domingo, 27 de julio de 2014

PRIMERA CATEQUESIS DEL CAMINO DE SANTIAGO

 
Introducción iconográfica 

¿Por qué estoy aquí? Me apetecía, venían mis amigos, necesitaba cambiar de aires, tenía ganas de hacer el Camino… existen muchos porqués diferentes, uno por cada uno de vosotros, peregrinos sí, pero lo cierto es que todos habéis llegado hasta aquí atendiendo una llamada, su llamada… inscrita en el corazón de cada hombre, en un deseo inagotable de felicidad.

Algo parecido puede suceder con todo aquel que pasa por la puerta de un templo, o cuando la realidad le provoca (dolor, asombro). En toda portada, hay una llamada, una invitación a entrar, a entrar en la casa de Dios, a ponerse en camino hacia un lugar mejor.

La estructura (tres puertas abocinadas, con la central más grande) nos lo indica; la misma palabra abocinada indica un efecto llamada, más aún, esas arquivoltas que enmarcan la puerta, ¿no os recuerdan el mismo gesto de ponerse las manos a un lado y otro de la boca para llamar a alguien con potente voz?

Es así: con una potente voz es como os llama Dios. Aunque vuestros oídos parezca que no lo hayan percibido, vuestro corazón sí.
 
Comentario catequético 

Si todos hablamos al mismo tiempo, chillando, no hay manera de entenderse. Te pueden estar llamando a gritos, pero si hay muchísimo ruido es muy probable que ni oigas ni entiendas nada.

A cualquiera de nosotros le puede pasar fácilmente que, a fuerza de tanto mensaje, tanta información, tanto griterío, no oiga nada. Oye ruido, pero no una voz comprensible, que invita, llama y propone... Cualquiera podría llegar a pensar, con tanto ruido, que en realidad nadie nos llama a nada, ni le importamos lo más mínimo. Pero, ¿hay alguna voz en el ruido? ¿Alguien llama, invita y propone algo? ¿Cuál es su propuesta?

La convicción cristiana nítida, central, clara y fuerte es que no estamos solos, que no vivimos para nosotros mismos, sino que hemos sido hechos para la relación con Dios. En nuestro corazón hay un deseo de felicidad, de justicia, de belleza, de bien: un deseo de Dios. Apetecemos a Dios. Y a esos deseos, a esas ganas de Dios, al anhelo, Dios le da cumplimiento. Nos llama y nos busca, para que no nos quedemos en deseos incumplidos. Si tenemos sed es porque hay agua. Cristo corresponde a la necesidad del hombre.

Estamos llamados a una relación con Dios, a una comunión con él, una verdadera amistad que satisface un deseo plenamente humano: ver a Dios. Hay una llamada de Dios y un deseo previo en el corazón del hombre, que apetece la relación que se le propone.

Así lo expresa el Catecismo de la Iglesia Católica (CCE), hablando del deseo de Dios (CCE 27) y de Dios que ama y busca al hombre, llamándolo a una relación de amistad con él (CCE 356):

CCE 27: El deseo de Dios está inscrito en el corazón del hombre, porque el hombre ha sido creado por Dios y para Dios; y Dios no cesa de atraer al hombre hacia sí, y sólo en Dios encontrará el hombre la verdad y la dicha que no cesa de buscar:

«La razón más alta de la dignidad humana consiste en la vocación del hombre a la comunión con Dios. El hombre es invitado al diálogo con Dios desde su nacimiento; pues no existe sino porque, creado por Dios por amor, es conservado siempre por amor; y no vive plenamente según la verdad si no reconoce libremente aquel amor y se entrega a su Creador» (GS 19,1).

CCE 356: De todas las criaturas visibles sólo el hombre es «capaz de conocer y amar a su Creador» (GS 12,3); es la «única criatura en la tierra a la que Dios ha amado por sí misma» (GS 24,3); sólo él está llamado a participar, por el conocimiento y el amor, en la vida de Dios. Para este fin ha sido creado y ésta es la razón fundamental de su dignidad:

«¿Qué cosa, o quién, fue el motivo de que establecieras al hombre en semejante dignidad? Ciertamente, nada que no fuera el amor inextinguible con el que contemplaste a tu criatura en ti mismo y te dejaste cautivar de amor por ella; por amor lo creaste, por amor le diste un ser capaz de gustar tu Bien eterno» (Santa Catalina de Siena, Il dialogo della Divina providenza, 13).
 
Preguntas 

1. ¿Percibes en tu interior un deseo de amistad, de trato con Dios? ¿En qué lo notas?

2. ¿Sabes dar cauce a este deseo? ¿El tumulto de muchas voces chillonas ha sepultado la llamada (nunca tienes tiempo porque tienes muchas cosas que hacer)?

3. ¿Se te ocurren modos concretos de responder a la llamada, a la amistad con Dios? ¿Cuáles?
 
Oración 

¡Señor! Ayúdame a hacer en estos días a hacer un poco de silencio en mi corazón, que oiga tu llamada, que la desee, que la espere. Concédele a mi corazón la paz que da el saberse llamado y amado por Ti. ¡Señor! Ayúdame a ponerme en camino, y en camino hacia tu casa.

Para que resuene en tu corazón: armonía, paz, tranquilidad, por la congruencia existente entre el deseo del corazón y la vocación a la amistad con Dios.

sábado, 26 de julio de 2014

CAMINO DE SANTIAGO 2014

Hoy arranca una nueva edición del Camino de Santiago con DELEJU.

domingo, 20 de julio de 2014

Lo que realmente dice el Documento de trabajo



Convivencia antes del matrimonio: «Entre las razones sociales que llevan a la convivencia resultan: políticas familiares inadecuadas para sostener a la familia; problemas financieros; el desempleo juvenil; la falta de vivienda. Como consecuencia de éstos y otros factores se suele postergar la boda. En ese sentido, también tiene un papel el temor al compromiso que conlleva acoger a los hijos [...]. Entre las líneas de acción pastoral propuestas, encontramos las siguientes: ofrecer, desde la adolescencia, un camino que aprecie la belleza del matrimonio; formar agentes pastorales sobre los temas del matrimonio y de la familia» (n. 82).
Hijos de un divorcio: «Otra cuestión que ha sido considerada es la de los hijos de los padres separados y de los divorciados. En este sentido, se señala que, de parte de la sociedad, falta una atención especial respecto a ellos. Sobre ellos cae el peso de los conflictos matrimoniales que la Iglesia está llamada a cuidar pastoralmente» (n. 87).
* «En relación a los divorciados y separados que permanecen fieles al vínculo matrimonial se pide mayor atención a su situación, que a menudo se vive en soledad y pobreza. Ellos son también los nuevos pobres» (n. 87).
Madres solteras: «Es necesario prestar especial atención a las madres que se hacen cargo ellas solas de sus hijos. Su condición a menudo es el resultado de historias de mucho sufrimiento, y no pocas veces de abandono. Ante todo, hay que admirar el amor y la valentía con que acogieron la vida concebida en su seno y proveen al crecimiento y la educación de sus hijos. Merecen de parte de la sociedad civil un apoyo especial, que tenga en cuenta los numerosos sacrificios que afrontan. De parte de la comunidad cristiana, además, hay que tener una solicitud que les haga percibir a la Iglesia como una verdadera familia de los hijos de Dios» (n. 88).
Divorciados vueltos a casar y Comunión: «La caridad pastoral impulsa a la Iglesia a acompañar a las personas que han sufrido un fracaso matrimonial y a ayudarles a vivir su situación con la gracia de Cristo. Una herida más dolorosa se abre para las personas que se vuelven a casar, entrando en un estado de vida que no les permite el acceso a la Comunión. Ciertamente, en estos casos, la Iglesia no debe asumir la actitud de juez que condena, sino la de una madre que acoge siempre a sus hijos y cura sus heridas. Con gran misericordia, la Iglesia está llamada a encontrar formas de compañía para sostener a estos hijos suyos en un itinerario de reconciliación. Con comprensión y paciencia, es importante explicar que el hecho de no poder acceder a los sacramentos no significa quedar excluidos de la vida cristiana y de la relación con Dios» (n. 103).

sábado, 19 de julio de 2014

Presentan la nueva versión de «The Pope App»

GRATUITA EN ITUNES Y GOOGLE PLAY STORE


Ha sido presentada al Papa Francisco la nueva versión de «The Pope App», desarrollada bajo la dirección del Pontificio Consejo para las Comunicaciones Sociales. El Arzobispo Claudio María Celli, presidente de este Pontificio Consejo, y el coordinador del proyecto, Thaddeus Jones, mostraron al Pontífice las diversas funciones y posibilidades que ofrece el App a los usuarios.

