lunes, 3 de junio de 2013

El consiliario del MFC de Madrid habla de la fe en el boletín del MFC nacional



CONSIDERACIONES SOBRE EL CREDO DESDE EL MFC

La celebración del Año de la Fe ha hecho que la mirada y el interés de los creyentes se haya dirigido de un modo nuevo al Credo, al Símbolo de la Fe.  De este modo no son pocas las iniciativas que han ido surgiendo en las diferentes comunidades cristianas a propósito del Credo; ahí están, por citar sólo algunas, las catequesis sobre el Credo iniciadas por Benedicto XVI, las propuestas a este respecto en numerosas Diócesis y la publicación del Pontificio Consejo para la Promoción de la Nueva Evangelización Vivir el año de la fe (San Pablo, Madrid 2012). También desde el Movimiento Familiar Cristiano hemos desarrollado iniciativas al respecto, me refiero en especial  a “Youcat. Materiales que desarrollan parcialmente el catecismo de la Iglesia Católica para grupos de niños, adolescentes y jóvenes” (Partes I y II)[1], pero también los mismos materiales de trabajo de nuestras reuniones[2].
                En el mismo sentido el recurso al Catecismo de la Iglesia Católica se ha centrado sobre todo en su primara parte “La profesión de fe” (nn 26-1065)[3].  Este centrarse en el Credo, manifestado en estas líneas, es expresión clara de aquello que ya manifestara Romano Guardini en 1935: “La fe es su contenido”[4] y testimonia “cómo los contenidos esenciales que desde siglos constituyen el patrimonio de todos los creyentes tienen necesidad de ser confirmados, comprendidos y profundizados de manera siempre nueva, con el fin de dar un testimonio coherente en condiciones históricas distintas a la del pasados” (Porta fidei, 4). Esto es lo que se descubre en el Catecismo de la Iglesia Católica, el cual, configurado sobre el Creso, presenta el núcleo central de las verdades de la fe en un lenguaje más inteligible a los hombres de nuestro tiempo, a nosotros[5].
                De este modo, Benedicto XVI, en el nuevo ciclo de catequesis que comenzó el 17 de Octubre de 2012, dentro del Año de la Fe, señalaba que acudir al Credo se presenta como una necesidad para todos y cada uno de notros, de modo que sea mejor conocido, entendido y orado, más aún, reconocido por nosotros, descubriendo así la profunda conexión entre la verdad que profesamos en el Credo y nuestra vida cotidiana, para que estas verdades sean real y efectivamente luz para los pasos en nuestro vivir, y vida que vence ciertos desiertos de la vida contemporánea[6].
                ¿Desde dónde, no obstante, surge esta necesidad? De la misma realidad de la fe, que es algo más que un sentimiento o una mera costumbre; desde los que supone el decir “Creo”, que no es un situarse en el terreno de la opinión, sino en el de la afirmación, la constatación y la adhesión. Desde ahí surge en el creyente la necesidad de saber qué es lo que cree, la necesidad de comprender aquello que dice creer. Surge del hecho de no inventarse uno la fe, sino de ser la fe algo que se recibe y a lo que el creyente se adhiere cuando dice “Sí, creo”, como ocurre en la profesión de fe bautismal. Una adhesión a Dios y a las verdades de la fe manifestadas en el Credo que se realiza en la comunidad de los creyentes, en la cual recibimos el Credo, símbolo y síntesis de la fe, fruto del esfuerzo del hombre creyente por comprender la manifestación que de sí mismo ha ido haciendo Dios a lo largo de la historia de la salvación y que se nos entrega y acogemos como regalo, como don, como bellamente es significado en la entrega del Credo en el catecumenado bautismal
                Ahí está la bella denominación utilizada desde siempre para referirse al Credo, con todo lo que contiene su significado: Símbolo de la fe. El termino símbolo, en la antigüedad no se refería sin más a algo que convencionalmente remite a otra realidad; sino que era una parte de esa realidad, sin la cual la realidad estaba incompleta. El símbolo –y este es el significado que tiene cuando se denomina así al Credo- era una de las dos partes en que algo era dividido (una sortija, un bastón, una placa) y que, por lo tanto, reclamaba la otra parte y desde ahí servía para reconocer al que portaba una de las partes. El símbolo era un instrumento de reconocimiento mutuo y, a la vez que creaba este reconocimiento mutuo entre los portadores de las partes, creaba unidad[7]. De este modo, el denominar a la Profesión de fe, al Credo, Símbolo, nos ofrece uno de los rasgos más hermosos de esta: el remitirnos a los otros, al nosotros de los creyentes y a Dios, a la comunidad de los creyentes. Ofrece la posibilidad de reconocerme como parte de ese todo que es la comunidad de los creyentes, la dimensión comunitaria de la fe, su eclesialidad. La fe es así algo que yo recibo y a lo que me adhiero con todo mi ser y en ello, desde el nosotros de la fe, encuentro la posibilidad de la fe y su unidad.
                Un último aspecto a indicar en estas pinceladas: la relación del Credo con nuestra vida cotidiana o lo que podríamos denominar su dimensión ética. A este respecto afirmaba Benedicto XVI en la mencionada catequesis: “En el Credo se injerta la vida moral del cristiano, que en él encuentra su fundamento y justificación”. Esta relación e inserción han sido una constante en la vida de la Iglesia, siendo la liturgia bautismal uno de los lugares donde se percibe al ir precedidas las preguntas relativas a la Profesión de fe de la triple renuncia. Lo indicado va, de este modo, más lejos de la simple exigencia moral de algunas de las verdades del Credo, como la fe en Dios Creador o la fe en la resurrección de la carne, por ejemplo, cuyas implicaciones éticas se descubren con facilidad. Se expresa así como la incorporación a Cristo y la Iglesia supone una Profesión de fe concreta, la cual se manifiesta en una forma de vida concreta, que, caracterizada por el seguimiento de Cristo, se concreta y ve en ese modo de vida marcado por la renuncia al pecado. De este modo, la Profesión de fe, el Credo, no es sólo unas ideas que repetimos sin más, sino expresión de una vida y manifestación de la unidad de la persona y de la unidad de la vida de fe, así como de lo que ella sin disociaciones, expresión de aquello que encontramos en Deus Caritas est 1: “Hemos creído en el amor de Dios: así puede expresar el cristiano la opción fundamental de su vida. No se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva”.

José-Juan Fresnillo Ahijón
Consiliario MFC-Archidiócesis de Madrid




[1] Pueden descargarse en http://movimadrid.blogspot.com.es/
[2] Así el de este año: J.A. Paredes; La senda de la fe. CCS. Madrid 2012.
[3] También el MFC tiene un material para poderlo trabajar: Hacia la fe en Jesús (Actualizado). Guiones para la reflexión y el diálogo.
[4] Vid. R. Guardini: Vom Leben des Glaubens, Mainz 1935. Trad. Esp. Rialp, Madrid3 1963.
[5] Cf. Benedicto XVI, Catequesis del 17 de Octubre de 2012.
[6] Id.
[7] J. Ratzinger, Introducción al Cristianismo. Sígueme. Salamanca8 1996, 71-72.

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