lunes, 18 de abril de 2016

La pastoral familiar en España después de la exhortación del Papa


alfayomega.es
¿Qué nos traerá Amoris laetitia?
La pastoral familiar que se realiza en España es una de las más fecundas que hay en la Iglesia en el mundo, pero diócesis, parroquias, asociaciones –y las propias familias también– tienen todavía mucho por hacer. Hemos consultado a seis expertos sobre cómo aterrizar Amoris laetitia en nuestro país
Invertir en la educación afectiva de los jóvenes:
Carmen Peña, doctora en Derecho Canónico, defensora del vínculo en el Tribunal Eclesiástico de Madrid y auditora en el Sínodo de la familia 2014
Carmen Peña, doctora en Derecho Canónico, defensora del vínculo en el Tribunal Eclesiástico de Madrid y auditora en el Sínodo de la familia 2014
«Después de Amoris laetitia todas las diócesis deberían introducir un proyecto específico en este ámbito», señala Martiño Rodríguez-González. Para ello hace falta «emplear recursos económicos para formar personas y recurrir a entidades fecundas en este campo, y que sin embargo las diócesis han ignorado», lamenta.
Miguel Garrigós confirma que en España la educación afectiva de los jóvenes «se está haciendo bien pero hay que implantarla de modo sistemático y transversal, primero formando a los padres, y después en la catequesis, en la enseñanza de la Religión en la escuela y en la pastoral juvenil».
María Lacalle señala a los colegios y universidades católicas como instituciones clave «para formar en virtudes a nuestros jóvenes de modo que luego puedan ellos construir una familia sana»; sin olvidar el papel de las propios padres, porque «la mejor formación para el matrimonio es ver cómo se han querido tus padres».
En esta etapa de preparación remota al matrimonio, Alfonso Fernández Benito sugiere «aprovechar las nuevas tecnologías para adecuarse al lenguaje de los jóvenes de hoy». Pero ayudando también a los padres «para no dejarlos solos ante el peligro, porque ellos son al fin y al cabo los primeros responsables de la educación de sus hijos en todos los aspectos, también en este». Y sobre la preparación próxima, pide «articular dentro de la pastoral juvenil la creación de grupos de novios, porque uno no se puede formar para el amor ya al final del noviazgo, sino que esta etapa debe mirar a un proyecto de vida en común».
Mejorar los cursos prematrimoniales:
María Lacalle, directora del Centro de Estudios de la Familia de la Universidad Francisco de Vitoria y auditora en el Sínodo de la familia 2014
María Lacalle, directora del Centro de Estudios de la Familia de la Universidad Francisco de Vitoria y auditora en el Sínodo de la familia 2014
Carmen Peña pide fomentar «un planteamiento más vocacional de la opción matrimonial y familiar, e insertando esa decisión en un camino formativo y vocacional –personal y de pareja– adecuado, que permita una decisión madura, a nivel humano y religioso. Los actuales cursos prematrimoniales resultan con frecuencia ineficaces, entre otras cosas porque se hacen tardíamente, poco antes de la boda, cuando esta ya está decidida; sería preferible que la formación de los jóvenes y de las parejas –sea en grupo o mediante un acompañamiento personalizado– vayan orientadas a ayudarles a tomar conciencia de la opción por el matrimonio y la familia, de modo que tomen esta decisión con suficiente ponderación y criterio».
«Aunque el Papa defiende la legitimidad de diferentes formas de preparar a los novios –señala Fernández Benito–, es interesante comprobar que habla de cursos, no de cursillos prematrimoniales». En este sentido sugiere «desmasificar los cursos y hacerlos más familiares», favoreciendo que haya «reuniones por grupos pequeños junto a un matrimonio». En cuanto al estilo, «tiene que haber más testimonios sobre los contenidos fundamentales». Habla también de una especie de catecumenado prematrimonial –una expresión del propio Papa Francisco en su último discurso a la Rota– que sea «una iniciación al sacramento del matrimonio, por pasos, por grados, con signos, con cuestiones que los novios pueden ir hablando durante la semana, con momentos de oración y del sacramento de la Penitencia, algo que piden también mucho los novios» en los cursos.
Martiño Rodríguez-González añade que «todas las diócesis españolas deberían ofrecer al menos un curso prematrimonial al año de mucha mayor calidad, extensión y profundidad, para ofrecer, a quien quiere una verdadera preparación, la posibilidad de hacerla».
Ayudar a los matrimonios jóvenes durante los primeros años:
Alfonso Fernández Benito, catedrático de Teología Moral y auditor en el Sínodo de la familia 2014
Alfonso Fernández Benito, catedrático de Teología Moral y auditor en el Sínodo de la familia 2014
«Las bases para acompañar a los recién casados hay que ponerlas ya en el mismo curso prematrimonial, porque una vez que se celebra la boda ya es más difícil vincularse a ellos», dice Miguel Garrigós. Para ello, desde el curso «se les puede asignar un matrimonio adulto que les acompaña. Y contactar con ellos adaptándonos a sus horarios y a su vida. Se puede empezar manteniendo el contacto por email, y desde ahí ir proponiéndoles encuentros como ITV matrimoniales, la celebración del aniversario de su boda, proponer que el sacerdote vaya a bendecir su hogar… y buscar mantener el contacto como sea posible».
Este acompañamiento «debe estar a cargo de matrimonios competentes, con los que se creen las condiciones para una amistad, que queden con ellos después de Misa para tomarse una cerveza, que les visiten de vez en cuando y que les puedan decir: “Nosotros hemos pasado por ahí, vosotros también podéis”», dice Alfonso Fernández Benito.