El Papa expresó su aprecio por los esfuerzos y el trabajo realizados por todos los medios de comunicación del Vaticano para reforzar su presencia y participación en el mundo digital.
The Pope App» 2.0 está disponible gratuitamente en iTunes (para Apple) y Google Play store (para Android) desde el 4 de julio. Permite tener en todo momento al alcance de la mano las últimas noticias e informaciones sobre el Papa Francisco y la Santa Sede, elaboradas por los medios de comunicación vaticanos y recogidas y publicadas en News.va, el «hub» o nudo de la red oficial de dichos medios.

Seguir todos los actos papales

Con «The Pope App», además de recibir estas noticias, se puede seguir en directo las celebraciones papales y las audiencias; recibir notificaciones de los eventos públicos en los que participa el Pontífice; ver vídeos y fotos de estos actos; leer los últimos tuits de la cuenta papal en Twitter (@PONTIFEX_ES) y los textos completos de las homilías y discursos del Papa Francisco; ver en directo la Plaza, la Basílica de San Pedro y otros lugares de la Ciudad del Vaticano a través de las Webcams situadas en ella; y consultar todo el contenido que ofrecen los medios vaticanos on line.
La versión 2.0 del App renueva visualmente la primera con un diseño que facilita el acceso a los contenidos y permite mayor control sobre las preferencias del usuario. Por ejemplo, es posible elegir entre los cinco idiomas en los que se ofrece el App: inglés, español, francés, italiano y portugués. Los contenidos se pueden subrayar, copiar y compartir fácilmente, e incluso ser salvados para leerlos posteriormente.

viernes, 18 de julio de 2014

Es posible amar para siempre

El verdadero Evangelio de la familia (BAC), ante la pastoral de divorciados en segundas nupcias

Recién publicado el Instrumentum laboris del próximo Sínodo sobre la familia, sale a la luz El verdadero Evangelio de la familia. Perspectivas para el debate sinodal (ed. BAC), un diálogo crítico hacia la posición del cardenal Kasper acerca del problema de la admisión a la Comunión de los fieles divorciados y casados de nuevo civilmente, y que cuenta con un significativo prólogo del cardenal Rouco Varela
alfayomega.es
El verdadero Evangelio de la familia. Perspectivas para el debate sinodal (ed. BAC) es obra de los profesores Stephan Kampowski y Juan José Pérez-Soba, quien, en los últimos meses, ha manifestado abiertamente su disconformidad hacia la posición que el cardenal Walter Kasper defendió en el Consistorio de cardenales del pasado mes de febrero, y cuya propuesta pastoral ante los divorciados casados de nuevo civilmente ha suscitado no pocas reacciones.
El autor del prólogo es el cardenal Rouco Varela, arzobispo de Madrid, que asistió a dicho Consistorio, quien afirma que el libro «pretende entrar en el debate abierto a partir del texto del cardenal Kasper para mostrar cómo, desde una perspectiva más amplia, se puede llegar a conclusiones diversas de las que el cardenal alemán proponía. El libro clarifica también las fuentes patrísticas sobre el problema concreto de los divorciados vueltos a casar; fuentes a las que hacía referencia el cardenal Kasper y que en este libro se explican en su contexto y sentido específico». Además, los autores «demuestran un conocimiento profundo de la enseñanza y el pensamiento de san Juan Pablo II, al que el Papa Francisco ha propuesto como un referente para el camino sinodal», escribe el cardenal Rouco.
Imprecisiones y errores
Los autores del libro son el sacerdote don Juan José Pérez-Soba, profesor de la Universidad San Dámaso, de Madrid, y del Pontificio Instituto Juan Pablo II, de Roma; y el laico Stephan Kampowski, profesor del mismo Instituto. Ambos reconocen que la intervención del cardenal Kasper contiene «importantes reflexiones, pero también imprecisiones y propuestas erróneas». Al mismo tiempo, piden al Sínodo «un diálogo abierto y fecundo» sobre la pastoral familiar «para no reducir todo a una sola cuestión».
A lo largo de sus 204 páginas, afirman la necesidad de anunciar el Evangelio de la familiaen una cultura pansexualista y frente a esa cultura de lo provisional que denuncia el Papa.
En relación a la controversia sobre el supuesto acceso a la Comunión por parte de los fieles divorciados y casados de nuevo civilmente, los autores denuncian que «se está pidiendo que la Iglesia legitime un ejercicio extramatrimonial de la sexualidad humana». Y recuerdan que «estas personas no están atrapadas entre la espada y la pared; no se encuentran en una situación en la que tengan que pecar»; al mismo tiempo que retoman el magisterio de san Juan Pablo II y de Benedicto XVI -Familiaris consortio y Sacramentum caritatis, respectivamente-, al afirmar que «pueden recibir la Eucaristía aunque compartan el mismo techo; basta con que renuncien a compartir el mismo lecho», exhortándoles a «vivir como amigos, como hermano y hermana» si la convivencia es irreversible de hecho por condiciones objetivas. Aclaran también que «la misericordia divina no tiene nada que ver con una tolerancia del pecado», y constatan que «está claro que se puede perdonar el adulterio, pero está claro también que no puede ser el único pecado que se perdone sin arrepentimiento alguno».
El libro desvela como infundada una supuesta práctica indulgente por parte de la Iglesia primitiva en estos casos. Y, sobre la práctica más laxa de los ortodoxos, alegan que «nació en Bizancio a causa de una prevalencia del poder de los emperadores sobre la vida eclesial, sin fundamento en los Padres y contraria al Evangelio».
Por último, recuerdan que es posible amar para toda la vida, y concluyen que la misericordia eclesial hacia los divorciados vueltos a casar «se expresa en la cercanía para proponerles y acompañarlos en un camino de conversión verdadera».
Juan Luis Vázquez Díaz-Mayordomo
Por una pastoral de la santidad
Prevenir y acompañar, antes que curar
Más allá de abordar una cuestión específica como la de los divorciados, los profesores Pérez-Soba y Kampowski insisten en la necesidad de una pastoral familiar completa: «El esfuerzo pastoral que nos pide hoy la realidad de las familias es más grande que el de un problema concreto». Sin embargo, lamentan la actual «marginalidad de la familia en la pastoral de la Iglesia», pues «muchos pastores, a pesar de su buena intención, no saben qué hacer»; además, «nuestras estructuras pastorales distan mucho de responder a las exigencias básicas del desafío cultural que sufre la Iglesia».
Por ello, ambos autores defienden que «encontrar formas renovadas y más efectivas de preparar a los novios para el matrimonio parece ser uno de los desafíos más urgentes», porque «la Iglesia está llamada a curar las heridas, pero, como todo el mundo sabe, la mejor medicina es la prevención». E insisten en que «lo pastoralmente más relevante en este momento es la atención cercana a las parejas en los primeros años de matrimonio», que es cuando se produce el mayor número de separaciones. Pero, por encima de todo, piden una «pastoral de la santidad de las familias», que es, en definitiva, la pastoral «verdaderamente evangelizadora».

