En sus 20 años como obispo auxiliar de Madrid, monseñor Fidel Herráez ha comprobado que «muchísimos miembros de la Iglesia tratan de vivir la centralidad de Cristo en la vida». Así lo afirmó este sábado durante la Misa de acción de gracias por su ministerio, antes de tomar posesión en la diócesis de Burgos. Pero también ha sido testigo de la descristianización de la sociedad. Por eso, se despidió de la capital enumerando una serie de retos que revelan algunas de sus prioridades: apertura a la salvación de Dios, evangelización y creación de cultura
Eran las diez y media de la noche del sábado cuando monseñor Fidel Herráez, arzobispo electo de Burgos, terminó de saludar a los fieles madrileños que se habían quedado en la catedral de la Almudena para despedirse de él, después de la Misa de acción de gracias por su ministerio en Madrid. «¡A vosotros me gustaría saludaros de forma aún más efusiva, para agradeceros el tiempo que habéis esperado!», exclamaba al llegar las últimas personas.
Tanto en la homilía como al final de la Misa, monseñor Herráez mostró su agradecimiento y pidió la bendición de Dios para toda la Iglesia diocesana de Madrid, empezando por su arzobispo, monseñor Carlos Osoro, «al que agradezco tantas realidades compartidas ya antes, y de forma especial durante este año»; y también a su arzobispo emérito, el cardenal Antonio María Rouco Varela, que «como un hermano mayor y con su vida me ha ido enseñando a ser obispo».
Ambos, junto con monseñor Juan Antonio Martínez Camino, acompañaban a don Fidel en la Misa, aunque fue este quien la presidió y ocupó la sede arzobispal. El hasta ahora obispo auxiliar de Madrid recordó también a sus otros dos compañeros, monseñor César Franco, actual obispo de Segovia; y monseñor Eugenio Romero Pose, «llamado ya a la casa del Padre».
«Desde que era jovencito»
Tuvo además un pensamiento especial para los sacerdotes y seminaristas, las familias, los consagrados y todas las realidades laicales, en especial la Asociación Católica de Propagandistas y Hermandades del Trabajo, varios de cuyos miembros estaban presentes en la Eucaristía. En particular los más veteranos de Hermandades recordaban su relación con él «desde que era jovencito», explicaba a Alfa y Omega una señora mayor que esperaba, sentada, su turno para saludarle.
Además de los agradecimientos personales, el hasta ahora obispo auxiliar de Madrid dio «gracias a Dios por haberme hecho un sencillo mediador suyo; por esta Iglesia diocesana que desde muy joven me ayudó» a realizar la vocación; «por todas las personas que me he ido encontrando; por tantas que solo Él sabe». Pidió perdón «a Dios y a cuantos no haya querido y servido como Él quería que lo hiciera», e invocó la presencia del Espíritu Santo sobre la «ya muy querida Iglesia de Burgos».
Cristianos que «hacen creíble el reino de Cristo»
Monseñor Herráez terminaba su ministerio en Madrid en la víspera de Cristo Rey, cuando el año litúrgico «termina situándonos ante la centralidad de Cristo, principio y fin de todo y de todos». En la homilía, subrayó que en sus «47 años de servicio sacerdotal, y en los últimos 20 de ministerio episcopal», había sido testigo de que hay «muchísimos miembros de la Iglesia que están tratando de vivir la centralidad de Cristo en la vida social», que «se esfuerzan por acoger y adorar a Dios en Cristo, y tratan de vivir con el compromiso de que su vida esté animada por una fe viva, una esperanza activa y un amor concreto». Así, «reinan en Cristo, por Cristo y para Cristo», y hacen este reino «presente y creíble en todos los ambientes».
«He tenido tantas pruebas de ello, que para mí estas afirmaciones no son ilusas ni están vacías de contenido», aseguró don Fidel. Sin embargo, también «soy consciente de que al mismo tiempo no todo el monte es orégano. He constatado y padecido que ha habido y hay una descristianización de la sociedad, un diluirse de los conocimientos y las convicciones dentro y fuera de la Iglesia».
«No podemos permitirnos escondernos»
El obispo ha descrito cómo aumenta «una sangrante desigualdad social». El pragmatismo, el hedonismo y las propuestas relativistas calan cada vez más en la sociedad, sumida en una crisis antropológica y una crisis de Dios. Surgen planteamientos radicales y formas más o menos veladas de persecución a los cristianos que se esfuerzan por vivir coherentemente, y se pone en tela de juicio la convivencia social. También se deteriora la vida matrimonial y familiar, y la religión queda reducida a una mera creencia individual.
Don Fidel reconoció que «como discípulos y seguidores de Jesús sentimos dolor» por esta realidad. Pero «de ningún modo podemos permitirnos escondernos, entristecernos o reprimirnos», porque tenemos «la convicción real de que Dios sigue ofreciéndonos en Jesucristo su salvador y redentor».
Programa para Burgos
De ella nace una larga serie de compromisos, de los que se pueden entresacar las prioridades del nuevo arzobispo de Burgos: «Abrirnos a la certeza de que en Cristo Dios viene a salvarnos», y de que Él es «la verdad de la vida, del amor, de la justicia, de la paz, de Dios, y del hombre». Esto nos lleva a «anunciar de palabra y de obra la realidad del amor a Dios y al prójimo», y a «unirnos a Cristo en la comunidad eclesial para generar cultura, economía, política, vida social coherente».
Debemos estar convencidos de que «en la sociedad hay mucha gente con hambre de Dios». Pidió que las comunidades cristianas «tomen más en serio la iniciación cristiana»; la oración personal y comunitaria; una «evangelización valiente, con cuño apostólico y centrada en Cristo»; y «la implicación de todos para revitalizar el matrimonio y la familia» y presentar de forma atrayente la vida consagrada.
«La marca de la cruz ha de formar parte del seguimiento de Cristo», afirmó. Y añadió que «el concilio Vaticano II dista mucho de haber sido acogido en todo el caudal de vida que Dios nos regaló en él». «Jesucristo sigue con nosotros, y con Él podemos colaborar con otros en la configuración de un nuevo orden mundial que otorgue paz y consuelo».
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