En este sentido, «las diócesis españolas están llamadas a ser muy creativas para librar a los recién casados de la tentación de vivir aislados esos primeros años de matrimonio», abunda Martiño.
Entusiasmar a sacerdotes y seminaristas con la familia:
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María Álvarez de las Asturias, Defensora del vínculo en el Tribunal Eclesiástico de Madrid y directora del Instituto Coincidir
«A veces las familias se quejan de que no encuentran sacerdotes que les escuchen y ayuden en sus dificultades», afirma el delegado de Familia y Vida de Toledo. Por ello, es preciso «que los seminaristas se entusiasmen con la pastoral familiar ya desde el seminario, que participen en la pastoral familiar. Este contacto con las familias, el ver su entrega y ver cómo se aman nos ayuda también mucho a los sacerdotes a vivir nuestra vocación».
Acompañar a las familias heridas:
En este ámbito «hace falta una respuesta bien labrada por parte de la Iglesia», porque en este asunto «no se puede dejar solas a las parroquias. Las diócesis deben dar herramientas concretas a los sacerdotes y párrocos», pide Miguel Garrigós.
Para Martiño Rodríguez-González, «aquí las diócesis españolas tienen todavía mucho camino por recorrer». Hay que empezar «implicándonos personalmente construyendo vínculos de comunión, en primer lugar entre los propios miembros de los equipos de pastoral familiar». También debe haber «laicos con una formación profesional adecuada y que puedan dedicarse a esta labor a tiempo completo», porque «no se trata de ofrecer una ayuda voluntarista, sino de acompañar procesos de sanación y de encuentro con Cristo. Ello exige de toda la Iglesia en España muchos más recursos económicos y personales que hasta ahora».
Conectar el matrimonio con el resto de sacramentos
Martiño Rodríguez-González, director del COF de Lugo y del Curso interdiocesano de Formación en Matrimonio y Familia (CFMF)
Martiño Rodríguez-González, director del COF de Lugo y del Curso interdiocesano de Formación en Matrimonio y Familia (CFMF)
Para María Lacalle, «parroquias y movimientos tienen que hacer una pastoral más ilusionante, propositiva y significativa. Para eso tienen que subrayar el nexo entre el matrimonio y el resto de los sacramentos. Las parroquias no pueden seguir realizando una pastoral sacramental como si los sacramentos fueran hitos aislados que caen como meteoritos en la vida de una persona, sin relación entre ellos». De este modo, se precisa «una pastoral más narrativa, en la que se perciba y se viva que Cristo nos acompaña en cada momento de nuestra vida».
Ir hacia los alejados por las situaciones irregulares:
María Álvarez de las Asturias advierte que en Amoris laetitia, «cuando el Papa habla de la nulidad, remite a sus últimos motu proprio, pero insiste en la obligación de crear estructuras pastorales que salgan a buscar a las personas que por su situación familiar irregular se han alejado de la Iglesia; pero ojo, que no son solo los divorciados en nueva unión». Sugiere también «algo que se podría crear mañana mismo: un grupo de especialistas en cada diócesis con conocimientos de derecho canónico, orientación familiar, psicología, sacerdotes y laicos, que formen a su vez a equipos de personas encargados de atender a las familias en las parroquias, y que puedan dar soluciones y derivar en su caso a especialistas».
Que las familias vivan la caridad:
Amoris laetitia también pone deberes a las familias, «porque es necesario que el amor que se vive en ellas salga hacia afuera», dice Miguel Garrigós. «Las familias no se pueden desentender de otras familias más pobres. Se puede domiciliar una ayuda económica pero también habría que intentar dar el paso de salir, de ser una familia que sale y acoge a los demás, especialmente a los más pobres. Que la familias cristianas acompañen a otras familias más necesitadas es algo precioso y a los hijos les puede ayudar mucho». Para ello «se podría poner en conexión la pastoral familiar con las Cáritas diocesanas, por ejemplo».
Son las familias las que tienen que evangelizar a otras familias:
Miguel Garrigós, delegado de Familia y Vida de la Archidiócesis de Toledo y vicepresidente del Centro de Orientación Familiar de Toledo
Miguel Garrigós, delegado de Familia y Vida de la Archidiócesis de Toledo y vicepresidente del Centro de Orientación Familiar de Toledo
«No nos podemos conformar con lo que ya tenemos», dice Garrigós. «Tenemos que salir a por los que no están y no conocen todavía a Jesucristo. Para ello tenemos que pedir luz al Espíritu Santo para ser muy creativos. Y también contar con las familias como sujeto de evangelización, porque son las familias las que tienen que evangelizar a otras familias». Propone para ello: aprovechar el momento en el que las familias vienen a pedir los sacramentos para los hijos, crear escuelas de familia en las parroquias «para ayudar a los padres que a veces se sienten desorientados en la educación de sus hijos», y recuperar «el primer anuncio con familias que van casa por casa del barrio ofreciendo el Evangelio y presentando lo que se hace en la parroquia».
Y es que, como dice Martiño, «una de las grandes aportaciones de Amoris laetitia es la llamada radical a quienes nos consideramos católicos a salir de nuestras propias fronteras, para presentar al mundo la belleza del evangelio del matrimonio y la familia».
Juan Luis Vázquez Díaz-Mayordomo

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