jueves, 17 de julio de 2014

Familia y vida



«Jesús se identifica especialmente con los más pequeños. Esto nos recuerda -afirma el Papa Francisco en Evangelii gaudium- que todos los cristianos estamos llamados a cuidar a los más frágiles de la tierra», y entre ellos «están los niños por nacer, que son los más indefensos e inocentes de todos, a quienes hoy se les quiere negar su dignidad humana en orden a hacer con ellos lo que se quiera, quitándoles la vida y promoviendo legislaciones para que nadie pueda impedirlo». Y en su discurso al cuerpo diplomático acreditado ante la Santa Sede, el 13 de enero pasado, no dudó Francisco en manifestar su horror ante el aborto, al referirse a la sociedad actual, dominada por la definida tan gráficamente por élcultura del descarte: «Por desgracia -les dijo a los embajadores de los Gobiernos, prácticamente, de todo el mundo-, objeto de descarte no es sólo el alimento o los bienes superfluos, sino con frecuencia los mismos seres humanos, que vienen descartados como si fueran cosas no necesarias. Por ejemplo, suscita horror sólo el pensar en los niños que no podrán ver nunca la luz, víctimas del aborto».
Este horror puede sentirlo todo hombre y mujer cuya razón no está contaminada por la ideología, pero en definitiva el abismo sin fondo del horror sólo se experimenta desde la fe, al descubrir el valor infinito de toda vida humana: su dignidad -dice Juan Pablo II, en su Exhortación apostólica Christifideles laici, de 1988- «manifiesta todo su fulgor cuando se consideran su origen y su destino. Creado por Dios a su imagen, y redimido por la preciosísima sangre de Cristo, el hombre está llamado a ser hijo en el Hijo y templo vivo del Espíritu; y está destinado a esa eterna vida de comunión con Dios, que le llena de gozo. Por eso -concluye el Papa santo, y su sucesor Francisco lo recoge enEvangelii gaudium-, toda violación de la dignidad personal del ser humano grita venganza delante de Dios, y se configura como ofensa al Creador del hombre».
El mundo, ofuscada la razón sin la luz de la fe y corrompido el corazón por el pecado, no sólo no siente horror ante el aborto, sino que lo apoya y, «para ridiculizar la defensa que la Iglesia hace de la vida del no nacido, procura presentar su postura como algo ideológico, oscurantista y conservador». Así dice el Papa Francisco en Evangelii gaudium, mostrando con toda razón que, ciertamente, «no es progresista pretender resolver los problemas eliminando una vida humana». Por el contrario, la «defensa de la vida por nacer está íntimamente ligada a la defensa de cualquier derecho humano». De modo que, «si esta convicción cae, no quedan fundamentos sólidos y permanentes para defender los derechos humanos, que siempre estarían sometidos a conveniencias circunstanciales de los poderosos de turno».
En la encíclica Caritas in veritate, ya lo dijo con su exquisita precisión Benedicto XVI: «La apertura a la vida está en el centro del verdadero desarrollo. Cuando una sociedad se encamina hacia la negación y la supresión de la vida, acaba por no encontrar la motivación y la energía necesaria para esforzarse en el servicio del verdadero bien del hombre. Si se pierde la sensibilidad personal y social para acoger una nueva vida, también se marchitan otras formas de acogida provechosas para la vida social». Y bien a la vista está qué clase de progreso se está dando en nuestras sociedades envejecidas, a causa, precisamente, de la tan certeramente definida por el Papa Franciscocultura del descarte. No es que la defensa de toda vida humana sea una exigencia de la fe, ¡claro que sí lo es!, pero justamente por eso es ¡la más indispensable exigencia de la entera sociedad humana para que no deje de serlo!
Han pasado 32 años, pero las palabras de san Juan Pablo II, en la madrileña Plaza de Lima, durante su primer viaje a España, siguen teniendo la más palpitante actualidad: «Hablo del respeto absoluto a la vida humana, que ninguna persona o institución, privada o pública, puede ignorar. Por ello, quien negara la defensa a la persona humana más inocente y débil, a la persona humana ya concebida aunque todavía no nacida, cometería una gravísima violación del orden moral. ¡Nunca se puede legitimar la muerte de un inocente! Se minaría el mismo fundamento de la sociedad».
Lo estamos viendo, precisamente ahí donde reside su consistencia, y su esperanza: en la familia. Que el Papa haya convocado no uno, ¡dos! Sínodos sobre la familia, no es por un interés de la Iglesia, ¡es el primero y más urgente interés de la sociedad entera! Como se dice en la portada de este número de Alfa y Omeganadie tiene derecho a desertar de la defensa de la vida, cuyo santuario y única esperanza verdadera de la sociedad se llama familia.
alfayomega.es 

miércoles, 16 de julio de 2014

Oración a la Sagrada Familia


El Instrumentum laboris concluye con esta Oración a la Sagrada Familia:
Jesús, María y José, en vosotros contemplamos el esplendor del verdadero amor, a vosotros, confiados, nos dirigimos.
Santa Familia de Nazaret, haz también de nuestras familias lugar de comunión y cenáculo de oración, auténticas escuelas del Evangelio y pequeñas Iglesias domésticas.
Santa Familia de Nazaret, que nunca más haya en las familias episodios de violencia, de cerrazón y división; que quien haya sido herido o escandalizado sea pronto consolado y curado.
Santa Familia de Nazaret, que el próximo Sínodo de los Obispos haga tomar conciencia a todos del carácter sagrado e inviolable de la familia, de su belleza en el proyecto de Dios.
Jesús, María y José, escuchad, acoged nuestra súplica.
Amén.

martes, 15 de julio de 2014

Para el trabajo del Sínodo: Cultivar el deseo de familia


«Está en juego la felicidad de mucha gente y la justicia entre las generaciones», escribe el obispo auxiliar de Madrid monseñor Juan Antonio Martínez Camino, ante el gran desafío de anunciar hoy el Evangelio de la familia

