lunes, 6 de abril de 2015

Cursos de preparación al matrimonio


El amor no se aprende en dos días

«Hoy, la crisis del matrimonio es una crisis del noviazgo», ha dicho el Papa Francisco en su último viaje a Nápoles. El problema de la falta de fe con que se accede al sacramento «no se soluciona con un cursillo de ocho días», afirmó. ¿Qué está haciendo la Iglesia en España para mejorar la preparación al matrimonio? ¿Es suficiente el fin de semana, o los pocos días que se dan habitualmente para la preparación?

Muchas veces, el final del noviazgo y la decisión de casarse suponen el comienzo del fin del mismo matrimonio: según los últimos datos del INE, 1 de 4 rupturas matrimoniales sucede en los primeros 5 años de vida en común, y el 7% de los divorcios se produce ya en parejas con 2 años, o menos, de matrimonio, el triple que hace apenas 15 años.
Menos matrimonios, y cada vez menos duraderos: éste el panorama de las uniones afectivas hoy en España. ¿Falla la convivencia, o falla la preparación anterior? Durante su último viaje a Nápoles, el Papa Francisco ha afirmado que «la crisis del matrimonio es en realidad una crisis del noviazgo». Además, en el caso de los matrimonios canónicos, se da otro problema añadido: la falta de fe con la que se accede al sacramento, un problema «no se soluciona con un cursillo de ocho días», dijo el Santo Padre.
No hace ni dos semanas, el Papa volvió a insistir en que una de las causas de la crisis de la familia es precisamente «la preparación al sacramento del Matrimonio, porque no todos están preparados. ¡Cuántos matrimonios son hechos sociales, son nulos! Por falta de fe….» Esta preocupación del Papa por cuidar bien la preparación de los novios procede de su propia experiencia pastoral; en un artículo del año 2008, La familia a la luz del documento de Aparecida, el entonces cardenal Bergoglio defendía que «es necesario replantear la metodología de los cursos prematrimoniales. En muchos casos, no pasa de una charla con un grupo de matrimonios y el párroco. Creo que deberíamos actualizar los contenidos y las formas de dar estos cursos, con un lenguaje sencillo y profundo, dejando bien claro que, para los bautizados, el matrimonio es un sacramento. Los elementos esenciales de dicha preparación son: oportunidad de los novios para crecer en su madurez humana y religiosa, tomar conciencia de la naturaleza y fines del matrimonio, vivirlo como un sacramento y celebrarlo como tal, convirtiéndose para los novios en un verdadero kairós. Si bien en muchas diócesis se dan pasos importantes en esta pastoral, queda todavía mucho por hacer».


Diferir la boda si es preciso

En España, está cobrando cada vez más importancia la preparación de los novios, y ya son cada vez más las parroquias y los Centros de Orientación Familiar (COF) que se atreven a ofrecer a los novios una preparación que va más allá de un fin de semana exprés, muchas veces ya con la fecha de boda encima. Alfonso Fernández Benito, auditor del último Sínodo de los Obispos sobre la familia, relata experiencias interesantes en este sentido, en las que «se ha propuesto a los novios diferir un tiempo la celebración del Matrimonio, cuando el párroco, en conciencia, ha visto que no están suficiente preparados para asumir los elementos esenciales del sacramento: fidelidad, indisolubilidad, apertura a los hijos». Esta manera de hacer las cosas «ha podido ser motivo de disgusto en ocasiones para los novios, o incluso para sus padres, pero les ha permitido prepararse mejor, con la compañía de un matrimonio experimentado que les asigna el párroco».


