domingo, 28 de septiembre de 2014

Cuarenta mil abuelos festejan con el Papa «la bendición de la larga vida»


abc.es

Benedicto XVI agradece con sonrisas los aplausos por acudir a la cita

La alegría y también algunas lágrimas de emoción brillaban en los ojos de cuarenta mil abuelos y abuelas reunidos con el Papa en la plaza de San Pedro para celebrar juntos “la bendición de la larga vida” justo a una semana del comienzo del Sínodo de la Familia, un tema del que saben más que nadie.
Los abuelos aplaudieron con especial cariño a Benedicto XVIcuando le vieron llegar caminando con su bastón. Francisco fue a recibirle con un abrazo justo cuando Andrea Bocelli estaba cantaba “Con te partiró”. Los abuelos volvieron a aplaudir a Benedicto XVI cada vez que el Papa le elogiaba y cuando se acercó a su asiento para despedirle al final del encuentro. Como siempre que está con Francisco,el Papa emérito desbordaba afecto y a la vez respeto, quitándose el solideo cuando habla con su sucesor.
Los ochenta y siete años de Benedicto XVI conllevan una situación de fragilidad, por eso participó durante una hora en el encuentro de los abuelos con el Papa pero no se quedó a concelebrar la misa, pues hubiera sido un esfuerzo excesivo. En cambio, otros abuelos de edad similar mostraban buena salud, y varios intervinieron para contar su experiencia del modo en que ayudan a otros a adaptarse a las casa de mayores, de cómo ayudan a los nietos, de cómo comparten apartamento para ayudarse y no vivir solos, etc.

La historia de Mubarak y Anessa

El testimonio más emotivo fue el de un matrimonio iraquí con un total de 12 nietos, forzado a escapar hace unas semanas de la ciudad de Qaraqosh ante la avanzada criminal del Estado Islámico. Perdieron su casa y todas sus posesiones pero salvaron al menos la vida. El Papa abrazó a Mubarak y Anessa con especial cariño y rindió homenaje a todos los cristianos perseguidos por su fe.
En un llamamiento a todas las personas de buena voluntad y a las autoridades civiles, el Papa invitó a cuidar mejor a los ancianos, evitando un abandono material o afectivo que se convierte en “eutanasia oculta”, pues pierden las ganas de vivir”. Según Francisco, “un pueblo que maltrata a sus ancianos no tiene futuro porque pierde sus raíces”.
En la misa, el Papa hizo notar que María era muy joven cuando fue a visitar a su prima Isabel, ya muy mayor, para ayudarle en los últimos meses de su embarazo cuando se acercaba el nacimiento de Juan el Bautista. Según Francisco, María viaja a la casa de “su anciana pariente para ayudarla, para estar con ella, pero también y sobre todo para aprender de ella, que ya es mayor, una sabiduría de la vida”.

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