Testimonio en la Misa de las Familias
en la Plaza de Colón (diciembre de 2013)
El día de San Juan, se hizo público en Roma el llamado Instrumento de trabajo para el Sínodo de los Obispos convocado por el Papa Francisco para el próximo mes de octubre. Será una Asamblea General Extraordinaria, compuesta básicamente por los Presidentes de todas las Conferencias Episcopales del mundo. En 2015, en cambio, se reunirá una Asamblea General Ordinaria, compuesta por obispos enviados por las Conferencias Episcopales, elegidos específicamente para participar en el Sínodo. Ambas Asambleas tratarán del mismo tema: Los desafíos pastorales de la familia en el contexto de la evangelización. El Papa lo considera de gran importancia para la Iglesia y para el mundo de hoy. En octubre, se estudiará el estado de la cuestión, y en 2015 se determinarán las respuestas pastorales que hayan de ser presentadas al Papa, de modo que él pueda ofrecer orientaciones o decisiones para toda la Iglesia.
El Instrumento de trabajo es ya el segundo documento que se genera en el proceso de preparación del Sínodo. El primero fue el llamado Lineamenta, una especie de encuesta respondida en enero pasado por todas las Conferencias Episcopales y otras instituciones y personas. Ahora, el Instrumento de trabajo recoge, de modo ordenado, las respuestas recibidas. Este documento y la Introducción que haga el Relator General, en la inauguración de la Asamblea, constituyen el punto de partida de los debates sinodales. El Relator General será, en este caso, el cardenal arzobispo de Budapest, Peter Erdö.
Tanto los Lineamenta como el Instrumento de trabajo son, como indican sus propios nombres, documentos de carácter instrumental para ayudar a los obispos en sus deliberaciones sinodales. No son enseñanza del Magisterio; no constituyen, en sentido estricto, doctrina católica autorizada. Es importante tener esto en cuenta. No se trata de textos dotados de autoridad magisterial, como pueden ser las Cartas apostólicas, las Exhortaciones pontificias, las encíclicas o, por supuesto, las Constituciones o Declaraciones conciliares. En este sentido, tampoco son equiparables a las Cartas pastorales de un obispo o a los documentos doctrinales de una Conferencia Episcopal.
Sin embargo, el Instrumento de trabajo nos ofrece una visión muy interesante de cómo se siente hoy en toda la Iglesia la problemática de la familia. Sus setenta y siete páginas se dividen en tres grandes partes: la primera trata sobre comunicar el Evangelio de la familia hoy; la segunda, sobre la pastoral de la familia frente los nuevos desafíos; y la tercera, sobre la apertura a la vida y la responsabilidad educativa. De una primera lectura, me han quedado en la mente tres acentos que atraviesan el texto: el deseo de familia; el deseo de formación; y la necesaria valentía para una propuesta y una vida contra corriente.
Formación para encauzar el deseo de familia
Llama la atención que, en medio de las dificultades por las que hoy pasan el matrimonio y la familia, se constata, sin embargo, un gran deseo de familia, especialmente entre los jóvenes. Es natural, porque la familia no es algo accidental en la existencia humana. En ella se juega la vitalidad de la fuerza del amor capaz de sostener la vida. Sin ella, la vida estaría dominada por los intereses y por el miedo, más que por la bondad y la belleza de vivir juntos y por «la alegría que la sola presencia del otro puede suscitar», como escribe el Papa Francisco en la encíclica Lumen fidei, 51. El individualismo y el materialismo que impregnan tan ampliamente las condiciones de la vida actual, dañan al matrimonio y a la familia, pero no son capaces de erradicar su deseo de los corazones.
Los desafíos que se le plantean a la Iglesia y a la sociedad en este campo son numerosos. El documento los enumera de modo casi exhaustivo. No se dice si son más o menos que en tiempos pasados. No se trata de enjuiciar negativamente a nuestros contemporáneos. El caso es que, en el fondo, nos encontramos ante una cuestión antropológica de hondo calado. Lo dice el Instrumento de trabajo en muchos lugares. Está en cuestión la comprensión adecuada del ser humano y de su existencia. Está en juego, por tanto, la felicidad de mucha gente y la justicia entre las generaciones. De ahí que la demanda de más formación sobre lo que significa el matrimonio y la familia, sea también hoy muy generalizada:
«La catequesis sobre el matrimonio y la familia hoy no se puede limitar solamente a la preparación de la pareja para el matrimonio; es necesaria una dinámica de acompañamiento vinculado a la experiencia que, mediante testigos, muestre la belleza de lo que nos transmiten el Evangelio y los documentos del magisterio de la Iglesia sobre la familia. Mucho antes de que se presenten para el matrimonio, los jóvenes necesitan que se les ayude a conocer lo que la Iglesia enseña y por qué lo enseña» (19).
Pero la formación no es sólo necesaria para que los jóvenes puedan encauzar bien su deseo de familia. También es muy necesaria para que los sacerdotes y los demás encargados de la transmisión de la fe puedan acompañar bien a jóvenes y mayores. Se constata repetidamente en el documento un déficit en este campo, que hace que, con demasiada frecuencia, las implicaciones antropológicas del Evangelio de la familia no sean ni siquiera abordadas en las homilías o en los programas catequéticos y formativos. O bien, que sean mal enfocadas por falta de conocimientos claros acerca del significado de la sexualidad en la identidad de la persona; acerca de la verdad del amor conyugal; acerca de la naturaleza personal del ser humano y del significado personal de la convocatoria de un nuevo ser humano a la existencia. Por ejemplo, no se entiende bien lo que, en este contexto, significa natural, ni lo que aporta una visión completa de la realidad del ser humano a las relaciones familiares y sociales. Podría decirse que, según el Instrumento de trabajo, una de las claves fundamentales para responder a los desafíos actuales sobre el matrimonio y la familia se halla en la formación de los formadores y de los jóvenes. De hecho, donde la formación y la vida cristiana son buenas, el Evangelio de la familia es conocido y vivido con gozo, e incluso con entusiasmo, según dicen las respuestas.
Una misión profética
Es necesario, sin duda ninguna, entender bien la situación del hombre contemporáneo en sus diversos contextos geográficos y culturales. Lo intentarán los obispos en los próximos Sínodos sobre la familia. Con todo, la Iglesia no renunciará a su misión profética. El Instrumento de trabajo reconoce de nuevo que el magisterio de Pablo VI fue profético «al subrayar la unión inquebrantable entre el amor conyugal y la transmisión de la vida». Y reconoce también que era bien consciente de que tampoco en esto se maravilla la Iglesia de verse convertida en signo de contradicción. El Papa Francisco observa, en la misma línea del próximo Beato Pablo VI, que la Iglesia «ayuda a captar en toda su profundidad y riqueza la generación de los hijos, porque hace reconocer en ella el amor creador que nos da y nos confía el misterio de una nueva persona» (Lumen fidei, 52).
Vivir de verdad el amor no es barato; no se consigue fácilmente, sin el esfuerzo de la formación, sin los sacrificios de la fidelidad y sin el coraje de la resistencia a los tópicos. Pero la experiencia de los testigos muestra que vale la pena hacer realidad los deseos más hondos del corazón humano.
+ Juan Antonio Martínez Camino

lunes, 14 de julio de 2014

No se discutirá de doctrina, sino de pastoral



En la presentación del Documento de trabajo del Sínodo, el obispo y teólogo italiano Bruno Forte, Secretario Especial de esa próxima Asamblea, aclaró que «no está en discusión la doctrina de la Iglesia, confirmada en numerosas ocasiones en los últimos años por las diferentes intervenciones del magisterio pontificio». La reflexión del Sínodo, explicó, versará «sobre la manera de proponer la doctrina, de acompañar su acogida y la práctica, de mostrar de manera clara las potencialidades humanizantes ante su desconocimiento o incomprensión».
El prelado aclaró que el Sínodo subrayará, además, cómo la actitud de la Iglesia, «ante las personas que viven situaciones familiares difíciles o irregulares, debe reflejar la mirada de misericordia con la que el Padre celestial mira y ama a cada uno de sus hijos». Como dice el Papa Francisco en el documento programático de su pontificado, la Exhortación Evangelii gaudium, 47, «la Iglesia está llamada a ser siempre la casa abierta del Padre. A menudo nos comportamos como controladores de la gracia y no como facilitadores. Pero la Iglesia no es una aduana, es la casa paterna donde hay lugar para cada uno con su vida a cuestas».
El Sínodo se agachará ante las heridas de las personas que ven cómo su matrimonio se ha roto, o cómo su corazón no ha podido amar o ser amado para siempre. Por este motivo, el Documento de trabajo afirma: «La verdadera urgencia pastoral es permitir a estas personas que curen sus heridas, vuelvan a ser personas sanas y retomen el camino junto a toda la comunidad eclesial. La misericordia de Dios no provee una cobertura temporal de nuestro mal, al contrario, abre radicalmente la vida a la reconciliación, dándole nueva confianza y serenidad, mediante una auténtica renovación. La pastoral familiar, lejos de cerrarse en una mirada legalista, tiene la misión de recordar la gran vocación al amor a la que la persona está llamada, y de ayudarla a vivir a la altura de su dignidad».
¿Divorcio católico?
Por tanto, y aclarando una de las confusiones típicas, este Sínodo no discutirá acerca de un supuesto divorcio católico, un expediente que permitiría a una persona volverse a unir en nupcias en comunión con la Iglesia y con la novia vestida de blanco. Como explica monseñor Forte, «la medicina de la misericordia nunca busca favorecer los naufragios, sino siempre y únicamente salvar la barca en el mar en tempestad y dar a los náufragos la acogida, el cuidado y el apoyo necesarios. Si no se comprende esta intención fundamental, se interpretará de manera equivocada todo lo que diga el Sínodo sobre la situación de los separados, de los divorciados, de los divorciados vueltos a casar, de las convivencias, de las uniones de hecho, o de las uniones entre personas del mismo sexo», aclara. El debate que está sobre la mesa, pues, no es la bendición del divorcio, sino la atención que la Iglesia está llamada a brindar a los divorciados vueltos a casar, u otras personas en situaciones irregulares. Es una cuestión de atención pastoral, no de teología.
Esta relación tiene muchas manifestaciones; ahora bien, el debate se concentra en la posibilidad de que los divorciados vueltos a casar puedan acceder a la Comunión. Será sin duda uno de los debates del Sínodo. Sean cuales sean las conclusiones, no significará en ningún momento la relativización del Evangelio ni de la doctrina milenaria de la Iglesia, sobre la cual Francisco aclara que «la Eucaristía, si bien constituye la plenitud de la vida sacramental, no es un premio para los perfectos, sino un generoso remedio y un alimento para los débiles» (Evangelii gaudium, 80). Y, en esa misma Exhortación apostólica, añade: «Más que el temor a equivocarnos, espero que nos mueva el temor a encerrarnos en las estructuras que nos dan una falsa contención, en las normas que nos vuelven jueces implacables, en las costumbres donde nos sentimos tranquilos, mientras afuera hay una multitud hambrienta y Jesús nos repite sin cansarse: ¡Dadles vosotros de comer!»

