lunes, 15 de abril de 2013

El secreto del Papa Francisco, en dos libros


«El Libro de los Ejercicios, de san Ignacio, más que un libro para leer es un manual de instrucciones para el ejercicio espiritual. Algo semejante pasa con estos libros del cardenal Bergoglio. Son mucho más literarios que aquél de san Ignacio, pero hay que leerlos despacio, meditarlos, gustarlos... Su estilo es parecido al de los Santos Padres. Son libros para profundizar en el conocimiento del Señor en la oración, y para enderezar la vida hacia Él». Escribe monseñor Juan Antonio Martínez Camino, obispo auxiliar de Madrid y autor del prólogo a Mente abierta, corazón creyente

«La Primera Semana de los Ejercicios nos lleva
a dos cosas: al conocimiento y aborrecimiento
de los pecados, de las raíces y del espíritu mundano,
y a hablar de esto con Jesús, puesto en cruz.
Hay un solo camino seguro para adentrarnos
en el laberinto de nuestros pecados: ir agarrados
de la mano llagada de Jesús» (cardenal Bergoglio)
El próximo miércoles, serán presentados, en Madrid, dos libros del cardenal Bergoglio, hoy Papa Francisco, que, a mi modo de ver, encierran el secreto del nuevo obispo de Roma. Ambos recogen meditaciones que el entonces cardenal arzobispo de Buenos Aires proponía como caminos de oración y revisión de vida en Ejercicios espirituales. Uno de ellos recoge los Ejercicios que dio a los obispos españoles en enero de 2006: lleva el título de En Él solo la esperanza. El otro, titulado Mente abierta, corazón creyente, incluye cuatro tandas de Ejercicios dados principalmente a sacerdotes y personas de especial consagración. En los dos, pone el autor el corazón y empeña los recursos aprendidos de san Ignacio para movilizar las vidas hacia Dios, hacia la Iglesia y hacia los hermanos. Por eso digo que en ellos se encierra la clave del alma de pastor del nuevo Papa, y también, casi seguro, el secreto de su vida.
Yo he conocido personalmente al Papa Francisco precisamente con ocasión de aquellos Ejercicios de 2006. Entonces pude conocer también los textos que ahora se publican en el primero de los libros mencionados. El segundo llegó a mis manos, en su edición argentina, por un camino muy curioso, ligado también a los Ejercicios espirituales de aquel año. Lo cuento aquí, porque revela mucho de la personalidad del autor, hoy el Papa, que es bueno que se vaya conociendo.
El café de las 11
Al día siguiente de la elección del cardenal arzobispo de Buenos Aires como Papa, entre las muchas llamadas telefónicas de congratulación que sonaron en mi despacho, hubo una muy original. Era la Hermana Piedad, religiosa más llena todavía de sabiduría y bondad que de años, que atendía hasta el curso pasado la portería de la Casa donde la Conferencia Episcopal ofrece todos los años a los obispos la posibilidad de retirarse para hacer Ejercicios Espirituales.
-¿Te acuerdas -me decía la Hermana, llena de emoción- cuando el cardenal Bergoglio dio los Ejercicios a los obispos en enero de 2006? Pues estas pasadas Navidades me ha enviado, desde Buenos Aires, su último libro:Mente abierta, corazón creyente.
-¡Qué bien, Hermana! Si me lo presta, ahora mismo paso a recogerlo.
-Claro que te lo dejo, pero me lo devuelves pronto, porque todas las Hermanas quieren verlo, pues trae una foto muy bonita del Papa. ¿Sabes una cosa que pasó en aquellos Ejercicios con el cardenal Bergoglio?
-¿Qué pasó?
-Pues que, cuando me puse a su disposición en la portería, le pregunté que si le gustaba el café. Y me dijo que sí, que era muy cafetero. Entonces cogí las monedas y le saqué un café de la máquina que tenemos allí. Y también otro para mí. Luego, venía todos los días a las 11. Yo cogía las monedas y le sacaba el café. Pero un día pasaron las once y él no se presentó. Pensé que, si no venía, con lo cafetero que era, sería porque tenía alguna entrevista importante. Cogí las monedas, saqué el café y me puse en camino hacia su despacho. Cuando me vio llegar con el café, le dijo con mucho cariño a la Superiora, que estaba hablando con él: «¡Esta Hermana que me trae el café, se va a ir derechita al infierno!...» Pero ¿sabes que pasó después?
-¿Qué pasó, Hermana?
-Pues que, desde entonces, el cardenal me ha venido escribiendo todos los años desde Buenos Aires por Navidad felicitándome las Pascuas, pidiendo que rece por él, y diciéndome que echa de menos el café de las 11; este año, además, me mandaba el libro.
Como si fuese la única persona en el mundo

