domingo, 4 de enero de 2015

Miles de familias celebran la Jornada de la Sagrada Familia en Madrid







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Monseñor Osoro regaló esta estampita, diseñada por él mismo, a las familiasMonseñor Carlos Osoro compuso una oración y dibujó de su puño y letra las ilustraciones de la estampita que regaló a las más de dos mil familias que se acercaron a recibir su bendición a los pies de la Virgen de la Almudena.La primera ilustración, con la leyenda: «Nos une el amor de Cristo», representa a un matrimonio envuelto por el Amor del Señor, que brota desde el seno de la Virgen María. Ese Amor, que es Dios mismo, hace que la familia viva unida, y sea –se lee en la siguiente viñeta– «una familia que se quiere como la de Nazaret».La familia que pone a Dios en el centro es una familia que da vida y que está abierta al mundo, atenta a las necesidades de los demás, en particular a los que padecen pobrezas de tipo material, social o espiritual. Esta familia fecunda aparece representada en la última de las ilustraciones con tres generaciones: abuelos, padres y nietos.

La oración que abre la estampita dice:
Damos gracias a Dios, porque
unidos en el amor de Cristo
en nuestro matrimonio, hemos
tenido la gracia de ser una familia
que se quiere como la de Nazaret y que se quiere como la de Nazaret
y que vive dando la vida al mundo
y regalando la alegría del Evangelio
Amén
Protagonistas de un tiempo nuevo

Niños, padres, abuelos… Miles de familias llenaron durante todo el domingo la catedral de la Almudena, para celebrar la Jornada de la Sagrada Familia. Monseñor Osoro recibió y bendijo personalmente a todas las que quisieron acercarse a saludarle. En la cripta, se celebró una cadena de adoración eucarística de 24 horas por las necesidades de las familias
Vivimos un cambio de época. Se necesita «hoy más que nunca» el testimonio de familias cristianas que anuncien el Evangelio. Ésta fue una idea repetida de principio a fin por monseñor Osoro, durante las más de 24 horas de celebración de la Jornada de la Sagrada Familia en Madrid. «Una nueva época está naciendo», y «no podemos retirarnos los cristianos de algo que nace», decía el arzobispo cercanas ya las 8 de la tarde, al término de rezo de Vísperas en la catedral, con el que se puso fin a los actos.
«El Señor nos ha elegido para que seamos santos, pero no con nuestra fuerza, sino con la fuerza y la santidad de Jesucristo», añadió don Carlos. «Somos su rostro, somos su presencia. ¡Salgamos a este mundo, a todos los lugares donde vivimos! No tengamos miedo de mostrar ese rostro, porque, a pesar de que nos veamos pequeños, quizá sin fuerzas, la fuerza la pone el Señor». Desde ese convencimiento («¿Qué miedo puede tener un cristiano, si tiene la vida del Señor por el Bautismo?»), monseñor Osoro exhortó a las familias cristianas a estar «siempre alegres», y también a saber mirar a su alrededor, porque «tenemos que aprender» de los demás. «Todo lo que es verdadero, noble, justo, amable, laudable, si lo encontráis por ahí, y veis que lo tienen otros, recogedlo. ¡Es de Dios!»
Terminado el rezo de Vísperas, monseñor Osoro aún tuvo tiempo de conversar animadamente con las parejas de novios a las que acababa de dar la bendición, y con los músicos de la Orquesta y Coro de la JMJ. Nada en su aspecto ni en su ánimo delataba el tremendo desgaste físico al que se había sometido.
Poco después de las 10 de la mañana, monseñor Osoro había empezado a bendecir a las familias que, desde unas horas antes, hacían cola en la catedral. La bendición se interrumpió a las 12, para la celebración de la Misa, concelebrada por el nuncio del Papa, monseñor Renzo Fratini, y el obispo auxiliar de Madrid monseñor Fidel Herráez. Terminada la Eucaristía, monseñor Ososo siguió recibiendo a familias, y sólo se permitió una breve pausa para tomar el caldo que le habían llevado a la sacristía.
Cada familia o grupo se hizo una foto con el arzobispo. Unas 2.100 fotos se han publicado en la página web del Arzobispado (www.archimadrid.es), a disposición de los interesados. Teniendo en cuenta que hubo gran cantidad de familias numerosas y extensas (con tíos y primos), y también grupos de parroquias o asociaciones, hablar de 12 ó 13 mil personas es un cálculo relativamente conservador. A estas cifras hay que añadir las 2.500 personas que participaron en la Misa en la catedral, y las 1.500 que tuvieron que conformarse con seguirla desde la pantalla instalada en el exterior, en la Plaza. Y las centenares, miles, que hicieron turnos de adoración al Santísimo en la cripta de la catedral desde las 7 de la tarde del sábado, o las que abarrotaron nuevamente en la tarde del domingo la catedral para el rezo de Vísperas.