domingo, 13 de julio de 2014

Ante el Sínodo de la familia Lo que es y hará; lo que no es y no hará


El Instrumento de trabajo para el Sínodo de los Obispos más esperado de las últimas décadas ya está sobre la mesa. El tema de fondo toca el motivo más profundo de felicidad y de sufrimiento para millones y millones de personas: la familia
El Papa Francisco ha generado una enorme expectación al convocar esta cumbre eclesial, lo cual no necesariamente significa que esté llegando una buena información a la opinión pública. Para muchos medios de comunicación, el asunto central de este Sínodo de Obispos será que la Iglesia debatirá sobre cambiar o no su posición sobre el divorcio.
La última etapa de preparación de la Asamblea sinodal ha comenzado con la publicación, el 26 de junio, en el Vaticano, delDocumento de trabajo (Instrumentum laboris) al que harán referencia los Padres sinodales en sus discusiones. Tenemos, por tanto, ya sobre la mesa todos los elementos para comprender qué es y qué no es, qué hará y qué no hará el Sínodo dedicado a Los desafíos pastorales sobre la familia en el contexto de la evangelización, que tendrá lugar del 5 al 19 de octubre de 2014.
Alfa y Omega aclara así dudas, rumores e interpretaciones.
Un Sínodo único y sin precedentes

Novios asisten a un curso prematrimonial
en la Parroquia del Cristo de la Victoria (Madrid)
Ante todo, hay que dejar claro que nos encontramos ante un Sínodo único en la Historia. Es único, porque no es un Sínodo Ordinario, sino una Asamblea General Extraordinaria del Sínodo de los Obispos, que tiene un origen particular y tendrá una continuidad inédita.
Ciertamente, se trata del tercer Sínodo extraordinario en la historia de los Sínodos, restablecida tras el Concilio Vaticano II, en 1965. En este período de tiempo, los Papas han convocado otros dos Sínodos extraordinarios. Pablo VI lo hizo en 1969, sobre las Conferencias Episcopales, que se habían creado en años precedentes; y Juan Pablo II, en 1985, para profundizar en las conclusiones del Concilio Vaticano II. Ahora bien, la convocatoria de esta tercera Asamblea General Extraordinaria se convierte en única por tres motivos de peso.
* En primer lugar, porque ha sido la primera vez que un Papa convoca este tipo de cumbre eclesial tan sólo ocho meses después de iniciado su pontificado. En el capítulo del Código de Derecho Canónico relativo a las Asambleas sinodales, se establece que el Sínodo de los Obispos ha de reunirse en Asamblea General Extraordinaria cuando el asunto en cuestión requiera una resolución rápida. Y el Papa considera que la respuesta de la Iglesia a la crisis de la familia no puede aplazarse. «Es evidente que la crisis social y espiritual del mundo actual afecta a la vida familiar y crea una verdadera urgencia pastoral que justifica la convocatoria de una Asamblea General Extraordinaria», asegura el cardenal Lorenzo Baldisseri, Secretario General del Sínodo de los Obispos.
* En segundo lugar, se trata de un Sínodo único porque el tema escogido, reconocido como una cuestión urgente, es central tanto para la Iglesia como para la sociedad. En los Sínodos extraordinarios precedentes, se tocaron cuestiones ligadas a circunstancias particulares e internas a la Iglesia. Aquí se convoca a los representantes eclesiales para afrontar una cuestión central para la Humanidad. Este Sínodo afronta cuestiones verdaderamente existenciales: los divorciados que viven una nueva unión, la difusión de las parejas de hecho, las uniones entre personas del mismo sexo y su eventual adopción de hijos, los matrimonios mixtos o interreligiosos, la familia monoparental, la difusión del alquiler de úteros y el debilitamiento o abandono de la fe en el sacramento del Matrimonio y en la Confesión.
* En tercer lugar, este Sínodo es único porque constituye una etapa en un gran camino de reflexión para toda la Iglesia emprendido por este Papa. La Asamblea es el resultado de la primera ronda de reuniones de Francisco con el Consejo de cardenales, conocido como el Grupo de los 8, para la reforma de la Curia romana, realizada en el Vaticano del 1 al 3 de octubre de 2013. Esta iniciativa fue lanzada por el Papa Francisco en respuesta a las peticiones presentadas por los cardenales en las Congregaciones Generales que precedieron al cónclave en el que fue elegido Papa. Y, como explicó este domingo pasado en una entrevista al diario romano Il Messaggero, «mis decisiones son el fruto de las reuniones precónclave. No he hecho nada solo».
Instrumento real y efectivo de comunión

Consistorio de cardenales sobre la familia,
el 20 de febrero de 2014
Según ha revelado a Alfa y Omega el cardenal Baldisseri, el Consejo de cardenales constató, en aquella primera reunión del G-8, «la necesidad de que el Sínodo sea un instrumento real y efectivo de comunión a través del cual se exprese y se realice la colegialidad deseada en el Concilio Vaticano II». En pocas palabras, el Sínodo tendrá más espacios de participación. De hecho, hasta el pontificado de Juan Pablo II, los Sínodos no tenían momentos de debate. Y fue Benedicto XVI quien introdujo algunas sesiones libres de intercambio, que seguramente serán alentadas ahora por el Papa Francisco. Pero, además, el Papa ha querido que la reflexión del Sínodo no acabe con esta Asamblea. Con una decisión sin precedentes, ha convocado un segundo Sínodo, esta vez de carácter ordinario, sobre la familia, para octubre de 2015.
En un Sínodo ordinario participa un mayor número de miembros: obispos de todo el mundo elegidos por las Conferencias Episcopales, así como otros representantes escogidos por el Papa o determinados por su papel en la Curia romana, y representantes de las Órdenes y congregaciones religiosas. El Sínodo extraordinario, como es el caso del encuentro de octubre de 2014, está circunscrito a los Presidentes de las Conferencias Episcopales, los jefes de las Iglesias de Oriente, los responsables de los diferentes dicasterios de la Curia romana y tres representantes de los Superiores de los religiosos del mundo. El número reducido de sus miembros se debe al carácter extraordinario de la convocatoria y al limitado tiempo de preparación.
El cardenal Baldisseri explica que el objetivo del Sínodo extraordinario consiste en «evaluar y profundizar en los datos, testimonios y sugerencias de las Iglesias particulares para responder a los nuevos desafíos de la familia». El Sínodo ordinario, previsto para 2015, con el título Jesucristo revela el misterio y la vocación de la familia, más representativo, según el purpurado italiano «reflexionará en un segundo momento -integrándose en el precedente trabajo sinodal- sobre las temáticas afrontadas para individuar líneas operativas pastorales». Por tanto, a diferencia de lo que algunos medios de información han señalado, no hay que esperar de este próximo Sínodo extraordinario decisiones inmediatamente revolucionarias. Las orientaciones o cambios pastorales llegarán más bien como culminación de todo este proceso tras la Asamblea de 2015; un proceso de participación del episcopado mundial que no tiene precedentes en la historia moderna de la Iglesia.
Ni dictadura, ni democracia

