domingo, 21 de septiembre de 2014

El Papa casa a 20 parejas a menos de un mes para el inicio del Sínodo sobre la familia


Gran boda en el Vaticano


Los novios, todos de entre 30 y 50 años, recibieron
el consejo del Papa: «Que vuestro día jamás termine
sin hacer las paces»
«Michele, ¿quieres a Vanessa por legitima esposa...? Vanessa, ¿quieres a Michele...?» Ésta fue la pregunta que planteó este domingo el Papa Francisco a veinte parejas en la basílica de San Pedro.
Eran bodas como todas. Ellas, vestidas de blanco, y ellos, de negro. La mayoría de las novias no pudo contener las lágrimas en ese momento, creando ciertos problemas al maquillaje. Todos tuvieron la suerte de vivir el momento más emocionante de su existencia junto al Papa Francisco.
Era la primera vez que el Papa Francisco celebraba matrimonios en su pontificado. La última vez que lo había hecho un Papa fue en el Jubileo del año 2000, cuando san Juan Pablo II unió a catorce parejas.
Los recién casados proceden de la diócesis de Roma. Son parejas normalísimas, todos ellos con sus heridas en la vida y sus sueños. Alguno está en paro, no falta quienes ya convivían antes del matrimonio, o quien se ha acercado al altar por segunda ocasión, después de que su matrimonio haya sido reconocido nulo por un tribunal eclesiástico. Una muchacha vivió emocionada el sacramento al ser testigo de la boda de su madre, quien la crió y educó sola. En un caso, la pareja no tenía dinero para pagar el banquete, y la fiesta la pagaron finalmente fieles de su parroquia. Todos tenían entre 30 y 50 años.
Preparación para los Sínodos
La celebración fue un emocionante momento preparatorio para el Sínodo de los Obispos sobre la familia, que el Papa presidirá en el Vaticano del 5 al 19 de octubre de 2014. Su objetivo: afrontar la crisis más grave que vive la sociedad contemporánea, la crisis de la familia, la volatilidad del amor.
Esta iniciativa es, probablemente, la más importante de este pontificado, por delante incluso de la reforma de la Curia romana. Con un acto sin precedentes, el Papa ha decidido que sean dos los Sínodos que afronten esta cuestión: el próximo mes se celebrará un Sínodo extraordinario, al que seguirá, al año siguiente, un nuevo Sínodo, ordinario, aún más participativo. El Papa busca de este modo que, tanto el diagnóstico como la respuesta a esta crisis antropológica, pueda generalizarse.
El Sínodo no eludirá afrontar cuestiones como la situación de los divorciados que viven una nueva unión, la difusión de las parejas de hecho, las uniones entre personas del mismo sexo y su eventual adopción de hijos, los matrimonios mixtos o interreligiosos, la familia monoparental, el debilitamiento o abandono de la fe en el sacramento del Matrimonio y en la Confesión...
Pocas semanas antes del inicio de este camino para toda la Iglesia, el Papa ha recordado lo más importante del matrimonio que no deben olvidar nunca los obispos y participantes en el Sínodo: todo comienza con un . A este Pontífice, más que contar, le gusta hacer ver. Con la celebración de esta boda en el Vaticano, ha mostrado a la Iglesia y al mundo que la familia tiene su origen en ese gesto de amor que explica todo lo demás.
No es una novela
«El matrimonio es símbolo de la vida, de la vida real, no es una novela», explicó el Santo Padre a los veinte nuevos matrimonios. De hecho, ésta fue la particular definición que ofreció el Pontífice del matrimonio: «Un camino en común de un hombre y una mujer, en el que el hombre tiene la misión de ayudar a su mujer a ser mejor mujer, y la mujer tiene la misión de ayudar a su marido a ser mejor hombre». El gesto de amor que se intercambiaron en el matrimonio junto a los anillos, se convierte en una misión, según explicó el Papa: «Te amo, y por eso te hago mejor mujer»; «Te amo, y por eso te hago mejor hombre».
«No es un camino llano, sin problemas, no, no sería humano -advirtió—. Es un viaje comprometido, a veces difícil, a veces complicado, pero así es la vida».
En la celebración, el Papa dejó el consejo que siempre daba el sacerdote y el cardenal Jorge Bergoglio a las parejas: «Es normal que los esposos discutan. Es normal. Siempre se ha hecho. Pero os doy un consejo: que vuestras jornadas jamás terminen sin hacer las paces. Jamás. Basta un pequeño gesto. Y de este modo se sigue caminando».
«El matrimonio es símbolo de la vida, de la vida real, no es una novela», añadió. «Es sacramento del amor de Cristo y de la Iglesia, un amor que encuentra en la Cruz su prueba y su garantía».
El Papa dirigió su pensamiento también a las parejas que han perdido este horizonte de felicidad, cuando «el cansancio del camino se convierte en agotamiento interior; pierden el gusto del Matrimonio, no encuentran ya en el sacramento la fuente de agua. La vida cotidiana se hace pesada, y muchas veces da náusea».
A todas estas parejas el Papa también les dejó el consejo más sentido de su vida: «El amor de Cristo puede devolver a los esposos la alegría de caminar juntos». Ésa es la diferencia que aporta el matrimonio cristiano con respecto a otra unión: cuando en la pareja entra Dios, las dificultades se viven de otra manera.
Jesús Colina. Roma

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