Sonrisas y lágrimas
La familia López Ríos fue la primera en recibir la bendición del arzobispo. Félix, Esther y sus cinco hijos celebraron el domingo el cumpleaños de Marta, una de las pequeñas, con un madrugón para poder estar poco después de las 8 en la catedral. Así les dio tiempo a saludar a don Carlos, invitarle a la celebración del 40 aniversario del Colegio de Fomento Los Olmos (en el barrio de la Estrella), desayunar en una cafetería cercana, y coger buen sitio para la Misa.
No hubo muchas, pero sí resultó llamativa la presencia de personas solas, como una mujer mayor que contaba, tras recibir la bendición del obispo, que cada año ha participado en la Misa de la Sagrada Familia, en la Plaza de Colón, para pedir por sus hijos, alejados de la Iglesia, alguno de los cuales arrastra serios problemas familiares y personales. Como ella, otras muchas personas le pidieron a don Carlos oración por terribles dramas personales: abortos en la familia, enfermedades, rupturas, infidelidades… También asistieron embarazadas que querían compartir con monseñor Osoro su alegría por el nuevo hijo, novios a punto de casarse, padres con niños que se aprendieron para el nuevo arzobispo una poesía para felicitarle la Navidad…
Don Carlos tiene para cada persona una sonrisa, una palabra amable, un consejo… A las familias, se las ve marcharse felices, sonrientes. Cuando se les pregunta por el nuevo formato de la Misa de la Sagrada Familia, lo califican de preciosoentrañablemuy emotivo
Todas reconocen que las celebraciones de los últimos años, en la Plaza de Colón, dieron relieve público a la fiesta de la Sagrada Familia, y destacan la necesidad de dar testimonio público de la familia en una cultura que a menudo ignora –cuando no agrede– a las que llama familias tradicionales. Monseñor Osoro –arzobispo de Oviedo, primero, y después de Valencia– fue uno de los habituales en las Misas de Colón, pero este año, tras escuchar a los demás obispos españoles y a los sacerdotes de Madrid, optó por dar paso a este nuevo formato, local y diocesano.

Un río de gracia
Mientras una riada humana desfilaba por la Almudena, unos metros más abajo, en la cripta de la catedral, se celebraba una cadena de 24 horas de adoración eucarística, desde las 7 de la tarde del sábado. De aquí –decía al comienzo el sacerdote don Fernando Simón, Delegado de Pastoral Familiar–, «va a brotar un río que va a llegar a muchísima gente; que va a tocar el corazón de multitud de matrimonios en crisis, que sufren, que tienen problemas. No los veis, pero habrá miles de matrimonios que deseen quererse más, matrimonios que no se rompan, mujeres que no aborten…»
La adoración se inició con la celebración de la Misa, presidida por el sacerdote don Jesús Higueras, párroco de Santa María de Caná (Pozuelo de Alarcón), parroquia que tenía a su cargo el primero de los turnos de adoración. Monseñor Osoro se dedicaba mientras a confesar a algunos fieles. Tras la Misa, el arzobispo dirigió unas breves palabras, pidiendo a Dios «ánimo» para todas las familias cristianas, para «que sean familias valientes», que, «con su testimonio de vida, se sientan responsables de entregar y anunciar la alegría del Evangelio». Dicho esto, se unió a la asamblea en adoración.

