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El amor entre Nuria y Óscar, tras casi 30 años de matrimonio, no se ha quedado encerrado entre las paredes de su casa. En los últimos diez años, han abierto las puertas de su hogar a once niños en situación de acogida, que se unen a sus dos hijos biológicos. «Ser familia de acogida es muy bonito», explican
¿Cómo empezasteis a acoger niños en vuestra casa?Óscar: Surgió de manera espontánea. Por su trabajo de entonces, Nuria conoció a una niña que tenía algunas carencias. Habló con su madre y a raíz de ahí empezó a venir a nuestra casa por las tardes, para hacer las tareas, merendar… Al poco ampliamos ese contacto con la niña y con un hermano suyo, siempre con el consentimiento de su madre, que estaba encantada. Fue una acogida espontánea, que nos permitió conocer este mundo del acogimiento familiar. En 2008 hicimos un curso de familia de acogida con la Cruz Roja, y desde entonces han pasado por nuestra casa nueve niños más; el más pequeño con 10 meses, y el mayor con 11 años. Ahora mismo tenemos acogidas en nuestra casa a dos niñas.
Nuria: Nosotros no fuimos en plan de salvar el mundo. Simplemente surgió así. Todo niño necesita una familia, lo ideal es que estén con sus padres pero, si por un tiempo no los pueden cuidar, ahí estamos nosotros.
¿De qué situaciones suelen venir estos niños?O: Casi siempre hay detrás una familia desestructurada, padres separados y con otros problemas también. Los problemas típicos de esta época.
¿Y qué les dais vosotros?N: Sobre todo, una familia, sentirse miembros de una familia que los acoge y los quiere. Intentamos que se sientan uno más entre nosotros.
O: Nosotros les abrimos nuestra casa y nos abrimos como familia y como personas. Fundamentalmente, lo que les damos es cariño.
N: Aquí se sienten seguros y aprenden a quererse a sí mismos y a querer a los demás, porque alguno viene pensando que la situación en su familia de origen es por culpa suya. Nosotros les damos un amor incondicional: pase lo que pase, los queremos y estamos ahí con ellos.
Me imagino que ellos también os darán mucho a vosotros…N: Claro, ellos nos dan todo su cariño, su naturalidad, todo lo que tienen los niños. Son la alegría de nuestra casa. Al principio hay que adaptarse, porque el niño a veces llega desconfiado e inseguro, no sabe dónde va, pero en la primera semana ya se supera todo muy rápido. Son niños normales: hay veces que te los comerías ¡y otras que no! (risas) Y son muy agradecidos, lo poco que les das lo agradecen muchísimo.
¿Luego no duele cuando tenéis que despediros?O: El acogimiento siempre es algo temporal. Vienen por un motivo muy concreto y sabemos que se van a ir cuando se solucionen sus problemas o cuando se encuentre una solución mejor para ellos. Siempre se busca lo mejor para el niño. Suelen volver con sus padres, que siempre serán sus padres y lo mejor para ellos.
N: Si no les coges cariño es que no lo estás haciendo bien. Pero por encima de este sufrimiento ves la evolución de los niños. ¡Y enseguida nos ofrecemos por si hay otro niño que nos necesita!
O: Después mantenemos el contacto, y la relación es muy buena.
¿Cómo han vivido vuestros hijos biológicos estos años?N: De maravilla. Cuando empezamos a acoger niños, ellos eran ya adolescentes y estaban en esa edad un poco tonta. Empezaron a darse cuenta de que había niños que no tenían su misma suerte, y eso les ayudó a valorar lo que tienen, la familia que tienen. Siempre se han dado y han dado a sus hermanos todo lo que han podido. Se han encontrado en su cuarto las muñecas y los juguetes de otros niños, pero siempre lo han vivido con alegría, echando una mano.
A vosotros, como matrimonio, ¿esto os ha unido o distanciado?N: Nos ha unido todavía más. Hemos renunciado a cosas de las que antes hacíamos; optas por una cosa y renuncias a otras, pero siempre compensa. Gracias a esto nos llevamos mejor, luchamos por lo mismo.
O: Hemos ido a una desde el principio.
N: Está siendo una experiencia muy enriquecedora para nosotros.
Juan Luis Vázquez Díaz-Mayordomo
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