martes, 9 de octubre de 2012

Misión Madrid

Casi 4.000 personas se reunieron, el pasado domingo 30 de septiembre, en la explanada de la catedral de la Almudena para participar en el comienzo de la Misión-Madrid, la iniciativa de evangelización en la que va a estar empeñada la archidiócesis de Madrid, en los próximos años. Todo ello comenzó con una peregrinación diocesana al santuario de Fátima, una llamada a la conversión como presupuesto de la misión, porque no se puede dar a Cristo si no se tiene a Cristo

El cardenal Rouco entrega la cruz evangelizadora
a una familia, en la Eucaristía de inicio de la Misión-Madrid
La explanada de la catedral de la Almudena, en Madrid, se llenó de fieles, el pasado domingo para dar comienzo a una dinámica iniciativa evangelizadora, la Misión- Madrid, que canalizará la vida pastoral de la archidiócesis de la capital durante los próximos años. Hasta allí fueron el matrimonio formado por Susana y Carlos, y sus tres hijas, porque a esta familia no le deja indiferente tener amigos, conocidos, compañeros de trabajo y familiares que no conozcan a Cristo. Por eso afirman con convicción que «hay que ponerse a evangelizar. Cualquier iniciativa que se haga para hablar de Dios está fenomenal». Ellos desmienten el tópico de que la misión es algo sólo de curas, y por eso señalan que «a los católicos nos falta un poco más de encuentro con Jesucristo, para salir a comunicarlo. Hay que espabilar a la gente, porque estamos un poco adormilados. Andamos preocupados por el trabajo, la crisis..., pero debemos caer en la cuenta de que Jesucristo es lo más grande que nos ha pasado en la vida. Por eso es necesario que se haga algo, no sólo actos concretos, sino que también cada uno, por dentro, se convierta. Si no, nada de esto tendría sentido».
Necesitan vernos
Ellos han acudido a la Almudena también para acompañar a los más de mil peregrinos de la diócesis que han peregrinado, el pasado fin de semana, al santuario de Fátima como prólogo de la Misión-Madrid. ¿Por qué a Fátima? Hay un presupuesto fundamental que está relacionado precisamente con la espiritualidad que nace de este santuario: la humildad de saberse pobre y necesitado; sólo así se podrá dar la conversión y será posible hablar del Dios que uno ha conocido como misericordia. El cardenal Rouco ha explicado durante la peregrinación que «un cristiano se define porque se reconoce pecador. Aquel hombre que no se reconoce pecador, rechazará a Cristo y nunca querrá saber nada de Dios. Reconocerse pecador es, en definitiva, reconocerse necesitado de un nuevo encuentro con el Señor».
En 1917, en un contexto histórico y político más difícil que el actual, la Virgen hizo en Fátima una llamada a la conversión no sólo para los alejados, sino también para los de dentro. El cardenal Rouco ha dicho estos días que, «aquí, en Fátima, la Virgen realizó una misión extraordinaria en medio de la vida del siglo XX», para corregir «una situación de pecado en todo el mundo, de tibieza y alejamiento de Dios, también por parte de muchos cristianos e hijos de la Iglesia, sin excluir sacerdotes, consagrados y obispos. Por eso, la Virgen llamó a todos los hombres a hacer penitencia y convertirse».
El diagnóstico del cardenal Rouco lo pueden confirmar hoy, cada día, Elena, Marta y Almudena, tres jóvenes que se han sumado a esta peregrinación diocesana a Fátima. Ellas perciben con claridad que, «a nuestro alrededor, la gente quiere ser feliz; y todo el mundo lo busca de muchas maneras, pero lejos de Dios». Lo ven en la universidad, en sus compañeros y amigos: «Tienen un montón de relaciones de pareja, toman drogas..., pero no saben que, al final, lo que te llena es el amor que Dios te da desde siempre. Y, si no lo experimentas..., pues así va el mundo, así van mis amigos, así va mi familia..., ¡así va la gente!» Pero no se asustan: «Hace falta que la gente que está en la Iglesia salga y dé testimonio. Los que están a nuestro alrededor necesitan vernos. Es algo que da miedo, porque hay muchos respetos humanos, pero lo que hay que hacer es hablar del Señor».
Una nueva Visitación

