lunes, 13 de mayo de 2013

Libro del párroco de la sede del MFC de Madrid:De profesión cura


«Pobre del que pretenda hacerse idea de lo que es un sacerdote a través de los medios»

En esta entrevista para InfoCatólica, Jorge González Guadalix, párroco de Madrid, nos habla de lo que es ser cura de parroquia sin caricaturas ni idealizaciones, el secreto para tener tiempo para todo, las ganas de hablar de Dios, la felicidad de dar la vida, la generosidad de los fieles, los frutos de la creación de una capilla de adoración perpetua y hasta la construcción de tres templos parroquiales.

(Bruno Moreno/InfoCatólica) D. Jorge González Guadalix fue ordenado sacerdote hace treinta años y es párroco de la parroquia de la Beata María Ana Mogas, en el barrio madrileño de Tres Olivos. Acaba de publicar un libro con el mismo título de su blog en la Editorial Vita Brevis: De profesión, cura. El libro se presentará mañana viernes 10 de mayo, a las 20:00, en su parroquia.
D. Jorge, tiene usted una parroquia grande y llena de actividades, hace poco ha inaugurado una capilla de adoración perpetua, escribe un blog muy leído... y ahora publica un libro. ¿Cómo le da la vida para tanto?
Eso sí que es un misterio. De siempre me ha cundido mucho el tiempo, supongo que es un regalo que me hizo Dios. Mezcla de organización, de inquietudes, ilusión por llegar a la gente, ganas de hablar de Dios.
Si a eso unimos que la televisión no me entusiasma, que no soy futbolero, no salgo demasiado y que me gusta estar en la parroquia, pues con algo hay que entretener el tiempo.
Como título del libro, ha elegido el nombre de su blog, «De profesión, cura». ¿Por qué ese título?
Es que es a lo que me dedico: a lo que siempre se ha llamado la cura de almas en una parroquia, de ahí la palabra «cura». Otros son médicos, funcionarios, obreros, conductores, informáticos, jueces, artesanos o amas de casa. Yo soy cura. A eso dedico mi tiempo y por ello recibo unos emolumentos.
Gente me dice que ser cura debería ser vocación, no profesión. Ojalá todas las profesiones se ejercieran como auténtica vocación. Por eso digo que soy cura de profesión, eso sí, por vocación y tratando de vivirlo como vocación.
No es fácil escribir un libro que consiga hacer reír y también llorar a los lectores, como el suyo. ¿De qué trata?
De la normalidad de un cura de parroquia. En la vida de cualquiera hay momentos de risa y llanto, por eso en el libro pueden encontrarse. Es justo lo que cuento: el día a día, cosas muy sencillas y a la vez profundas, gestos que emocionan, retos que llenan de gozo, sorpresas que elevan el alma, golpes también que te hieren. Así es la vida
¿De verdad cree que un libro sobre parroquias y un sacerdote diocesano, sin escándalos ni nadie que salga del armario o insulte al papa, puede tener lectores hoy en día?
Hay mucha gente harta de escándalos, televisiones, primeras páginas y cosas extrañas, que necesita conocer las cosas en su normalidad. Gente corriente que busca la realidad de las cosas, no la caricatura, a la que le resulta curioso conocer lo que es un cura por dentro, cómo reza, qué hace en casa, qué siente al celebrar cada misa, cómo vive una parroquia, qué le dice la gente, las anécdotas. Creo que esa gente disfrutará con el libro.
En el libro, suena usted feliz y orgulloso de ser cura. ¿No dicen por ahí que el celibato, la fe católica, la obediencia al obispo y el magisterio de la Iglesia sólo sirven para hacer infelices a la gente?
Es lo que interesa vender. Estamos en la era de lo light y de la cultura new age, que pretende hacernos creer que para ser feliz uno tiene que vivir sin comprometerse con nada ni con nadie, sujeto a sus propios caprichos sin más regla que sus ocurrencias disfrazadas de maduración del yo. Es una barbaridad.
Lo que hace al hombre libre y feliz es entregar su vida libremente a una causa y después tratar de vivir en coherencia. Si Dios me ha llamado a ser sacerdote, pues a responder con alegría y generosidad viviendo el gozo de ser cura en la Iglesia, tal, y como la Iglesia me pide. La infelicidad viene del sí pero no, del vale, pero depende. Eso solamente produce insatisfacción y tristeza.
¿Cree que la imagen que dan los medios de comunicación sobre el sacerdocio es real?
Normalmente es una caricatura. Los hay que sólo buscan detalles morbosos o se fijan en cuestiones puntuales con el único fin de desprestigiar a la Iglesia. Pero tampoco me convencen otros medios que nos presentan como ángeles casi con alas y todo. Supongo que es lo que vende. Pobre del que pretenda hacerse idea de lo que es un sacerdote a través de los medios.
Una de las cosas que ha tenido que hacer como párroco ha sido construir el templo parroquial, sus locales y las viviendas sacerdotales. ¿Qué consejos daría a otros sacerdotes en la misma tesitura?
Pues que también hay que dedicarse a esas cosas. Este ha sido el tercer templo que me ha tocado levantar. La evangelización, la comunidad, necesitan espacios de celebración, de encuentro que hagan posible la acción pastoral.
Por tanto si una comunidad no tiene los mínimos para vivir su fe, habrá que ver cómo proporcionárselos. Es una tarea muy complicada que necesita el concurso de los fieles y los organismos diocesanos, pero que es vital. A los compañeros les diría que tengan mucho ánimo, que trabajen por ello, que impliquen a los fieles, que se dejen ayudar y aconsejar por su diócesis, y que se lo pidan al Señor de corazón.
Por cierto, ¿está contento con la capilla de adoración perpetua que inauguró en su parroquia?
Estoy muy feliz. Creo que es lo más grande que como parroquia hemos hecho y ya estoy viendo los frutos. Con el paso del tiempo uno aprende que no se trata tanto de hacer cosas, como de dejarse hacer por Dios.
La capilla es ese oasis donde uno, sin nada que le distraiga, se encuentra con el Señor cara a cara. Noto que la gente se transforma. Me encuentro con confesiones impresionantes. La gente no deja de acudir. Es verdad que hay horas que cuesta más cubrir, pero la generosidad de los fieles no tiene límites. Es un privilegio que el Señor ha querido concedernos.

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