domingo, 2 de noviembre de 2008

RECUPERAR LA ALEGRÍA- COMO DISPONERNOS PARA LA CONFESIÓN

Nuestra conciencia está expuesta muchas veces a la deformación y al engaño. Por eso, la tarea formativa resulta tan decisiva, y dura toda la vida. La Palabra de Dios nos ayudará a orientar la conciencia siempre hacia el bien querido por Dios.
Ten siempre presente que Dios te creó por amor y quiere que seas feliz.
Conviene preparar la confesión con anterioridad.
Examen de conciencia: Es un análisis de cómo ha sido tu relación con Dios y con los demás desde la anterior confesión. El hombre está siempre obligado a seguir la voz de su conciencia. Así sabe lo que es justo y recto.
Sólo una conciencia bien formada es recta y veraz, porque formula sus juicios según la razón.
El arrepentimiento de nuestros pecados es pieza clave de la confesión. No importa que nos sintamos débiles. No se nos pide la seguridad de no volver a pecar sino el propósito actual de intentarlo.
Acércate al sacramento con fe y con total confianza en Dios. Fomenta el deseo sincero de recomponer tu amistad con él.
No hay que considerar la confesión como una carga embarazosa o dejarse llevar por el miedo. Se trata de una gran liberación.

"Dios lo sabe todo. Sabe por adelantado que después de haberte confesado pecarás de nuevo y, sin embargo, te perdona. ¡Qué amor el de nuestro Dios, que llega incluso a olvidar voluntariamente el futuro para perdonarnos!". (Santo Cura de Ars)
No sientas vergüenza a la hora de confesar tus pecados. Nadie te va a mirar como a un bicho raro. Ten presente que quien te escucha es el Señor y lo hace con una misericordia infinita.
Debemos confesar al sacerdote todos los pecados mortales.
Si temes olvidarte de algún pecado o no sabes cómo expresarte, pide al sacerdote que te pregunte y te ayude.
Recuerda que el confesor jamás revelará a nadie nada de lo que te acuses, porque está bajo el sigilo sacramental.
El aspecto humillante de la confesión desaparece cuando se recuerda que:
* el sacerdote es asimismo un pecador y también se confiesa.
* siente una admiración espontánea por la lealtad y la sencillez con las que se confiesa el penitente: se siente más sorprendido por esa sinceridad, que por los mismos pecados, que no tienen nada de original.
Lo que llevamos al sacerdote nos es sobre todo el reconocimiento de nuestra condición de pecadores y la voluntad de salir de ella.
No olvidemos que siempre tenemos derecho a confesarnos con el sacerdote con el que nos sintamos más cómodos

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