Procesión durante el Rosario, en Fátima
(Foto: Delegación de Pastoral Familiar, de Madrid)
Delante de la capilla de la Virgen de Fátima, muy cerca del lugar donde tuvieron lugar las apariciones, un grupo de voluntarios de la diócesis destaca que «tenemos que salir a anunciar a Cristo a los demás; no podemos quedarnos tranquilos viendo cómo a la gente le falta Cristo». No se puede estar delante de la Virgen sin llevar en el corazón, como ella misma lo llevó, el deseo de dar a conocer al Señor, de llevarlo a los demás, como hizo ella en la Visitación.
En un contexto eclesial marcado fundamentalmente por la convocatoria del Papa al Año de la fe, la Iglesia ha sido llamada a evangelizar de nuevo en un momento concreto, cuando se cumple el 50 aniversario del Concilio Vaticano II. El cardenal Rouco ha explicado, durante estos días, que aquellos fueron «momentos críticos, de tribulación, incluso en el mismo seno de la Iglesia». Sin embargo, «el Papa Juan XXIII convocó el Concilio no para contestar a los errores que circulaban sobre la verdad de la Iglesia, sino para disponernos a todos los católicos de modo que pudiéramos dar luz y esperanza a aquellos hombres que acababan de salir de la Segunda Guerra Mundial. En los años de la novela Bonjour tristesse, de Françoise Sagan, en la época del apogeo del comunismo, el Concilio Vaticano II fue una llamada a evangelizar de nuevo y de forma más adecuada a la situación de aquellos hombres y aquellas familias. Cincuenta años después, Benedicto XVI nos convoca a evangelizar de nuevo».
Hoy, medio siglo más tarde, las cosas no han cambiado mucho. Todavía hay muchos que viven en la tristeza, entregados a un nuevo materialismo, y pasan un día tras otro, un año tras otro, como si Dios no existiera, como si el amor de verdad no existiera. Por eso, tenemos una «responsabilidad apostólica para con los demás. Hemos de hablar de Cristo mirándoles a los ojos, sin avergonzarnos, porque llevamos en ellos la luz de la misericordia del Señor», afirmó el cardenal.
Tenemos que dar la cara

Oristila y Manuel, con sus hijos
Esa luz en los ojos la tienen también la familia de Manuel y Oristila y sus tres hijos, coordinadores de pastoral familiar en la Vicaría III. Ellos viven su misión particular dentro de la diócesis como «un pequeño regalo». Se dedican a recabar información de todas las actividades relacionadas con la familia que se realizan en las parroquias, para luego darlas a conocer y que más gente pueda beneficiarse de ellas. Ellos tiene claro que «la nueva evangelización pasa por la familia; es fundamental. Esto lo debemos hacer en familia; debemos empezar a misionar en nuestra pequeña Iglesia doméstica. Los niños tienen que ver que se vive la fe de una manera normal en casa: en el día a día, en todo lo que hacemos. Es fundamental evangelizar la familia».
Y Susana y Carlos apostillan: «Tenemos que movernos. Hay que salir fuera, ir a la gente que no conoce a Dios y traerlos a la Iglesia. Tenemos que dar la cara. Está muy bien que se nos convoque para algo así; hay que participar y venir a dar la cara y, sobre todo, ¡no dormirnos!»
Juan Luis Vázquez Díaz-Mayordomo
Mensaje de Benedicto XVI a los madrileños:
«Llevad a Cristo con alegría y entusiasmo»
En un mensaje de Benedicto XVI al cardenal Rouco Varela, con ocasión del comienzo de la Misión-Madrid, el Papa se dirige a todos los fieles de la archidiócesis madrileña y les «anima a comprometerse con generosidad en la hermosa tarea de llevar el Evangelio de Cristo a todos los ámbitos de la sociedad en la que viven, para revitalizar la fe redescubriendo la alegría y el entusiasmo de comunicarla». El Papa se refiere a esta iniciativa como «la misión extraordinaria de Madrid», y pide para ella «abundantes frutos de vida cristiana, apostolado y evangelización».
La Misión-Madrid nace con la intención de emprender acciones misioneras extraordinarias en todas las parroquias y ambientes de la diócesis, y en ella desarrollarán actividades específicas todas las Delegaciones y Vicarías de zona. Además de las celebraciones diocesanas tradicionales, Misión-Madrid quiere llegar también a colegios, universidades, medios de comunicación..., y contará con acciones relacionadas con la cultura y las acciones caritativas. Junto a todo ello, se creará una Escuela de evangelización para llevar a Cristo a los más alejados. De momento, ya han dado comienzo varios encuentros de formación para catequistas; y el 20 de octubre tendrá lugar un envío de misioneros universitarios, una actividad que lleva a cabo la Delegación de Pastoral universitaria.
Más información:
www.misionmadrid.es
Hasta la última familia, hasta la persona más alejada
La peregrinación de la diócesis de Madrid a Fátima dio inicio con una exhortación a la misión por parte del obispo auxiliar monseñor César Franco. Más que una cuestión de estrategias, evangelizar es entregarnos más a Cristo. Éstas fueron sus palabras:

«No podemos hacer misión si no estamos convertidos. Hemos venido a Fátima a pedir a María la conversión, en el mismo lugar en el que ella pidió a todo el mundo la conversión a Cristo.
La Iglesia vive en un permanente Pentecostés. La Iglesia en Madrid está hoy en oración, con deseo de llegar a todos los hombres de nuestras ciudades, hasta la última familia de nuestra parroquia, hasta la persona más alejada de Dios..., y proponerles la salvación de Cristo.
Hacer misión es someterse a la voluntad de Cristo. No podemos andar divagando con nuestras ideas, que al final solapan la voluntad de Cristo; hacer misión es someterse a Cristo y hacer lo que Él nos diga.
En las bodas de Caná, María se dirige a su Hijo para decirle: No tienen vino. Hoy sucede los mismo: a los hombres de hoy les falta la salvación, les falta el vino nuevo, les falta Cristo.
Hoy, el Señor nos envía a la gente para que puedan conocer a Cristo y le amen. Hemos venido a Fátima con la diócesis, en oración, con nuestro pastor, para ser enviados a la misión. A poco que hagamos, Cristo lo multiplicará, y hará nuestra entrega fecunda».

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