viernes, 20 de junio de 2014

Cine: El cielo es real


Un viaje al más allá... de ida y vuelta
Randall Wallace es un director del que ya pudimos deducir sus dotes humanistas en interesantes películas comoSecretariat o Cuando éramos soldados, aunque quizá sus méritos más conocidos se refieran a su labor de guionista de películas tan notables como Braveheart o El hombre de la máscara de hierro. Dicho de otro modo, no estamos ante un director novato que apunta maneras, sino ante un peso pesado de Hollywood, algo significativo de cara a la producción de la que vamos a hablar

Escena de la película El cielo es real
El cielo es real, antes de convertirse en un éxito de taquilla en Estados Unidos (número 2 del ranking), fue un éxito editorial en 2010, con más de seis millones de ejemplares vendidos allí. Escrito por el pastor metodista Todd Burpo y por Vicente Lynn, el libro relata la vivencia real de Colton, hijo del primero, quien, con cuatro años, tuvo una de las llamadas experiencias cercanas a la muerte. En este caso, el niño aseguraba haberse asomado al cielo y haberse encontrado con personas de su familia fallecidas a las que él nunca conoció, ni siquiera por fotografías.
Todd Burpo (Greg Kinnear, de Un invierno en la playa) es un pastor metodista muy implicado en su comunidad, donde hace de bombero, fontanero y lo que sea menester. Está felizmente casado con Sonia (Kelly Reilly, vista recientemente en Nueva vida en Nueva York), y ambos tienen dos hijos, Colton (Connor Corum) y Cassie (Lane Styles). Una grave crisis de apendicitis de Colton le pone al borde de la muerte en una operación quirúrgica in extremis. Una vez recuperado, empieza a contar a su padre experiencias que dice haber vivido mientras le operaban. A medida que va haciendo revelaciones, su padre empieza a cuestionarse hasta qué punto su fe era verdadera fe.
El tema tratado es, sin duda, interesante, y tiene mucho que ver con lo que se conoce como experiencias cercanas a la muerte, un fenómeno cada vez más estudiado desde el punto de vista científico, como ha hecho, por ejemplo, el psiquiatra José Miguel Gaona. La gran diferencia es que este niño no sólo se ve a sí mismo desde lo alto del quirófano -situación típica de estos casos-, sino que afirma haber entrado en el cielo y conocido a Jesucristo, amén de familiares difuntos. No es este el lugar para valorar el testimonio de Colton desde una perspectiva de objetividad, un testimonio que, no podemos olvidar, viene de un niño de cuatro años. Sí que podemos, en cambio, hacer una reflexión más indirecta.
Al margen de la cuestión estética -la visión que ofrece del cielo es, probablemente por tratarse de un niño, demasiado naif, con colores pastel y que evocan paisajes celestes tipo Avatar o el país de Nunca Jamás, del Peter Pan de Disney-, lo más importante es lo que suponen estas revelaciones para los padres de Colton y para toda la comunidad. ¿Realmente estas visiones pueden añadir algo al contenido de la fe? En aquella comunidad metodista parece que sí. Pero, en realidad, Cristo es la última palabra de la Revelación. Última y definitiva. ¿Qué valor hay que dar, pues, a estas supuestas experiencias?

Fotograma de la película El cielo es real
El boom de libro y película pueden entenderse en una sociedad en la que lo emotivo se ha impuesto a lo racional, y la fe religiosa parece necesitar de experiencias sobrenaturales que arrebaten el ánimo y confirmen dicha fe. Apariciones, milagros, visiones místicas... salen al paso de una fe no suficiente maridada con la razón. En absoluto queremos decir que dichas experiencias sean falsas, sino que no son esenciales, más bien son epidérmicas. El gran milagro cotidiano es la comunión de la Iglesia en la que habita la presencia real de Cristo. Es ese el lugar -tan carnal y tan humano-, en el que la fe se alimenta y crece. Por eso quizá la historia de Colton conmueve sobre todo en las comunidades protestantes. Una fe que se basa en lo asombroso de una visión dura lo que dura el recuerdo de dicha visión. Pero si no escuchan a Moisés y a los profetas, no se convencerán ni aunque resucite un muerto (Lc 16, 31).
Dicho esto, hay que hacer una valoración positiva del film, ya que habla sin inhibiciones de la fe y de la trascendencia. Simplemente, matizo que hay que ponerlo en su sitio. Que para un católico es un sitio muy modesto.
Juan Orellana

No hay comentarios: