Unos 25 jóvenes de Madrid y de otras seis diócesis españolas viajaron a Siria, hace unas semanas, invitados por la comunidad católica de rito armenio. Buscaban conocer a la Iglesia local y promocionar la JMJ, pero se encontraron con mucho más
Empezaron el año en Siria, algunos de cuyos lugares más importantes -Damasco, y otros, desconocidos para muchos, como Aleppo, Hama, Hors o Palmira- visitaron; celebraron fiestas armenias y árabes; escucharon hablar el arameo -la lengua de Jesús-, y se reunieron con líderes musulmanes, ortodoxos y católicos de diversos ritos -maronitas, armenios, sirio-católicos, caldeos-. Pero, de estas experiencias acumuladas en una docena de días, los 25 jóvenes que viajaron a Siria con la Delegación diocesana de Madrid recuerdan, sobre todo, a la gente.
La mayor parte del grupo se alojó con familias que les abrieron sus puertas. Marta García-Perrote, por ejemplo, se alojó con un matrimonio joven, George y Dadi Mangaka, y sus hijas, Mira y Lea: «No han dejado de demostrarnos que su casa era nuestra casa. Excepto el padre, nadie más hablaba inglés, pero lo cierto es que el idioma del amor se hace entender perfectamente»; tanto que, al día de llegar, se sentía ya parte de la familia.
Santiago Diego Pérez de Camino también destaca «la hospitalidad y el derroche de felicidad con que tratan a la gente», a pesar de tratarse de un país «del segundo mundo, con carreteras irregulares, y coches y edificios antiguos».
El proyecto de esta visita surgió durante la clausura del Año Paulino, que el arzobispo de Madrid, cardenal Antonio María Rouco, celebró en Siria, enviado por el Papa Benedicto XVI. Allí, monseñor Boutros Marayati, arzobispo católico armenio de Aleppo, le invitó a que una delegación española visitara el país. «Pretendíamos -añade Santiago- tender un puente con los cristianos de Siria, conocer un poco más la cultura y la fe en ese país, y promocionar entre los jóvenes la Jornada Mundial de la Juventud de Madrid 2011».
Al apuntarse al viaje, tanto Marta como Santiago querían conocer cómo se vive la fe católica en un país musulmán. Santiago subraya, en este sentido, «el espíritu de fortaleza de la Iglesia. Sin estar perseguidos, el hecho de ser minoría les hace cuidar mucho la liturgia, las costumbres» y sus ritos. En ellos, «le dan mucha importancia a la Palabra de Dios; tienen ornamentos muy variados y ricos en colores; y, en ritos como el armenio, usan cortinas en algunos momentos de la Eucaristía. Destaca también su trabajo por la paz y el ecumenismo».
Durante su visita, los jóvenes madrileños han estado acompañados en todo momento de católicos sirios, que «hacían todo lo posible para organizar el trabajo, la familia y la casa, y estar con nuestro grupo, atendiéndonos». Esto les ha permitido «conocer Siria con los propios sirios, no como una turista más». Y, al regresar, Marta hace una reflexión: «Su hospitalidad y generosidad nos hace plantearnos si nos comportaríamos igual a la hora de acoger a un grupo de extraños extranjeros. Un buen momento para demostrarlo es la JMJ».
alfayomega.es
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