martes, 2 de agosto de 2016

«Dios es el más acérrimo hincha del hombre»


Hoy es cuando realmente empieza todo. «La Jornada Mundial de la Juventud, podríamos decir, comienza hoy y continúa mañana, en casa, porque es allí donde Jesús quiere encontrarnos a partir de ahora», dijo el Papa este domingo en la Misa de clausura de la JMJ de Cracovia ante unas dos millones de personas.
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«El Señor no quiere quedarse solamente en esta hermosa ciudad o en los recuerdos entrañables, sino que quiere venir a tu casa, vivir tu vida cotidiana: el estudio y los primeros años de trabajo, las amistades y los afectos, los proyectos y los sueños». Afirmó Francisco al enviar a los peregrinos de vuelta a sus países. «Él espera que, entre tantos contactos y chats de cada día, el primer puesto lo ocupe el hilo de oro de la oración», dijo el Papa ante los 1,6 millones de peregrinos que pasaron la noche al raso en el Campus Misericordiae de Cracovia, a los que se unieron otras muchas personas para esta Misa de clausura.
Al comentar el evangelio del domingo, el obispo de Roma les presentó como modelo la actitud de Jesús hacia Zaqueo, el jefe de los recaudadores de impuestos, un personaje odiado por la gente que «debido a su mala fama no podía siquiera acercarse al Maestro».
Jesús «no se limita a predicar» ante él, sino que realmente se acerca a su vida. Entra en su casa. Pero para que sea posible ese encuentro que le cambió la vida, Zaqueo tuvo que superar importantes obstáculos. El Papa mencionó tres.
«Dios cree en nosotros»
«El primero es la baja estatura: Zaqueo no conseguía ver al Maestro, porque era bajo. También nosotros podemos hoy caer en el peligro de quedarnos lejos de Jesús porque no nos sentimos a la altura, porque tenemos una baja consideración de nosotros mismos. Esta es una gran tentación, que no solo tiene que ver con la autoestima, sino que afecta también la fe. Porque la fe nos dice que somos «hijos de Dios, pues ¡lo somos!» «Esta es nuestra estatura, esta es nuestra identidad espiritual: somos los hijos amados de Dios, siempre. Entendéis entonces que no aceptarse, vivir infelices y pensar en negativo significa no reconocer nuestra identidad más auténtica». Para Dios, «¡tú eres importante!». Él «es fiel en su amor y hasta obstinado». «Cree en nosotros más que nosotros mismos» y «está siempre de nuestra parte, como el más acérrimo de los hinchas. Siempre nos espera con esperanza, incluso cuando nos encerramos en nuestras tristezas, rumiando continuamente los males sufridos y el pasado. Pero complacerse en la tristeza no es digno de nuestra estatura espiritual. Es más, es un virus que infecta y paraliza todo, que cierra cualquier puerta, que impide que la vida se reavive, que recomience. Dios, sin embargo, es obstinadamente esperanzado: siempre cree que podemos levantarnos y no se resigna a vernos apagados y sin alegría. Porque somos siempre sus hijos amados. Recordemos esto al comienzo de cada día».
Superar el miedo y la vergüenza
El segundo obstáculo para Zaqueo fue «la vergüenza paralizante», el temor a hacer «el ridículo delante de todos, él, un jefe, un hombre de poder. Pero superó la vergüenza, porque la atracción de Jesús era más fuerte», igual que «una persona se siente tan atraída por otra que se enamora» y llega a hacer cosas que no hubiera imaginado.
El tercer obstáculo para Zaqueo fue «la multitud que murmura», criticando que Jesús quisiera entrar «en la casa de un pecador». «Aquel día, la multitud juzgó a Zaqueo, lo miró con desprecio; Jesús, en cambio, hizo lo contrario», explicó el Pontífice. «¡Qué difícil es acoger realmente a Jesús, qué duro es aceptar a un «Dios, rico en misericordia!». De igual modo, advirtió Francisco a los jóvenes, «puede que os juzguen como unos soñadores, porque creéis en una nueva humanidad, que no acepta el odio entre los pueblos, ni ve las fronteras de los países como una barrera y custodia las propias tradiciones sin egoísmo y resentimiento. No os desaniméis: con vuestra sonrisa y vuestros brazos abiertos predicáis la esperanza y sois una bendición para la única familia humana, tan bien representada por vosotros aquí». «Con esta mirada de Jesús, podéis hacer surgir una humanidad diferente, sin esperar a que os digan qué buenos sois, sino buscando el bien por sí mismo, felices de conservar el corazón limpio y de luchar pacíficamente por la honestidad y la justicia. No os detengáis en la superficie de las cosas y desconfiad de las liturgias mundanas de la apariencia, del maquillaje del alma para aparentar mejores. Por el contrario, instalad bien la conexión más estable, la de un corazón que ve y transmite el bien sin cansarse. Y esa alegría que habéis recibido gratis de Dios, dadla gratis, porque son muchos los que la esperan».

TEXTO DE LA HOMILÍA DEL PAPA

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