Un momento del baile en palacio, de Cenicienta
La mejor versión hasta el momento
Walt Disney se lanza con una nueva versión, en imagen real, de una de sus películas más emblemáticas, Cenicienta. Y lo hace de la mano de un prestigioso director británico, Kenneth Branagh, que se hizo famoso por sus adaptaciones de William Shakespeare a la gran pantalla. El resultado es brillante, especialmente indicado para toda la familia
La compañía Disney ha fichado para escribir el nuevo libreto a Chris Weitz, que, aparte de series televisivas, tiene en su haber los guiones de películas infantiles como la cargante La brújula dorada, oUn niño grande, El profesor chiflado II y Hormigaz. En esta ocasión, se mantiene bastante fiel a la historia tal como la contó la Disney en 1950, en la versión dirigida por Clyde Geronimi, Wilfred Jackson y Hamilton Luske. Las diferencias fundamentales se refieren a que aquí los animales no hablan –aunque sí se comunican–, no es una película musical –aunque sí hay canciones– y, sobre todo, que en esta versión se cuenta la historia familiar de la Cenicienta, lo cual enriquece enormemente al personaje.
Ella –ése es su nombre– es una niña feliz, nacida en el seno de un maravilloso matrimonio. Su padre tiene negocios que le obligan a viajar mucho, pero es un marido encantador y se desvive por su hija. La madre tiene una gran complicidad entrañable con su hija con la que comparte una máxima que le acompañará toda su vida: «Ten valor y sé siempre bondadosa». Una vez que fallece la madre y el padre se casa por segunda vez, comienza la historia tal y como la conocemos. Una Ella adolescente, que da vida con convicción la actriz Lily James, trata de aceptar a su nueva familia hasta que su padre fallece en uno de sus viajes. La elegante actriz australiana Cate Blanchet encarna a una estilosa madrastra, llena de celos y complejo de inferioridad, que enseguida va a dirigir todas sus frustraciones contra su intachable hijastra.
Estamos ante una película de estilo absolutamente clásico, un cuento de hadas en toda regla, pero más luminosa y brillante que su antecesora. En primer lugar, porque las aportaciones del guión ofrecen una lectura mucho más realista y adulta de los personajes y sus conflictos, lo que permite una identificación mayor del espectador y una profundización en elementos antropológicos de calado (las relaciones paterno-filiales, la familia como el cimiento de una personalidad, la humildad, el agradecimiento, el perdón…) Por otra parte, la puesta en escena de Kenneth Branagh, debido a su tradición shakesperiana, no es nada fofa o sentimentalmente blanda, sin dejar de ser un cuento infantil. Además, el despliegue de medios en el departamento de arte hace que en algún momento, como en la secuencia del baile en palacio, nos veamos trasportados al Gatopardo de Visconti.
Excelente y elegante versión
La animación digital está al servicio de la historia, sin autocomplacencia, y resuelve muy bien los elementos mágicos, como por ejemplo todo lo que tiene que ver con los favores del hada madrina. Hada, por cierto, interpretada por Helena Bonham Carter, en un papel que no carece de ironía al tratarse de la actriz bruja por excelencia. Y es que toda la película está atravesada de un fino sentido del humor, que viene muy bien para una historia que tiene tanto componente trágico. También resulta irónico ver al actor Stellan Skarsgard, uno de los más duros del panorama interpretativo actual, haciendo del Duque –patético personaje en la versión animada–. Y para coronar los homenajes shakesperianos, la película cuenta con la actuación de Derek Jacobi, famoso por sus papeles en adaptaciones de Shakespeare en los noventa.
En resumen, una excelente y elegante versión del cuento, que podrán disfrutar pequeños y adultos sin sorpresas desagradables o guiños posmodernos.
Juan Orellana
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