La misericordia de Dios abre radicalmente
la vida a la reconciliación
Cuando se leen las crónicas de algunos medios informativos sobre el próximo Sínodo, da la impresión de que nos encontraremos ante una reunión del Senado de la Iglesia en la que se decidirá por voto sobre cuestiones de teología y moral. Se constata también aquí un desconocimiento de la naturaleza y funcionamiento de la Iglesia. Los obispos no pueden cambiar las enseñanzas de Jesús en el Evangelio. A diferencia de los Concilios, que tienen capacidad para llegar a una definición común de dogmas y que pueden legislar, los Sínodos son sólo consultivos y tienen por misión primaria asesorar al Papa.
El Documento de trabajo que servirá para el debate en la Asamblea sinodal se ha realizado tomando en cuenta las respuestas de las diócesis del mundo a un cuestionario enviado por la Secretaría del Sínodo de los Obispos a mediados de octubre de 2013, en alemán, árabe, español, francés, inglés, italiano y portugués. El propio cardenal Baldisseri aclara que no se trataba de un sondeo, ni de un referéndum, sino de «la voluntad de conocer directamente cuál es la experiencia de las personas, no sólo individual sino también de grupo, para reunir datos estadísticos, reflexiones, elaboraciones. Nuestro cuestionario es mucho más que un estudio sociológico. Es una reflexión eclesial y espiritual», aclaraba el purpurado.
El Sínodo tiene carácter de órgano consultivo, no deliberante, salvo que el Papa le otorgue tal función y apruebe sus conclusiones. De hecho, lo que hace en realidad un Sínodo es recoger propuestas y votar su aprobación. Las propuestas, después, son recogidas por el Papa en la Exhortación apostólica postsinodal, un documento firmado por el obispo de Roma y basado en su autoridad. En pocas palabras, la autoridad de los documentos del Sínodo procede del Papa y no de la asamblea de obispos.
Etimológicamente, la palabra sínodo, derivada de los términos griegos syn (que significa juntos) y hodos (que significa camino), expresa la idea de caminar juntos. La idea de restablecer los Sínodos, como en la antigua Iglesia, había surgido ya en la fase preparatoria del Concilio Vaticano II. El cardenal Silvio Oddi, entonces nuncio apostólico en la República Árabe Unida (Egipto), hizo una propuesta, el 15 de noviembre de 1959, para establecer un órgano de gobierno central de la Iglesia o, usando sus palabras, un órgano consultivo. Decía: «Desde muchas partes del mundo, llegan quejas de que la Iglesia no tenga, aparte de las Congregaciones, un órgano permanente de consulta. Por tanto, debería establecerse una especie de Concilio en miniatura formado por personas de toda la Iglesia, que pueda reunirse periódicamente, al menos una vez al año, para tratar los problemas más importantes y sugerir nuevas posibles direcciones en la marcha de la Iglesia. Este órgano abarcaría toda la Iglesia, al igual que las Conferencias Episcopales reúnen toda o parte de la jerarquía de uno o varios países, y al igual que otros órganos, como el CELAM (el Consejo Episcopal Latinoamericano), extienden su actividad en beneficio de todo un continente».
Fue, sin embargo, el Papa Pablo VI quien dio fuerza a estas ideas. En su discurso conmemorativo con ocasión de la muerte de Juan XXIII, siendo aún arzobispo de Milán, el cardenal Montini hizo referencia a una «continua colaboración del episcopado, todavía no efectiva, que permanecería personal y unitiva, pero que tendría la responsabilidad del gobierno de la Iglesia universal». Elegido Papa, volvió al concepto de colaboración en el colegio episcopal -los obispos en unión con el sucesor de Pedro en la responsabilidad del gobierno de la Iglesia universal-. Al concluir el discurso inaugural de la última sesión del Concilio (14 de septiembre de 1965), el mismo Papa Pablo VI hizo pública su intención de instituir el Sínodo de los Obispos, que «será convocado, según las necesidades de la Iglesia, por el Romano Pontífice, para su consulta y colaboración, cuando, para el bien general de la Iglesia, le parezca a él oportuno».
Por tanto, queda claro que la Iglesia no es una dictadura, en la que el Papa decide lo que le da la gana, ni tampoco una democracia, controlada por un Senado de obispos. Tanto el Papa como los obispos están obligados a la fidelidad a las enseñanzas de Cristo en el Evangelio. Y en el caso de la familia son muy claras, como, por ejemplo, la indisolubilidad del matrimonio.
Jesús Colina. Roma

sábado, 12 de julio de 2014

Curso de agentes de agentes de pastoral familiar en El Escorial 17-20 de julio

A falta de 7 días para el inicio del curso os recordamos que no dejéis de informar a cuantos puedan estar interesados en acudir al mismo.

En ocasiones hemos sabido de que por falta de información no han acudido personas que por su trabajo pastoral o por interés personal les habría gustado poder participar en el mismo. Este encuentro de verano, curso de formación, está especialmente abierto no sólo a los Delegados de Familia  aunque es a ellos a quienes especialmente nos dirigimos como interlocutores preferentes del secretariado de la Subcomisión.

En esta ocasión, en que con motivo de los Sínodos previstos sobre la familia, abordaremos de forma particular el tema de “la Evangelización de la familia actual”, facilitaremos  el dialogo a partir de las ponencias que podéis ver en el programa adjunto así como un par de libros, que se comentarán, con las claves de trabajo del Sínodo -El “Instrumentum laboris” texto elaborado por la Secretaría General del Sínodo de los Obispos y,  de J. J. P. Soba / Stephan Kampowski, “El verdadero Evangelio de la familia” incluyendo “30 preguntas clave sobre Los Sínodos de la familia”-.

Estos libros consideramos que son de gran interés  también para los que no asistáis y estéis trabajando en las tareas de Pastoral Familiar y en general para todos los que desean estar al tanto de los trabajos y diálogos que se plantean en estos Sínodos sobre El Evangelio de la familia (incluyendo temas de tanto calado como la  Misericordia frente a la tolerancia, o los desafíos culturales en la actualidad).

Contaremos con la presencia de algunos Obispos de la Subcomisión entre los que estará el recién nombrado Presidente Mons. D. Maro Iceta, Obispo de Bilbao.

Más información en jornadas@conferenciaepiscopal.es

viernes, 11 de julio de 2014

Resumen del Instrumentum laboris


Es tiempo de curar heridas
La Iglesia se enfrenta «a problemas inéditos», pero también a «un renovado deseo de familia», que «hace entrever una nueva primavera para la familia». De esta premisa parte el Documento de trabajo para el Sínodo sobre la familia, de 77 páginas
I Parte: Comunicar el Evangelio de la familia hoy
Formación y coherencia

El Papa saluda a una familia, al tomar posesión
como obispo de Roma, en San Juan de Letrán (7-IV-2013)
Falta formación sobre la doctrina cristiana del matrimonio y la familia. No sólo entre los laicos. Muchos sacerdotes, «a veces, se sienten inadecuados y faltos de preparación para tratar problemáticas relativas a la sexualidad, la fecundidad y la procreación, de manera que, con frecuencia, se prefiere no afrontar estos temas», según muchas de las respuestas al cuestionario enviado por la Santa Sede. Algunos presbíteros «parece que sean indiferentes respecto a determinadas enseñanzas morales. Su desacuerdo con la doctrina de la Iglesia genera confusión en el pueblo de Dios. Por esto, se pide que los sacerdotes estén más preparados y sean más responsables».
Pero no basta con un conocimiento teórico de la doctrina. «Un buen número de Conferencias Episcopales observa que, si se transmite en profundidad la enseñanza de la Iglesia con su genuina belleza, humana y cristiana, ésta es aceptada con entusiasmo por gran parte de los fieles. Cuando se logra mostrar una visión global del matrimonio y la familia según la fe cristiana, se percibe su verdad, bondad y belleza. La enseñanza es mayormente aceptada donde los fieles hacen un auténtico camino de fe, y no sienten sólo una curiosidad improvisada sobre lo que piensa la Iglesia acerca de la moral sexual». Lo que a menudo falta es «una auténtica experiencia cristiana..., un encuentro personal y comunitario con Cristo, que ninguna presentación -aunque sea correcta- de una doctrina puede sustituir». Todo ello, sin menoscabo de problemas objetivos, como la influencia negativa de los medios de comunicación, la cultura hedonista, el relativismo, la secularización o el rechazo al compromiso, que requieren una reflexión a fondo. En otras latitudes, el problema son «las culturas tribales y las tradiciones ancestrales», con costumbres como la poligamia, en contraste con el matrimonio cristiano.
II Parte. La pastoral de la familia frente a los nuevos desafíos

