lunes, 28 de octubre de 2013

II Congreso de SIGNIS España: La mirada de la fe en el cine


Un atrio de los gentiles del celuloide
«El cine es un espacio donde» creyentes y no creyentes «podemos sentirnos muy cercanos», porque el amor al cine es indisoluble del amor al ser humano y a la realidad. La semana pasada, la Universidad Eclesiástica San Dámaso y otras ocho universidades españolas acogieron en II Congreso SIGNIS España. Uno de los platos fuertes de la cita fue el intercambio de experiencias entre Gracia Querejeta y Juan Manuel Cotelo. Al fin y al cabo, «SIGNIS existe para esto: para crear ámbitos de encuentro profundo y verdadero en torno al cine», explica Juan Orellana, Director de la entidad
alfayomega.es

Gracia Querejeta orienta a Arón Piper
durante el rodaje de 15 años y un día
Jon es un adolescente conflictivo a quien su madre decide enviar a vivir con su abuelo, para que lo meta en cintura. Su historia ofrece valiosas reflexiones sobre la soledad, las consecuencias de la ausencia del padre, el desconcierto en el que viven los adolescentes... Se trata de 15 años y un día, de Gracia Querejeta, y es la película que representará a España en los Óscar. Con ella, la cineasta ha vuelto al mundo de los adolescentes, que ya visitó con gran acierto en Héctor (2004), una cinta que ganó el Premio ¡Bravo!de la Conferencia Episcopal Española y el Premio Alfa y Omega a la mejor película española.
Héctor tiene también el mérito de ser una de las pocas películas españolas recientes que ofrece una imagen positiva de un sacerdote, que además juega un papel importante en la historia. «Nunca me han dado nada de miedo ese tipo de cosas -asegura la directora-. Quería una familia -¡la del protagonista!- que fuera a Misa, y un cura que no fuera el retrato crítico desde la intelectualidad. Yo no he tenido una educación religiosa al uso. He conocido muy pocos curas, pero he tenido la suerte de que los que he conocido eran bastante parecidos a ése: muy comprometidos con su parroquia, con su comunidad».
Cine de largo recorrido
Gracia Querejeta representa a ese mundo del cine con el que la Iglesia quiere dialogar, para buscar juntos las respuestas a las preguntas fundamentales del ser humano. Por ello, la próxima representante de España ante Hollywood acudió como invitada al II Congreso de SIGNIS España, que se celebró la semana pasada, de forma simultánea en varias universidades españolas, con el título La mirada de la fe en el cine. Frente a ella, estaba el también director Juan Manuel Cotelo, autor de La última cima, quien, hace unos años, vio claro que Dios le llamaba a usar su trabajo para compartir su fe. En un auténtico atrio de los gentiles del celuloide, ambos autores compartieron su visión del cine y del hombre, en respuesta a las preguntas que les iba formulando Juan Orellana, Director de SIGNIS España y crítico de cine de este semanario.
¿Qué buscan al hacer una película, cuál es su mayor gratificación?
Para Querejeta, que «los espectadores se diviertan, en el buen sentido, que se sumerjan en la historia y se identifiquen con los personajes. Pero, luego, también que provoque una reflexión, que quede algo. Mi padre [Elías Querejeta] decía que no hay cine que merezca la pena si no es de largo recorrido». En esta reflexión, para ella ocupa un lugar fundamental la familia. Le llaman la atención, sobre todo, «los vínculos tan cercanos que en ella se crean, fuente de satisfacción y también de conflicto. El hombre es un ser social, y la familia es un tema universal, clásico, que estará ahí por los siglos de los siglos».
También a Cotelo le interesan «las películas si me aportan una reflexión; y, si además me dan algo de luz, fenomenal». Por eso prefiere las historias con final abierto: «Yo, con unas convicciones personales grandes, [en mis trabajos] procuro trabajar sobre mis dudas. Sin miedo, me sumerjo en ellas y descubro mis propias conclusiones, pero no me gusta imponérselas al espectador, sino hacerle pensar: Si fueras el protagonista, ¿qué harías? Hacer una peli para decir que matar es malo es una pérdida de tiempo, porque todos estamos de acuerdo. Pongamos al espectador ante una decisión real difícil. Yo intento que el espectador tenga esa libertad, sin hacer buenos y malos, porque no creo en esa distinción. Hay hombres que dudan, que buscan hacer lo adecuado, y que, a veces, se equivocan».
Dramas, pero con esperanza
Dramas y dilemas no faltan en el cine actual, ni en las películas de ambos autores. ¿Por qué, entonces, ofrecen esperanza en vez de escepticismo?
«Muchas de mis películas podrían acabar realmente mal. Meto a los personajes en unos conflictos tan grandes, que al final suelo necesitar rescatarlos -reconoció Querejeta-. Es una necesidad personal mía: transmitir una sensación de alivio; esperanzarme a mí misma, buscar vías y maneras de salir adelante».
Quieras o no, transmites una ética

Juan Manuel Cotelo y el malabarista Paul Ponce,
uno de los protagonistas de su serie
de documentales Te puede pasar a ti
¿El cine puede cambiar a la gente?
«La mirada del director tiene una forma ética -responde-. Cuando cuentas una historia tuya, estás transmitiendo unos ciertos valores éticos, quieras o no. No creo que tenga que existir ese mensaje a las bravas, de forma obvia, pero claro que puede ayudar a la gente a reflexionar y replantearse asuntos, e incluso a cambiar». Aunque no siempre para bien. Cotelo compartió una historia que le ocurrió en 1989, cuando trabajaba en Los Ángeles. «Hice una película sobre una pandilla de delincuentes. El protagonista, de 23 años, había matado ya a ocho personas. En esa época, yo no pensaba mucho en el espectador, hasta que me dijo: Yo aprendí a matar viendo películas. No recuerdo una película que me hiciera bien. Entonces empiezas a rebobinar para ver qué has hecho tú, y te das cuenta de que tu espectador no es de madera», de «que nos afectamos. Esa frase me persigue».
Como sea verdad...
Afortunadamente, para Cotelo son más las experiencias positivas. Sobre todo, a raíz de La última cima, su documental sobre el sacerdote Pablo Domínguez. «Podría contar cientos de casos. Un crítico de cine que les había dicho a sus padres que nunca más iba a pisar una iglesia, un día encontró la película en Youtube y cometió el error de dar al Play. Se confesó después de once años», y «hoy es de Misa diaria». Él mismo vivió una experiencia fuerte, de la que nació la película: «Si, a mí, conocer a Pablo me cambia la vida, si mis amigos que no tienen fe se quedan enganchados con él, quizá a los espectadores les pase igual. No contarlo era una pena». Frente a esto, otros proyectos que tenía perdieron importancia.
Como concluyó Juan Orellana, amor al cine y amor al ser humano y a la realidad son indisolubles. «Por eso el cine es un espacio donde podemos sentirnos tan cercanos. SIGNIS existe para esto: para crear ámbitos de encuentro profundo y verdadero en torno al cine», como este Congreso, o los jurados paralelos que, desde hace 50 años, tienen en una treintena de festivales internacionales, para promover este diálogo y para conocer, y dar a conocer, películas que valgan la pena.
Son conscientes de que, como aseguró en su intervención Cotelo, «los temas de fe interesan». Como muestra, un seminario sobre este tema que el director organizó para estudiantes de Comunicación audiovisual en Valencia: «De 60 participantes, 42 se declaraban agnósticos. Habían ido porque decían: Estoy abierto a conocer la verdad de Dios. Si no es verdad, seguiré con mi vida. Pero como sea verdad... Mi vida acaba de cambiar».
María Martínez López

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