Si no es lo vuestro, romped…

En la parroquia del Buen Suceso, en Madrid, los cursos de preparación al matrimonio se imparten durante diez lunes seguidos, dos horas cada día, y concluyen con una convivencia de un día entero, el fin de semana. «Los novios necesitan tiempo para formarse bien –señala don Alfredo Jiménez, responsable de la pastoral familiar de la parroquia–. Hemos comprobado que, de esta manera, a los novios les da tiempo para hablar de cosas que a lo mejor antes no se habían planteado».
Concretamente, el curso que ofrece la parroquia quiere «ayudar a los novios a amar a una persona toda la vida, tarea en la que más carencias podemos observar hoy día». Desde la primera charla son muy claros: «Les decimos a los novios: Os queremos ayudar a tomar una decisión muy importante; si veis que no lo es, romped… No se trata simplemente de rellenar el expediente matrimonial, sino de ayudaros a daros cuenta de que lo vuestro es una vocación, con unas condiciones exigentes, y que no se casa cualquiera…» El resultado es que muchas parejas rompen, «porque se dan cuenta de que el matrimonio no es lo suyo. Lo decimos con cariño, pero somos muy claros con esto desde el primer día. Si no es su vocación, hemos cumplido nuestro cometido, porque así ayudamos a evitar un fracaso matrimonial», afirma Alfredo Jiménez.
Además, no dejan a los novios solos después de la boda, que fue una de las preocupaciones recurrentes del pasado Sínodo. «Sin solución de continuidad, organizamos grupos de matrimonios para los que quieran continuar con nosotros –cuenta Alfredo Jiménez–. Antes, intentamos orientarles a las parroquias que les pertenecen por su lugar de residencia, pero hay pocas que tengan organizada una pastoral familiar. La idea es que el matrimonio recién formado se inserte y se apoye en la vida de la Iglesia, pues el matrimonio es una vocación muy difícil, sobre todo con el ambiente en que nos movemos. El objetivo es hacerles ver: No estáis solos».


Más que cubrir el expediente

Los COF, cada vez más extendidos en las diócesis españolas, son la punta de lanza de la pastoral familiar, pues están al día de los principales problemas que amenazan la vida matrimonial. Por eso, ofrecen cursos de preparación al matrimonio asentados sobre la vida real de la pareja después de la boda. Para una mejor formación de los novios, el COF Virgen de Olaz, en Madrid, ofrece un curso en doce sesiones, una por semana, «porque, si no, la formación se queda demasiado corta», cuenta Lucrecia Baselga, su directora. En un curso de fin de semana, «se tocan los temas básicos, pero te dejas cosas en el tintero. Además, queremos ofrecer a los novios la oportunidad de ir hablando entre ellos durante la semana los temas que se están tratando. No se trata de ir cubriendo el expediente para obtener el certificado de asistencia», añade.
De esta manera, «se puede profundizar –con tiempo y con calma– en temas que, de otro modo, se tocarían sólo de forma superficial: la complementariedad hombre-mujer, la psicología masculina y femenina, el matrimonio como vocación a la santidad, la fidelidad como virtud olvidada, la conciliación trabajo-familia, la espiritualidad matrimonial, la sexualidad y paternidad responsable –que normalmente se agrupan en una sola charla–, el vínculo matrimonial…»


La clave: encontrarse con Cristo

En el COF Regina familiae, de la diócesis de Alcalá de Henares, tienen claro que «los cursos de preparación al matrimonio son una gran oportunidad de evangelización. Si no sirven para un encuentro con Cristo, no sirven para nada –afirma su director, José María Viñas–. Muchos novios son personas alejadas de la Iglesia, y muchas veces estos cursos de preparación inmediata son lo único que tenemos para llegar a ellos. Tenemos que aprovecharlos».
Entender la pastoral de preparación al matrimonio en perspectiva de evangelización les ha llevado a estructurar los cursos «como un itinerario de discernimiento» que comprende cinco meses de formación, en dos sábados cada mes. En este tiempo, a las charlas de formación a cargo de distintos matrimonios, añaden actos celebrativos: acogida de los novios en la iglesia, bendición de los anillos, entrega del Evangelio, rito penitencial, Eucaristía… «Es un proceso en el que buscamos una vinculación estrecha con ellos, un acompañamiento que continúa incluso después de la boda», señala José María Viñas. «Es necesario que sea largo –continúa–, porque es bueno para los novios el que puedan ir hablando sobre lo que reciben, y así madurar mejor su vocación; también porque así se facilita que haya un encuentro entre los novios y las personas que dan el curso; y también porque de esta manera podemos unir su relación de amor con la relación con la Iglesia. Al final, es el amor de Dios el que nos sostiene, no nuestras fuerzas ni nuestras capacidades».


