Me llamo Beatriz, tengo 21 años y esta es la primera vez que participo en el Camino de Santiago con la Delegación Episcopal de Infancia y Juventud del Arzobispado de Madrid.
Si bien siempre dicen que hay algunas cosas que se tienen que hacer una vez en la vida, el Camino de Santiago es una de ellas. Por eso y por la curiosidad y halo de misterio que tiene decidí hacerlo.
El intentar comprender que se puede convivir con cerca de 2200 personas durante quince días, aprender también a vivir con lo imprescindible - sin ningún tipo de lujo o exceso -, fueron algunos de los alicientes que también me hicieron tomar esta decisión.
Después de un año repleto de prisas y trabajo… la posibilidad de compartir esta experiencia y parar el tiempo para conocerse a una misma han sido los ingredientes que dan sabor a esta peregrinación.
A pesar de la dureza del Camino, de las dificultades y contratiempos siempre queda ese momento de charla con un perfecto desconocido para compartir largos kilómetros y para olvidar por un momento el dolor de la ampollas.
Un recorrido, el que he realizado, que también me ayuda a ver que la espiritualidad está latente en muchos jóvenes de hoy en día y que me ayuda a seguir adelante con más fuerza.
Como nota curiosa sí recuerdo el momento de levantar la tienda de campaña con ayuda de otras cuatro amigas. Hasta ¡tres veces tuvimos que montarla para conseguir que nos diera cobijo! Una auténtica odisea para aquellos que tenemos esta primera experiencia.
Un Camino, sin duda, para recordar durante toda una vida.
Si bien siempre dicen que hay algunas cosas que se tienen que hacer una vez en la vida, el Camino de Santiago es una de ellas. Por eso y por la curiosidad y halo de misterio que tiene decidí hacerlo.
El intentar comprender que se puede convivir con cerca de 2200 personas durante quince días, aprender también a vivir con lo imprescindible - sin ningún tipo de lujo o exceso -, fueron algunos de los alicientes que también me hicieron tomar esta decisión.
Después de un año repleto de prisas y trabajo… la posibilidad de compartir esta experiencia y parar el tiempo para conocerse a una misma han sido los ingredientes que dan sabor a esta peregrinación.
A pesar de la dureza del Camino, de las dificultades y contratiempos siempre queda ese momento de charla con un perfecto desconocido para compartir largos kilómetros y para olvidar por un momento el dolor de la ampollas.
Un recorrido, el que he realizado, que también me ayuda a ver que la espiritualidad está latente en muchos jóvenes de hoy en día y que me ayuda a seguir adelante con más fuerza.
Como nota curiosa sí recuerdo el momento de levantar la tienda de campaña con ayuda de otras cuatro amigas. Hasta ¡tres veces tuvimos que montarla para conseguir que nos diera cobijo! Una auténtica odisea para aquellos que tenemos esta primera experiencia.
Un Camino, sin duda, para recordar durante toda una vida.
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