Al arrodillarse o sentarse en el confesionario, se dice: Ave María Purísima, u otro saludo. Y se hace la señal de la Cruz. También se puede añadir esta jaculatoria: Señor, Tu lo sabes todo, Tú sabes que te amo.
Se puede empezar la confesión de los pecados así: Hace tanto tiempo que no me confieso. Luego, con sencillez se pide ayuda si se necesita, o se comienza directamente: me acuso de estos pecados, diciéndolos uno tras otro de manera sencilla y clara. Es preferible empezar por el que más cuesta decir.
Hay que decir todos los pecados graves que se recuerdan desde la última confesión, indicando en lo posible, el número de veces que se ha cometido. No es lo mismo haber robado una vez que veinte.
Escucha bien los consejos y la penitencia que indica el confesor. Pregunta en todo momento, con confianza, lo que quieras. Antes de recibir la absolución, manifiesta tu contrición diciendo, por ejemplo: Jesús, Hijo de Dios, apiádate de mí que soy un pecador.
La absolución del sacerdote es una oración preciosa. En un momento dado dice: Yo te absuelvo de tus pecados en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Se responde: Amén.
Terminada la confesión, no te olvides de agradecer al Señor su misericordia y cumplir, lo antes posible, la penitencia. Procura también recordar y poner en práctica los consejos recibidos.
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