El Papa saluda a una familia, y al recibir las ofrendas
en la Misa de Pentecostés (19-V-2013)
Entre las propuestas sobre cómo afrontar los desafíos actuales, se insiste en la necesidad de una mejor preparación al matrimonio, si bien estos programas, «a menudo, son percibidos más bien como una propuesta obligada que como una posibilidad de crecimiento a la cual adherirse libremente». Se menciona también la utilidad de «salvaguardar las diversas formas de piedad popular» en la familia. La devoción a la Virgen o a los santos demuestra ser muy beneficiosa.
De cara a «la promoción de una pastoral familiar auténtica e incisiva», el punto clave «parece ser últimamente el testimonio de la pareja» cristiana, llamada especialmente hoy a mostrar «la belleza y la alegría que da acoger el anuncio evangélico en el matrimonio y la vida familiar». Por otra parte, se palpa ciertanostalgia. Incluso en áreas geográficas con alta incidencia de fracaso matrimonial, «los jóvenes nutren una alta estima por los cónyuges que, aun después de muchos años de matrimonio, siguen viviendo una opción de vida marcada por el amor y la fidelidad».
Crisis de familia, crisis de fe
Crisis familiar y crisis de fe suelen ir de la mano. Cuando, por alguna razón, «el ideal de la familia se ve como una meta inalcanzable y frustrante, en lugar de ser considerado como una indicación de un camino posible, a través del cual aprender a vivir la propia vocación y misión..., la crisis en la pareja, en el matrimonio o en la familia se transforma con frecuencia y gradualmente en una crisis de fe. Por tanto, se plantea la pregunta sobre cómo actuar pastoralmente en estos casos» y cómo «cuidar de las parejas en dificultad y de la familia». Al mismo tiempo, «muchas respuestas observan que una crisis de fe puede ser la ocasión para constatar el fracaso, o una oportunidad para renovarse, descubriendo razones más profundas para confirmar la unión conyugal». «Para superar la crisis puede ser una ayuda el sostén de otras familias dispuestas a acompañar el difícil camino de la pareja en crisis».
El Instrumentum laboris recoge un amplio catálogo de «situaciones críticas» que amenazan a la familia: incomunicación entre los cónyuges, ausencia de figura paterna, violencia y abusos en el seno de la familia, alcoholismo, modelos culturales antifamiliares, intromisión de la tecnología en la privacidad familiar, horarios laborales extenuantes, precariedad laboral, pobreza, falta de apoyo público a la familia...
Se alude también a los «contra-testimonios en la Iglesia», que originan una «pérdida de credibilidad moral», o al problema de «la percepción del rechazo respecto a personas separadas, divorciadas o padres y madres solteros de parte de algunas comunidades parroquiales», así como el comportamiento intransigente y poco sensible de presbíteros».
La crisis del matrimonio y la familia que padece hoy el planeta ha generado numerosas «historias de gran sufrimiento», y «la verdadera urgencia pastoral es permitir a estas personas que curen sus heridas, vuelvan a ser personas sanas y retomen el camino junto a toda la comunidad eclesial. La misericordia de Dios -se matiza- no provee una cobertura temporal de nuestro mal, al contrario, abre radicalmente la vida a la reconciliación, dándole nueva confianza y serenidad, mediante una auténtica renovación». Ahora bien, «la pastoral familiar, lejos de cerrarse en una mirada legalista, tiene la misión de recordar la gran vocación al amor a la que la persona está llamada, y de ayudarla a vivir a la altura de su dignidad».
Las uniones homosexuales
«Los hombres y mujeres con tendencias homosexuales deben ser acogidos con respeto, compasión, delicadeza. Se evitará, respecto a ellos, todo signo de discriminación injusta», afirma el Instrumentum laboris, citando un documento de la Congregación para la Doctrina de la Fe. Los episcopados rechazan la represión contra los homosexuales, pero son igualmente claros en lo que respecta a la redefinición del matrimonio en algunos países para equipararlo a las uniones homosexuales.
Cuando personas en uniones homosexuales piden el Bautismo para un niño, «las respuestas, casi por unanimidad, subrayan que el pequeño debe ser acogido con la misma atención, ternura y solicitud que reciben los otros niños». Para la educación cristiana de estos niños, se sugiere recurrir a otros familiares y personas de su entorno, y se pide una especial atención a los párrocos en la elección de los padrinos de bautizo.
III Parte. La apertura a la vida y la responsabilidad educativa
La educación sexual

Presentación del Instrumentum laboris del Sínodo,
en el Vaticano, el pasado 26 de junio,
ante los medios de comunicación
«Se han planteado objeciones radicales» en las últimas décadas a la doctrina acerca de la apertura a la vida, desarrollada en la encíclica Humanae vitae, de Pablo VI, que «tuvo un significado claramente profético al subrayar la unión inquebrantable entre el amor conyugal y la transmisión de la vida». Muchos fieles no conocen o no comprenden esta doctrina ni valoran «su dimensión positiva». No hay dudas sobre el aborto, pero aspectos como «la distinción entre métodos naturales de regulación y la contracepción» no se entienden con la misma claridad. En todo caso, existe la conciencia de que la Iglesia debe afrontar un reto cultural más amplio -la propagación de la ideología de género- que está provocando «una mutación antropológica» y requiere un análisis más profundo. «Se recomienda -dice el Documento- que el Sínodo ayude a redescubrir el sentido antropológico profundo de la vida conyugal, que, más allá de todo moralismo, implica un impulso sincero a vivir la belleza exigente del amor cristiano entre el hombre y la mujer, valorizado con vistas al amor más grande, que llega hasta dar la vida por los amigos».
La transmisión de la fe
Muchos padres no se sienten hoy preparados para transmitir la fe a sus hijos, y la Iglesia debe ayudarlos. Se subraya, además, la importancia decisiva del testimonio. Donde se vive un estilo de vida cristiana, «la transmisión de la fe está asegurada», por muy desfavorable que sea el entorno cultural. ¿Pero qué hacer cuando el estilo de vida de los padres está en contradicción con las enseñanzas de la Iglesia? «Es necesaria una mayor atención pastoral» en estos casos, con una acción pastoral que «necesitaría renovación, creatividad y alegría para ser más incisiva e innovadora».
En general, se comprueba que muchas personas viven indiferentes a su situación canónica irregular. Los problemas se plantean cuando solicitan algún sacramento para sus hijos. El documento abre una reflexión sobre cómo afrontar estas situaciones, de modo que sirvan incluso para una reconciliación con la Iglesia.
Ricardo Benjumea

jueves, 10 de julio de 2014

Para el trabajo del Sínodo:


Cultivar el deseo de familia
«Está en juego la felicidad de mucha gente y la justicia entre las generaciones», escribe el obispo auxiliar de Madrid monseñor Juan Antonio Martínez Camino, ante el gran desafío de anunciar hoy el Evangelio de la familia