Protagonismo de toda la diócesis
Unas parroquias fueron dando el relevo a otras en la cripta durante toda la noche y el día siguiente. La organización tuvo este año especial cuidado en que todas las parroquias, movimientos, asociaciones… tuvieran su espacio; en que ésta fuera una fiesta en la que toda la diócesis pudiera sentirse protagonista.
El domingo, en la Misa, lee la admonición de entrada una mujer invidente, acompañada de su familia; la Primera lectura corre a cargo de un padre de familia gitano, junto a su mujer y sus hijos. Lee la Segunda lectura una familia del movimiento Comunión y Liberación.
«Necesitamos, necesita este mundo, la fecundidad de la familia cristiana», diría don Carlos en la homilía. «Trabajemos en apoyo de las familias fundadas en el matrimonio. ¡Eso sí que es garantizar el futuro de la Humanidad!», añadió. La familia cristiana, la que pone a Dios en su centro, es «lo más actual y lo más moderno. Lo antiguo», lo que no tiene futuro, porque no puede proporcionarlo, «es vivir marginando a Dios».
Tras la homilía, las familias cristianas renuevan su compromiso apostólico. «Queridos esposos, padres, abuelos, hijos: ¿queréis perseverar en la misión de custodiar, manifestar y comunicar el amor de Dios por la Humanidad, y el amor de Cristo por la Iglesia, su esposa?», les pregunta don Carlos. «¿Queréis ser testigos de un amor nuevo, de una alegría grande, que será el fermento de una cultura renovada, que pasa por la defensa del amor y de la vida como bienes básicos y comunes de la Humanidad?… ¿Queréis experimentar siempre la alegría del Evangelio de la familia, y ser testigos de esta alegría, en los hogares, en la Iglesia y en la sociedad, de modo particular allí donde las diversas pobrezas materiales, sociales o espirituales precisan de un anuncio convincente de esperanza y salvación?»
Terminada la fiesta de la Sagrada Familia, se recogen los donativos depositados por las familias, que serán entregados a los arciprestazgos de las zonas con mayores necesidades de Madrid. En otra urna, las familias depositaron sus intenciones, que la archidiócesis encomendará a diversas comunidades de contemplativas.

Ricardo Benjumea






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Sin miedo de decir por Quién eres feliz
Las familias López Riobó y Martínez Lois se acercaron a la catedral de la Almudena, en un día gris, frío y desapacible «para vivir la Navidad en familia y dar un testimonio de fe, y para compartir con otras familias de Madrid un día tan bonito y una Eucaristía tan especial»; y también «porque nos ha convocado nuestro obispo, y eso nos ha hecho vencer la pereza y preguntarnos: Señor, ¿que quieres hoy de nosotros?, y así hemos venido hoy a la catedral: a vivir nuestra fe y vivirla en familia». Estas pequeñas Iglesias domésticas viven la fe en familia de un modo especial, pues los más pequeños son protagonistas: «Muchas veces, aunque pueda parecer extraño, lo hacemos fijándonos en los niños, que son los que más muestras de fe dan, desde su inocencia y su forma de creer sin dudar en un Dios que es Niño, como ellos».
Eso, para las familias Gatel Redondo y Ferrer Gatel, se hace más fácil: con 20 primos –de momento–, los más pequeños afirman que, «aunque a veces se hace un poco pesado, es mejor tener hermanos». Y sus padres tienen claro que buena parte de su educación se basa en «intentar darles ejemplo y que vayan conociendo poco a poco la vida de Cristo». Para ello, «un momento privilegiado para rezar es por la noche, rezando en familia, antes de dormir, y ya hay alguno que reza solo, para poder hablar mejor con Jesús, contarle cómo nos ha ido el día y darle gracias por todo».
Ese momento de la noche es el que también eligen los Giménez Samaniego (en la foto), que se acercaron a la catedral con sus seis hijos «para vivir la fiesta de la Sagrada Familia con toda la Iglesia. La Sagrada Familia es un modelo para nosotros, y queremos vivir como ellos, queriéndonos y rezando en familia». Para ello, un momento especial lo constituyen las noches de los fines de semana, «pues tenemos un poco más de tiempo y podemos rezar Completas juntos. A veces, es un poco caótico, pero es una forma de introducirles en la Oración que reza toda la Iglesia. Les gusta mucho, se van repartiendo las lecturas… También intentamos cuidar la oración conyugal, porque el matrimonio tiene que estar fuerte para luego poder transmitir a los hijos la fe. Intentamos hacer oración personal y matrimonial, cuando podemos, porque a veces no es fácil…»
Durante la celebración, monseñor Osoro se preguntaba: «¿Cómo entregar la Belleza, que es Dios mismo, en este momento en el que se está fraguando ciertamente una nueva época de la Historia? La familia cristiana, la Iglesia doméstica, debe asumir su responsabilidad en esta tarea». Los Giménez Samaniego recogen así el desafío: «Cuando hablas con la gente y les dices que tienes seis hijos, eso ya es un primer testimonio; luego, en los trabajos, con los vecinos, hay que hablar claramente de lo feliz que eres con tu familia, con tu fe… ¡Es una bendición! Se trata de ser un reflejo de la Luz que es Cristo, cada uno donde esté, en la oficina, con los vecinos…, sin tener miedo de decir por qué vives así. ¡Y Dios hace el resto! Eso siempre». Del mismo modo, las familias López Riobó y Martínez Lois confirman que «esto, en realidad, es un reto que nos supera, pero si somos instrumentos en manos del Señor, Él lo puede todo. Es más dejarnos hacer, para después dar ese testimonio que tanta gente necesita, que es verdad que a muchos les falta Dios». 

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