Nadie es capaz de lograr que lo pasado no haya ocurrido; ni el mejor de los psicólogos puede liberar a la persona del peso del pasado. Sólo lo puede lograr Dios, quien, con amor creador, marca en nosotros un nuevo comienzo: esto es lo grande del sacramento del perdón: que nos colocamos cara a cara ante Dios, y cada uno es escuchado personalmente para ser renovado por Él. (Juan Pablo II)
Gracias al amor y misericordia de Cristo, no hay pecado por grave que sea que no pueda ser perdonado; no hay pecador que sea rechazado. Toda persona que se arrepiente será recibida por Jesucristo con perdón y amor inmenso. (Juan Pablo II)
No hay quien no necesite de esta liberación de Cristo, porque no hay quien, en forma más o menos grave, no haya sido y sea aún, en cierta medida, prisionero de sí mismo y de sus pasiones. Todos tenemos necesidad de conversión y de arrepentimiento; todos tenemos necesidad de la gracia salvadora de Cristo, que Él ofrece gratuitamente, a manos llenas. Él espera sólo que, como el hijo pródigo, digamos "me levantaré y volveré a la casa de mi Padre". (Juan Pablo II)
La confesión no la necesita Dios, sino que la necesitamos cada uno de nosotros.
La confesión no la necesita Dios, sino que la necesitamos cada uno de nosotros.
No hay comentarios:
Publicar un comentario