«Nosotros decidimos acostarnos, al principio de nuestro noviazgo. Era lo que se esperaba que hiciéramos. Sin embargo, poco a poco vimos que, de alguna manera, el sexo enturbiaba un poco nuestra relación; no nos sentíamos muy bien con eso, así que decidimos dejar de acostarnos hasta que nos casáramos. Eso nos ayudó a querernos más, muy por encima de nuestros cuerpos; y nos ayudó también a preparar mejor no sólo el día de nuestra boda, sino nuestra vida como matrimonio. Hoy vemos aquel tiempo como un tesoro»: así hablan dos recién casados que decidieron experimentar lo que don José María Contreras llama la segunda virginidad. Escritor, acompañante de muchos novios y autor del blog Pequeños secretos de la vida en común, don José María explica que «muchos chicos y chicas -especialmente éstas-, antes de quedar mal o de ver al otro frustrado, deciden tener relaciones por miedo a perderlo. Eso demuestra muy poca autoestima por parte de ella y poca madurez por la de él. Muchas veces el sexo rompe noviazgos que, desde mi punto de vista, hubieran sido buenos matrimonios». Y continúa: «El problema es que no se sabe lo que es el amor. Esto es lo más grave que está pasando hoy, no sólo a los novios, sino también a muchos casados. Nos están educando los programas y revistas del corazón, estos medios dicen que el amor es sólo un sentimiento», lamenta.
«Al ir teniendo relaciones, parece que hay ya obligación de seguir teniéndolas -afirma don José María-. La relación se focaliza mucho en el sexo y cuesta mucho después levantar la cabeza y ver cómo está la pareja. En las mujeres hay, por una parte, una adicción emocional más fuerte y, por otra, un sentimiento de querer comprobar que, sin sexo, también es querida; pero no se atreven a manifestarlo. El miedo a perder al otro después de tener relaciones aumenta muchísimo, y también la inseguridad, la cual es muy contraproducente para el noviazgo».
Entonces, ¿merece la pena esperar? «Claro que merece la pena-afirma-, porque eso es lo natural, y va a permitir a los novios conocerse más y mejor. Además, la fidelidad matrimonial se entrena en el noviazgo. Hay que tener claro que uno no es dueño de sus sentimientos, pero sí debe serlo de sus amores. Cuando no funciona el sentimiento hay que acudir a la inteligencia para saber qué es lo que hay que hacer para seguir queriendo; y acudir a la voluntad para hacer aquello que la inteligencia nos ha dicho. Con sólo el sentimiento se romperían todos los matrimonios. Cuando el noviazgo está focalizado en el sexo, esto no se aprende».
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