El cardenal Bergoglio,
junto a Martínez Camino, en 2006
El cardenal Bergoglio es un hombre de memoria agradecida, que atiende a las personas que Dios pone en su camino con verdadero cuidado, como si cada una fuera la única del mundo. Con gestos como éste, escribiendo cada año a la Hermana Piedad, la del café de las 11, un pastor puede enseñar, igual o mejor que lo hace con un Carta pastoral, que la persona es el centro de la misión de la Iglesia y la clave de su doctrina social. La atención a cada persona nunca es sólo un gesto individual, sino verdaderamente universal. Creo que esta enseñanza católica es de las más grabadas en el corazón del Papa Francisco.
El arte de este maestro en dar los Ejercicios consiste en no dejar nunca fuera de consideración lo que él llama la trama progresiva del método ignaciano, que él describe así: «El Principio y Fundamento nos da la base, la sabiduría de la indiferencia, la metodología del tanto-cuanto a la luz del más. La Primera Semana nos lleva a dos cosas fundamentales: al conocimiento y aborrecimiento de los pecados, de las raíces y del espíritu mundano, y también a hablar de esto con Jesús, puesto en cruz. Hay un solo camino seguro para adentrarnos en el laberinto de nuestros pecados: ir agarrados de la mano llagada de Jesús. En la Segunda Semana oiremos el llamado a trabajar por el Reino, entenderemos el sentido de la lucha, lo que está en juego, nos adentraremos en el sentido que tiene la única arma que se nos propone para vencer: la humildad, y haremos nuestra elección. En la Tercera y Cuarta Semanas se medita el Misterio Pascual, y -a través de él- nuestra integración en la comunidad y en la Iglesia. Y también, a su luz, la confirmación de la elección hecha».
Para conocer más al Señor y enderezar la vida
El Libro de los Ejercicios, de san Ignacio, más que un libro para leer es un manual de instrucciones para el ejercicio espiritual. Algo semejante pasa con estos libros del cardenal Bergoglio. Son mucho más literarios que aquél de san Ignacio, pero hay que leerlos despacio, meditarlos, gustarlos y acudir a los innumerables pasajes bíblicos a veces transcritos y otras veces sólo indicados. Su estilo es parecido al de los Santos Padres: la impronta personal del autor es inconfundible y, sin embargo, no se ofrece más que el sabroso pan de la Palabra, horneado desde el principio por la Tradición. Son libros para profundizar en el conocimiento del Señor en la oración y para enderezar la vida hacia Él.
Pero, si tuviera que entresacar algunas de las ideas que me parecen más centrales en la trama progresiva de los procesos de conversión que se ofrecen en estos libros -cosa nada fácil y un tanto aventurada-, elegiría estas tres: la alegría espiritual; la vida cristiana como lucha, y el realismo de la carne.
Tanto a Bergoglio como a Ratzinger les gusta citar el epitafio literario de san Ignacio. El profesor de Tubinga recurre a él varias veces en una de sus mejores obras, Introducción al cristianismo. El maestro ignaciano de Buenos Aires, en estos libros: Non coherceri maximo, contineri autem minimo divinum est, que, en traducción libre, quiere decir: El poder divino es el mayor, porque es el más pequeño. Dios es Dios porque no se olvida de los pequeños hasta hacerse, con ellos, el más pequeño. Es el escándalo bendito del Evangelio que la Iglesia custodia, anuncia y vive en sus propias carnes. El cardenal Bergoglio lo narra en estos libros con maestría: pienso que es el secreto del Papa Francisco.
+ Juan Antonio Martínez Camino
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