martes, 10 de septiembre de 2013

Anecdotas de la JMJ de Rio 2013

«Dios deshace tus planes, y construye algo mejor»
Los peregrinos que acudieron a la JMJ de Río de Janeiro volvieron a casa no sólo con el recuerdo de sus encuentros con el Papa, sino con la mochila llena de las anécdotas vividas durante la Jornada y la Semana Misionera. Ha sido una peregrinación llena de vicisitudes, como alojarse en una favela, o el robo de un autobús. Al final, también estas experiencias, incluso las negativas, les han ayudado a sacar todo el partido posible a estos días
alfayomega.es

El padre Fernando con niños brasileños
La llegada a Campo Limpo fue impactante. Esta humilde periferia de Sao Paulo, famosa hace 20 años por su peligrosidad, acogió durante la Semana Misionera a los 120 jóvenes que peregrinaban hacia la JMJ de Río con la Conferencia Episcopal Española. «Al llegar con el autobús, nos pusimos muy nerviosos por el aspecto que tenía todo -recuerda Coro, una joven de Toledo-. A unas chicas las reubicaron al día siguiente, porque su familia no tenían ni luz ni agua. Mi casa tenía el tejado de uralita, pero no estaba mal».
En Brasil, «también hay barrios riquísimos, con mucha seguridad, pero no fue en ellos donde nos acogieron, sino en éstos. Eso nos ha hecho reflexionar», explica monseñor José Ignacio Munilla, obispo de San Sebastián y co-responsable de Juventud, de la Conferencia Episcopal, que acompañó a estos jóvenes. «Los pobres nos evangelizan, te conmueve la manera que tienen de vivir el Evangelio. Lo dieron todo para nosotros: comida mejor de la que generalmente comen, y su mejor cama». Recuerda a un chico emocionado porque la familia que lo acogió dormía en el suelo, y habían pedido un crédito para comprar un colchón para él; y las mujeres que acogieron a Coro y otra chica les dejaron su cama, y -descubrieron luego las jóvenes- durmieron en el suelo de un cuartito. «Por muy pobres que fueran, siempre tenían una cucharada de arroz para compartir, como nos dijo el párroco cuando nos envió casa por casa pidiendo comida para un centro de jóvenes», explica el padre Fernando Alcázar, de Cáceres. Esta felicidad en la pobreza «es lo que más ha tocado el corazón de los jóvenes».
Un autobús robado, otro que pinchó...

Con la bandera española al cuello, Coro con un grupo
de jóvenes españoles, en Campo Limpo
Moverse tampoco resultaba fácil. El caos circulatorio de la ciudad hizo que, un día que visitaron el centro, tardaran en volver cuatro horas. Les dio tiempo a cantar, rezar, y hasta a hacer concursos. Incluso dentro de la misma zona, el grupo con el que estaba monseñor Munilla no pudo unirse a las actividades del resto, debido a la distancia. Pero también ese contratiempo «fue una gracia -asegura-, porque nos llevó a vivir la vida de aquella favela con intensidad. Estuvimos en casa de una mujer a la que habían matado a dos hijos, rezamos el Rosario con ella, y luego tuvimos una fiesta. También jugamos la revancha de la Copa Confederaciones, aunque volvimos a perder, y eso que los chavales de Brasil jugaban sólo con una zapatilla, y yo era el árbitro».
Entre tanto percance, capítulo aparte fueron los robos: sacos de dormir en Copacabana, maletas... e incluso todo un autobús, el que debía de llevar a este grupo de Sao Paulo a Río de Janeiro. Cuando fueron a cogerlo, había desaparecido. «Tuvimos que esperar dos horas hasta que mandaron otro, y a éste se le pinchó» una rueda, cuenta el padre Fernando. Se lo tomaron con humor, y hasta escribieron un rap sobre esta aventura. Coro reconoce que «todo esto nos ayudó a prepararnos» para los actos centrales.
Para monseñor Munilla, es muy «importante estar con los jóvenes, porque ves la Jornada desde sus anécdotas diarias. Habíamos ido a Río pensando en visitar una ciudad emblemática y, en cambio, nos encontramos con unas circunstancias difíciles. Se nos han roto los esquemas por todos lados, y uno se da cuenta de que el Señor nos está purificando la intención con la que veníamos, y nos quiere hacer cristianos más austeros, que abracen la cruz. La mística de la peregrinación incluye los contratiempos, las dificultades, el dormir mal, el estar mojado. Es la misma experiencia que en Cuatro Vientos: Dios, primero, deshace tus planes, y lo que Él construye luego es mejor».
María Martínez López

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