me creen, hagan la prueba con Ponyo en el acantilado.
Teresa Ekobo
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