La catedral de la Almudena volvió a ser el domingo una riada constante de familias que acudieron a recibir una a una la bendición del arzobispo. Madrid se unió de este modo a Roma y a todas las diócesis del mundo en la celebración del Jubileo de las Familias del Año de la Misericordia
La catedral de la Almudena no es, seguramente, de las más monumentales de España, pero en ocasiones como la Fiesta de las Familias sabe ser como pocas una gran parroquia de parroquias, cálida y entrañable, que acoge a todos, sin que ello reste un ápice de la solemnidad a la celebración.
Un año más, monseñor Osoro carló, bendijo y se fotografió con cada una de las familias que hicieron largas colas para saludarle a los pies de la imagen de la patrona de Madrid. Fueron, sobre todo, encuentros alegres, aunque no faltaron personas que acudieron a contarle alguna situación dolorosa, o abuelos con hijos y nietos alejados de la Iglesia que le pedían la bendición para sus seres queridos. «Yo estoy seguro de que las bendiciones llegarán», dijo el arzobispo poco después de mediodía, durante la Misa, concelebrada por el nuncio del Papa, monseñor Renzo Fratini, y decenas de sacerdotes.
La maratón de bendiciones iniciada a las nueve de la mañana solo se interrumpió durante ese rato, más los diez minutos que se permitió de tregua monseñor Osoro para comer un bocadillo. Sin perder la sonrisa ni permitir que su cara delatara el cansancio acumulado, el prelado continuó bendiciendo a las familias hasta bien pasadas ya las siete de la tarde. La jornada aún se alargaría cerca de dos horas más con el rezo de vísperas, la bendición a los novios y un concierto a cargo de la Orquesta y Coro de la JMJ. «Hoy se ha movido Madrid. Hoy la familia ha sido noticia en todos los sitios. Y lo hemos hecho para regalar lo que más necesita el ser humano: el abrazo de Dios, que es su misericordia», dijo el arzobispo en el momento de la despedida.
«Hogar de misericordia»
Recién regresado de la toma de posesión de monseñor Juan José Omella en Barcelona, el arzobispo de Madrid inauguró en la tarde del sábado las celebraciones con una catequesis sobre la belleza de la familia cristiana, a la que se refirió como un «hogar de misericordia» en el que «nadie sobra, todos son importantes –sobre todo el que más padece, el que está enfermo, el que tiene alguna deficiencia–» y «se vence la indiferencia».
«Es verdad que no existen familias perfectas», añadió. Pero, si se le permite entrar, «Jesús cura, protege y acompaña a la familia», capacitando a sus miembros para perdonar y volver a empezar cada día de nuevo.
«Retirar a Dios de la familia es suicidar a la familia», advirtió a las familias. Y refiriéndose a los legisladores, añadió: «Una sociedad crece fuerte, buena y hermosa si se edifica sobre la base de la familia. Si no se protege a la familia o se ponen medios para facilitar las rupturas de la familia se genera una sociedad enferma, fea, débil». «¿Qué vamos a dejar?» «¿Dejamos un mundo con familia o rota la familia?» «El futuro de un país no se hace solo con la economía».
Tras esta catequesis y el rezo del rosario, varias familias se dirigieron a la cripta de la catedral, donde comenzó una adoración de 24 horas al Santísimo, distribuida por turnos a cargo de diversas parroquias y asociaciones, encargadas de velar por que no le faltara el vino a esta fiesta.
Ricardo Benjumea
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