Testimonio en la Misa de las Familias
en la Plaza de Colón (diciembre de 2013)
El día de San Juan, se hizo público en Roma el llamado Instrumento de trabajo para el Sínodo de los Obispos convocado por el Papa Francisco para el próximo mes de octubre. Será una Asamblea General Extraordinaria, compuesta básicamente por los Presidentes de todas las Conferencias Episcopales del mundo. En 2015, en cambio, se reunirá una Asamblea General Ordinaria, compuesta por obispos enviados por las Conferencias Episcopales, elegidos específicamente para participar en el Sínodo. Ambas Asambleas tratarán del mismo tema: Los desafíos pastorales de la familia en el contexto de la evangelización. El Papa lo considera de gran importancia para la Iglesia y para el mundo de hoy. En octubre, se estudiará el estado de la cuestión, y en 2015 se determinarán las respuestas pastorales que hayan de ser presentadas al Papa, de modo que él pueda ofrecer orientaciones o decisiones para toda la Iglesia.
El Instrumento de trabajo es ya el segundo documento que se genera en el proceso de preparación del Sínodo. El primero fue el llamado Lineamenta, una especie de encuesta respondida en enero pasado por todas las Conferencias Episcopales y otras instituciones y personas. Ahora, el Instrumento de trabajo recoge, de modo ordenado, las respuestas recibidas. Este documento y la Introducción que haga el Relator General, en la inauguración de la Asamblea, constituyen el punto de partida de los debates sinodales. El Relator General será, en este caso, el cardenal arzobispo de Budapest, Peter Erdö.
Tanto los Lineamenta como el Instrumento de trabajo son, como indican sus propios nombres, documentos de carácter instrumental para ayudar a los obispos en sus deliberaciones sinodales. No son enseñanza del Magisterio; no constituyen, en sentido estricto, doctrina católica autorizada. Es importante tener esto en cuenta. No se trata de textos dotados de autoridad magisterial, como pueden ser las Cartas apostólicas, las Exhortaciones pontificias, las encíclicas o, por supuesto, las Constituciones o Declaraciones conciliares. En este sentido, tampoco son equiparables a las Cartas pastorales de un obispo o a los documentos doctrinales de una Conferencia Episcopal.
Sin embargo, el Instrumento de trabajo nos ofrece una visión muy interesante de cómo se siente hoy en toda la Iglesia la problemática de la familia. Sus setenta y siete páginas se dividen en tres grandes partes: la primera trata sobre comunicar el Evangelio de la familia hoy; la segunda, sobre la pastoral de la familia frente los nuevos desafíos; y la tercera, sobre la apertura a la vida y la responsabilidad educativa. De una primera lectura, me han quedado en la mente tres acentos que atraviesan el texto: el deseo de familia; el deseo de formación; y la necesaria valentía para una propuesta y una vida contra corriente.
Formación para encauzar el deseo de familia
Llama la atención que, en medio de las dificultades por las que hoy pasan el matrimonio y la familia, se constata, sin embargo, un gran deseo de familia, especialmente entre los jóvenes. Es natural, porque la familia no es algo accidental en la existencia humana. En ella se juega la vitalidad de la fuerza del amor capaz de sostener la vida. Sin ella, la vida estaría dominada por los intereses y por el miedo, más que por la bondad y la belleza de vivir juntos y por «la alegría que la sola presencia del otro puede suscitar», como escribe el Papa Francisco en la encíclica Lumen fidei, 51. El individualismo y el materialismo que impregnan tan ampliamente las condiciones de la vida actual, dañan al matrimonio y a la familia, pero no son capaces de erradicar su deseo de los corazones.
Los desafíos que se le plantean a la Iglesia y a la sociedad en este campo son numerosos. El documento los enumera de modo casi exhaustivo. No se dice si son más o menos que en tiempos pasados. No se trata de enjuiciar negativamente a nuestros contemporáneos. El caso es que, en el fondo, nos encontramos ante una cuestión antropológica de hondo calado. Lo dice el Instrumento de trabajo en muchos lugares. Está en cuestión la comprensión adecuada del ser humano y de su existencia. Está en juego, por tanto, la felicidad de mucha gente y la justicia entre las generaciones. De ahí que la demanda de más formación sobre lo que significa el matrimonio y la familia, sea también hoy muy generalizada:
«La catequesis sobre el matrimonio y la familia hoy no se puede limitar solamente a la preparación de la pareja para el matrimonio; es necesaria una dinámica de acompañamiento vinculado a la experiencia que, mediante testigos, muestre la belleza de lo que nos transmiten el Evangelio y los documentos del magisterio de la Iglesia sobre la familia. Mucho antes de que se presenten para el matrimonio, los jóvenes necesitan que se les ayude a conocer lo que la Iglesia enseña y por qué lo enseña» (19).
Pero la formación no es sólo necesaria para que los jóvenes puedan encauzar bien su deseo de familia. También es muy necesaria para que los sacerdotes y los demás encargados de la transmisión de la fe puedan acompañar bien a jóvenes y mayores. Se constata repetidamente en el documento un déficit en este campo, que hace que, con demasiada frecuencia, las implicaciones antropológicas del Evangelio de la familia no sean ni siquiera abordadas en las homilías o en los programas catequéticos y formativos. O bien, que sean mal enfocadas por falta de conocimientos claros acerca del significado de la sexualidad en la identidad de la persona; acerca de la verdad del amor conyugal; acerca de la naturaleza personal del ser humano y del significado personal de la convocatoria de un nuevo ser humano a la existencia. Por ejemplo, no se entiende bien lo que, en este contexto, significa natural, ni lo que aporta una visión completa de la realidad del ser humano a las relaciones familiares y sociales. Podría decirse que, según el Instrumento de trabajo, una de las claves fundamentales para responder a los desafíos actuales sobre el matrimonio y la familia se halla en la formación de los formadores y de los jóvenes. De hecho, donde la formación y la vida cristiana son buenas, el Evangelio de la familia es conocido y vivido con gozo, e incluso con entusiasmo, según dicen las respuestas.
Una misión profética
Es necesario, sin duda ninguna, entender bien la situación del hombre contemporáneo en sus diversos contextos geográficos y culturales. Lo intentarán los obispos en los próximos Sínodos sobre la familia. Con todo, la Iglesia no renunciará a su misión profética. El Instrumento de trabajo reconoce de nuevo que el magisterio de Pablo VI fue profético «al subrayar la unión inquebrantable entre el amor conyugal y la transmisión de la vida». Y reconoce también que era bien consciente de que tampoco en esto se maravilla la Iglesia de verse convertida en signo de contradicción. El Papa Francisco observa, en la misma línea del próximo Beato Pablo VI, que la Iglesia «ayuda a captar en toda su profundidad y riqueza la generación de los hijos, porque hace reconocer en ella el amor creador que nos da y nos confía el misterio de una nueva persona» (Lumen fidei, 52).
Vivir de verdad el amor no es barato; no se consigue fácilmente, sin el esfuerzo de la formación, sin los sacrificios de la fidelidad y sin el coraje de la resistencia a los tópicos. Pero la experiencia de los testigos muestra que vale la pena hacer realidad los deseos más hondos del corazón humano.
+ Juan Antonio Martínez Camino

miércoles, 9 de julio de 2014

La embarazada ¡ya es madre!



Se dice que «no es de recibo una regulación para proteger la vida del nasciturus, porque obligaría a la mujer a ser madre contra su propia voluntad».
Pero, ¿es posible que se le escape a alguien la falacia que se esconde tras la tesis de que a nadie se le puede obligar a ser madre? Obviamente, en el caso que nos ocupa, la mujer embarazada ya es madre. Ahora, de lo que se trata, es de si cabe invocar un supuesto derecho a acabar con la vida de su hijo. Dice el refrán que la realidad es muy tozuda, hasta el punto de que es imposible realizar un correcto discernimiento, sin partir de ella: ¡el niño ya está ahí! ¡La mujer ya es madre! El aborto libre no permite elegir entre ser o no ser madre, sino entre ser madre de un hijo vivo o de un hijo muerto. Y la única forma de ocultar esta realidad, es seguir la estrategia del avestruz, escondiendo la cabeza debajo de la tierra.
Por lo demás, supongo que nadie se atreverá a defender abiertamente la tesis de que la maternidad comienza en el parto, porque, entre otras cosas, tendría que vérselas con su propia madre. ¿Quién de nosotros no le ha escuchado a su madre el relato sobre cómo transcurrió su embarazo, con frecuencia, lleno de detalles emocionantes?
El problema de fondo, a mi modo de ver, estriba en que nuestra cultura ha endiosado el deseo subjetivo del individuo, hasta el punto de convertirlo en ideología. Nuestra relación con la realidad, en no pocos casos, es semejante a la manipulación del barro o de la plastilina. La realidad no es aceptada, sino que es subordinada al propio deseo: la vida en el seno materno no es considerada como vida humana hasta que no forme parte de nuestras aspiraciones. ¡Es el colmo del relativismo!
Y es que, el olvido de nuestra vocación social y comunitaria, orientada a la búsqueda del bien común, ha hecho que la ideología del deseo se convierta en el dogma supremo del postmodernismo. ¡El propio deseo es dios, por encima de toda racionalidad! Para explicar el origen de esta gran distorsión de la realidad, decía Gilles Lipovetsky, filósofo y sociólogo francés: «Con Nietzsche ha entrado en Occidente una mentalidad que desprecia la abnegación y estimula sistemáticamente los deseos inmediatos».
+ José Ignacio Munilla
obispo de San Sebastián