viernes, 8 de marzo de 2013

Teatro sobre Santa Teresa de Jesús


La lengua está en pedazos y es sólo el amor el que habla

Ya es humildad confrontarse con santa Teresa y sus palabras, atreverse a mirarla de frente y a preguntarle con profunda sinceridad: ¿Quién eres tú? Se reconoce a los grandes hombres en que saben guardar silencio ante los gigantes, para luego hacerles hablar. Magistral La lengua en pedazos, de Juan Mayorga, con la que emprende el camino como director, junto a una brillante Clara Sanchís como Teresa y un sólido Pedro Miguel Martínez como inquisidor. Acaba de llegar a Madrid, y podrá verse en el Teatro Fernán Gómez hasta el 3 de marzo.
Juan Mayorga puso su mirada en Teresa de Jesús hace años, cuando comenzó a bucear en sus escritos, invitado por su amigo y director de tesis Reyes Mate. Se quedó prendado de Teresa, de su palabra fuerte, poética y evocadora. De su valerosidad. La lengua en pedazos es el diálogo ficticio entre santa Teresa y un hombre sin nombre: el inquisidor. Mayorga confiesa que necesitó crear a este personaje para poder sostenerle la mirada a una mujer gigante ante la que se puede caer rendido y convertir en indiscutible. Inquisidor viene de inquirir, indagar, averiguar, examinar cuidadosamente. El inquisidor es el hombre que pregunta. Es el hombre de hoy.
Llega al convento de San José con el propósito de convencer a Teresa para que lo cierre por su propia voluntad. La empresa de Teresa es un desafío a lo establecido y una denuncia de la mediocridad moral. El inquisidor se mete hasta la cocina para interrogar a una mujer que le abre con su palabra poderosa las profundidades de su cocina interior. Del choque entre estos dos mundos surge la acción dramática: él, que cree conocer a Teresa, se encuentra con una mujer cuyos planteamientos no puede aceptar; quiere conocerla y escucharla, pero es incapaz de comprenderla, al tiempo que le resulta fascinante y atrayente.
Teresa le habla de un Dios sencillo y humano; de alguien cercano a quien puede hasta ver y tocar; un Dios que le habla, y al que puede responder; un Dios apasionado que sabe de su vida, que escucha, y con el que puede conversar. Es un Dios que desafía algunas estructuras erigidas en su nombre, que no elige a los más listos y más sabios, sino a una mujer pequeña que se dirige a Él con la confianza de una hija y la pasión de una amante.
El inquisidor pregunta lo que cualquier hombre contemporáneo le preguntaría a Teresa, y no puede creer en ese Dios de las cosas pequeñas, del que le habla esa mujer, un Dios que actúa de forma efectiva en el mundo y no cabe en categorías humanas. «Dios es conmigo lejano y silencioso», confesará. En las palabras y experiencias de Teresa ve imaginaciones o fantasías, falsos misticismos o locura, orgullo, vanidad, desorden diabólico... «¿Nunca dudáis, Teresa?», le pregunta al final.
Para ir, y repetir y volver a dejarse llevar. No es producto que se consume: es arte. Teatro de palabras grandes. No se agota. Se contempla y, así, nos dignifica.
Amalia Casado alfayomega.es
(www.hoyenlacity.com)

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