domingo, 14 de febrero de 2016

¡Vivan los novios!



El matrimonio no es un experimento, a ver cómo sale. El matrimonio es una opción consciente y madura de quien entrega su vida al otro hasta que la muerte los separe.



 
 
12 febrero 2016
El 14 de febrero, en la fiesta de san Valentín, es el día de los enamorados, el día de los novios, de los que se preparan para el matrimonio. San Valentín es un santo sacerdote del siglo III, que ayudaba a casarse a los jóvenes que querían contraer matrimonio, cuando se lo impedían las leyes del emperador romano Claudio II para tenerlos más disponibles para la guerra, libres de todo impedimento incluso del matrimonio. San Valentín es así invocado como valioso intercesor por aquellos que desean casarse y se ven impedidos por distintos obstáculos. Hoy no es ningún edicto del emperador lo que impide el matrimonio. Hoy se necesita un trabajo, una casa, una situación humana digna. Y sobre todo, hoy se necesita una mejor preparación, que la Iglesia debe ofrecer a todos sus hijos que piden este sacramento. Pedimos la intercesión de san Valentín por todos los que están en camino de matrimonio. 

De la preparación para el matrimonio se ha ocupado el reciente Sínodo sobre la familia. Es necesaria una preparación remota, la que acompaña el crecimiento de toda persona, pues la afectividad y la sexualidad no son temas periféricos, sino aspectos nucleares de la persona. De una correcta orientación en este campo, depende en gran parte la felicidad del hombre para toda su vida. Además, hoy existen “proyectos formativos impuestos por la autoridad pública que presentan contenidos en contraste con la visión propiamente humana y cristiana: frente a estos proyectos hay que afirmar decididamente la libertad de la Iglesia de enseñar la propia doctrina y el derecho a la objeción de conciencia por parte de los educadores” (Relación final, n. 58). La belleza del matrimonio cristiano, tal como Dios lo ha fundado, tal como Cristo lo ha santificado, merece la pena ser presentado, porque es una propuesta de felicidad también para el hombre de hoy.

Es necesaria una preparación próxima, cuando los novios están ya en los años cercanos a su boda. El reciente Sínodo y el Papa Francisco han señalado la necesidad de ofrecer itinerarios más prolongados de formación para el matrimonio a estos novios, que abarquen una formación más completa. En algunos lugares ya se ha empezado a ofrecer cursos de un año entero (en sesiones mensuales o quincenales) para dar tiempo a la formación, al diálogo sereno sin las prisas de lo inmediato, completando los contenidos, pues el matrimonio afecta a la toda la persona y a todos los aspectos de la persona.

La preparación inmediata consiste en hacer los papeles para casarse, preparar la celebración, atar tantos detalles para que todo resulte bien ese día. Por eso, la preparación tiene que venir de lejos, de antes, de más tiempo. Porque el matrimonio no es un experimento, a ver cómo sale. El matrimonio es una opción consciente y madura de quien entrega su vida al otro hasta que la muerte los separe.

La fiesta de san Valentín es una oportunidad para valorar el trabajo de tantos catequistas y monitores de preparación al matrimonio en nuestra diócesis, que realizan su labor de voluntariado en favor de los que se van a casar. Estos catequistas y monitores suelen ser seglares casados, que hablan a los novios desde su experiencia. En la Visita pastoral he tenido oportunidad de alentarlos en esta preciosa tarea, que no es fácil, teniendo en cuenta el pensamiento dominante, y sabiendo que en muchas ocasiones hay que remar contracorriente. Pero el resultado es bastante positivo. Incluso aquellos novios que vienen para cumplir un requisito, perciben la belleza de la vida matrimonial según el plan de Dios –un hombre y una mujer, unidos en amor para siempre y abiertos generosamente a la vida- y salen agradecidos de esa ayuda en la preparación a su matrimonio.

En la misa de 12 de este domingo 14 de febrero en la Catedral están invitados todos los novios para el jubileo de la misericordia. Vale la pena seguir remando en esta dirección. Nos jugamos el futuro de la sociedad, pues nos jugamos el futuro de la familia, uno de los puntos de apoyo más importante de nuestra civilización. Hay quienes afirman que lo más original que ha aportado el cristianismo a nuestra cultura es precisamente el matrimonio y la familia. Por eso, es el flanco más atacado en nuestro tiempo. Por eso, merece la pena reforzar este flanco si queremos construir un futuro de civilización del amor.

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