miércoles, 30 de septiembre de 2009

Esclavos de la botella antes de cumplir los veinte años


“Empecé a beber a los 13 años. El alcohol me producía una falsa alegría, desinhibición. A los 19 tuve un ataque de ansiedad y entonces comencé a beber para quitarme la ansiedad; cada vez bebía más y tenía más ansiedad. El alcohol es un engañabobos”. Este es el testimonio de Juan. Hoy tiene 34 años y está rehabilitado, pero su juventud han sido un infierno por culpa del alcohol. “Empecé a darme cuenta a los 25 años. Si no bebía no podía hacer nada, porque venían los temblores, la inseguridad… Me levantaba que no podía ni abrocharme los botones y me tenía que meter cuatro o cinco latigazos de whisky para empezar a funcionar“. Decidió pedir ayuda y la encontró en la Asociación de Alcohólicos de Madrid donde, como él, muchos otros -de todas las edades y clases sociales- emprendieron el camino de una nueva vida, sin la atadura de la botella.

José Luis Hernández Parcet, coordinador del Gabinete Técnico de esta asociación, explica a ALBA que “el alcohol es la puerta de entrada de muchas otras sustancias” y alerta de que, “desde hace diez años, no recibimos a alcohólicos puros; la gente joven es policonsumidora y el inicio del problema casi siempre fue el alcohol”.

Una nueva forma de beber

Al hablar de alcoholismo juvenil José Luis no quiere ser alarmista, pero sí realista. “El botellón en sí mismo es peligroso por la forma de beber que implica. Antes había una forma de consumo digamos mediterránea: se bebía cerveza y vino y se bebía mucho, pero en un espacio amplio de tiempo. Ahora es un atracón. Consiste en beber mucho y en muy poco tiempo buscando el punto“. Ese es el ocio que más gusta a casi la mitad de los jóvenes de hoy en día. Jóvenes que pueden acabar viendo destruido su entorno familiar, sus expectativas laborales… su mundo.

“El problema que tenemos los alcohólicos es que creemos que podemos controlar, pero no es así. Y no nos damos cuenta hasta que la gente empieza a apartarse un poco de nosotros. Me di cuenta de que había tocado fondo el día que no pude ir a trabajar porque tuve delirium tremens. Tenía alucinaciones, como si se me cayera el piso encima y pensé que me iba a tirar por la ventana”. El que habla es José Luis. No llega a la treintena, pero ya es consciente de haber tirado demasiadas cosas por la borda. “Rompí con la chica con que me iba a casar por culpa del alcohol. Una noche volví eufórico de alcohol y estuve a punto de agredirla físicamente”.

Fuente: Alba

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