Juan Luis Vázquez Díaz-Mayordomo



Se necesitan unos contenidos más decisivos

«Los cursos prematrimoniales corren el riesgo de convertirse para no pocos en una simple formalidad», comentó Miguel Ángel Torres-Dulce, Juez del Tribunal Metropolitano de Madrid, en un reciente coloquio sobre el consentimiento matrimonial, organizado por la Facultad de Derecho de la Universidad Complutense de Madrid. «Deberían durar algo más de un fin de semana –afirmó–. No se trata de cerrar puertas a la gente, pero el matrimonio es una institución de suficiente entidad como para dedicarle más tiempo. Hoy en día, en un ambiente con tantas familias desestructuradas, en el que a menudo se asume el amor conyugal sin un compromiso auténtico, los cursillos prematrimoniales deben mostrar la verdad del matrimonio». Concretamente, Torres-Dulce observa que en los cursos «aparece poco que el matrimonio crea un vínculo de justicia, un vínculo por el que los esposos se obligan a entregar su vida y en particular su cuerpo conyugalmente. El afecto puede desaparecer, pero el vínculo permanece». También habría que repensar los contenidos: «se insiste mucho en el amor, en la afectividad, en la sexualidad…, pero hay más. Es esencial hablar de la donación conyugal como un sacrificio del yo. El matrimonio –y las crisis matrimoniales– no sale adelante sin sacrificio»; sin olvidar que «casarse por la Iglesia sólo resulta coherente cuando se tiene una vida de fe».





«¿Nuestro objetivo? Pasear de mayores de la mano»

Israel y Raquel llegaron a los cursos de preparación al matrimonio del COF de Alcalá de Henares sin fecha fija de boda y casi de rebote: tras una discusión muy fuerte, ambos –alejados de la fe, y ya conviviendo juntos– empezaron a leer el Evangelio en busca de ayuda; vieron que, «poco a poco, nuestra relación fue mejorando, y decidimos tener un compromiso. Nos dimos cuenta de que, si nos enfadábamos otra vez, cada uno se podía ir a su casa, y nosotros no queríamos eso. Nos hablaron de este curso y nos sorprendió: ¡cinco meses!, cuando teníamos amigos que lo habían hecho en un fin de semana… Pero nos animamos, y nos impresionó: nos dieron un montón de consejos que nos ayudaron mucho. La sociedad nos enseña que, si la relación se rompe, la tiras, pero ellos nos enseñaron que, si está dañada, la podemos reparar. Nos hicieron pensar sobre el trabajo, si va a dejar la familia a un lado o no, sobre los hijos, sobre tener un proyecto común de vida…»
Les dieron una charla sobre la sexualidad, «y fuimos conscientes de la importancia de llegar vírgenes al matrimonio, porque en el matrimonio te das de forma plena. Íbamos a Misa y nos daba pena porque nosotros no podíamos comulgar, pero un día nos llevaron a una iglesia y un sacerdote nos dejó tiempo para la confesión, fue muy emotivo. Cada uno sacó toda la basura que teníamos desde pequeños, arrancamos a llorar, salimos los dos en una nube, pedimos perdón a nuestras familias… E intentamos vivir sin tener relaciones, ves a tu novio de otra manera, te lo dicen por tu bien, no te das cuentas hasta que no lo sigues. Es otra forma de vivir».
Tras de un año de casados, y después de un haber perdido un niño en las primeras semanas de gestación, se encuentran de nuevo esperando un hijo, y de aquel curso que empezaron no hace tanto tiempo recuerdan con cariño: «Nosotros queremos vivir así, queremos tener esa fe y vivir la vida así, vivir el matrimonio como nos lo han enseñado. Te tiras todo un año planeando el día de la boda, ¿y el matrimonio no, que es para toda la vida? ¿No le vas a dedicar apenas nada? Nuestro objetivo es ser mayores y pasear por la calle dándonos la mano, y lo haremos gracias a todo esto que hemos vivido. Si realmente te importa todo tu matrimonio, hay que poner unos buenos cimientos. Un matrimonio es de tres, no estamos solos».

No hay comentarios: