sábado, 30 de junio de 2012

Encuentro con las autoridades, en el Arzobispado de Milán (2 de junio)


En su encuentro con las autoridades civiles, militares y empresariales, en el arzobispado de Milán, Benedicto XVI presentó el ejemplo de san Ambrosio, y, a partir de él, habló del debido servicio del Estado a la persona y a la familia, respetando, por ejemplo, «el derecho primario de los progenitores a la libre educación y formación de los hijos»

Un momento del encuentro de Benedicto XVI
con las autoridades, en el Arzobispado de Milán
¡Ilustres señores! Os estoy sinceramente agradecido por este encuentro, que revela sus sentimientos de respeto y de estima hacia la Sede apostólica y, al mismo tiempo, me permite, en calidad de pastor de la Iglesia universal, expresaros el aprecio por la obra diligente y benemérita que no cesáis de promover por un cada vez mayor bienestar civil, social y económico de las laboriosas poblaciones milanesas y lombardas.
Gracias al cardenal Angelo Scola, que ha presentado este acto. Al dirigirle mi deferente y cordial saludo, mi pensamiento va hacia quien fue su ilustre predecesor, san Ambrosio, gobernador -consularis- de las provincias de Liguria y de la Emilia, con sede en la ciudad imperial de Milán, lugar de tránsito y de referencia -diríamos hoy- europeo. Antes de ser elegido -de forma inesperada y contra su voluntad, ya que se sentía inadecuado- obispo de Mediolanum, él había sido responsable del orden público y administrador de Justicia. Me parecen significativas las palabras con las que el prefecto Probo lo animó a ser consularis de Milán; le dijo, en efecto: «Anda y administra no como un juez, sino como un obispo». Y él fue efectivamente un gobernador equilibrado e iluminado que supo afrontar, con sabiduría, buen sentido y autoridad, las cuestiones, sabiendo superar contrastes y recomponer divisiones. Quisiera justamente detenerme brevemente sobre algunos principios que él seguía y que todavía hoy son preciosos para quienes están llamados a dirigir la cosa pública.
En su comentario al evangelio de Lucas, san Ambrosio recuerda que «la institución del poder deriva tanto de Dios, que aquel que lo ejerce es él mismo ministro de Dios» (Expositio Evangelii secundum Lucam, IV, 29). Estas palabras podrían parecer extrañas a los hombres del tercer milenio, y, sin embargo, indican claramente una verdad central sobre la persona humana que es sólido fundamento de la convivencia social: ningún poder del hombre puede considerarse divino, y por tanto ningún hombre es dueño de otro hombre. Ambrosio lo recordará valerosamente al emperador, escribiéndole: «También tú, oh augusto emperador, eres un hombre» (Epistula 51, 11).
Recta concepción de la libertad

La basílica de San Ambrosio, en Milán:
el cuadripórtico y la fachada
Hay otro elemento que podemos recabar de la enseñanza de san Ambrosio. La primera cualidad de quien gobierna es la justicia, virtud pública por excelencia, porque mira por el bien de la comunidad entera. Pero ella no basta. Ambrosio la acompaña de otra cualidad: el amor por la libertad, que él considera un elemento que diferencia a los buenos de los malos gobernantes, pues, como se lee en otra carta suya, «los buenos aman la libertad, los réprobos aman la servidumbre» (Epistula 40, 2). La libertad no es un privilegio de algunos, sino un derecho de todos, un derecho precioso que el poder civil debe garantizar. No obstante, la libertad no significa el arbitrio de uno solo, sino que más bien implica la responsabilidad de todos. Se encuentra aquí uno de los principales elementos de la laicidad del Estado: asegurar la libertad para que todos puedan proponer su visión de la vida común, siempre desde el respeto al otro y en el contexto de las leyes que miran al bien de todos.
Por otra parte, en la medida en que es superada la concepción de un Estado confesional, aparece claro, en todo caso, que las leyes deben encontrar justificación y fuerza en la ley natural, que es fundamento de un orden adecuado a la dignidad de la persona humana, superando una concepción puramente positivista, de la cual no pueden derivar indicaciones que sean, de alguna manera, de carácter ético (cfr. Discurso al Parlamento alemán, 22 septiembre 2011). El Estado está al servicio de la tutela de la persona y de su bienestar, en sus múltiples aspectos, empezando por el derecho a la vida, del que nunca puede consentirse su deliberada supresión. Cada cual puede ahora ver cómo la legislación y la obra de las instituciones estatales deben estar, en particular, al servicio de la familia, fundada en el matrimonio y abierta a la vida; y también reconocer el derecho primario de los progenitores a la libre educación y formación de los hijos, según el proyecto educativo considerado por ellos válido y pertinente. No se rinde justicia a la familia, si el Estado no sostiene la libertad de educación por el bien común de la entera sociedad.
Sin confusiones

Detalle del mosaico de san Ambrosio
En este existir del Estado para los ciudadanos, aparece preciosa una constructiva colaboración con la Iglesia, no para una confusión de las finalidades y de los roles diversos y distintos del poder civil y de la misma Iglesia, sino por la aportación que ésta ha ofrecido y todavía puede ofrecer a la sociedad con su experiencia, su doctrina, su tradición, sus instituciones y sus obras, con las cuales se coloca al servicio del pueblo. Basta pensar en la espléndida multitud de santos de la caridad, de la escuela y de la cultura, del cuidado a los enfermos y marginados, servidos y amados como se sirve y se ama al Señor. Esta tradición continúa dando sus frutos: la laboriosidad de los cristianos lombardos en tales ámbitos es muy viva y, tal vez, aún más significativa que en el pasado. Las comunidades cristianas promueven estas acciones no tanto como una labor sustitutiva, sino como gratuita sobreabundancia de la caridad de Cristo y de la experiencia totalizante de su fe.
El tiempo de crisis que estamos atravesando tiene necesidad, además, de valerosas elecciones técnico-políticas, de la gratuidad, como he tenido ocasión de recordar: «La ciudad del hombre no se promueve sólo con relaciones de derechos y deberes, sino, antes y más aún, con relaciones de gratuidad, de misericordia y de comunión» (encíclicaCaritas in veritate, 6).
Podemos recoger una última y preciosa invitación de san Ambrosio, cuya figura solemne y armonizadora está representada en el estandarte de la ciudad de Milán. A cuantos quieren colaborar en el gobierno y en la administración pública, san Ambrosio les pide que se hagan amar. En la obra De officiis, afirma: «Aquello que hace el amor, no podrá nunca hacerlo el miedo. Nada es tan útil como hacerse amar» (II, 29). Por otra parte, la razón que, a su vez, mueve y estimula vuestra activa y laboriosa presencia en los distintos ámbitos de la vida pública, no puede ser más que la voluntad de dedicarse al bien de los ciudadanos, y por lo tanto una clara expresión y un evidente signo de amor. Así, la política es profundamente ennoblecida, transformándose en una elevada forma de caridad.
¡Ilustres Señores! Acoged estas simples consideraciones mías como signo de mi profunda estima hacia las instituciones a las que servís y para vuestra propia e importante labor. Que en esta tarea os ayude la continua protección del Cielo, de la cual quiere ser signo y auspicio la Bendición apostólica que os imparto a vosotros, a vuestros colaboradores y a vuestras familias.

viernes, 29 de junio de 2012

Cómo vivir el amor y el sexo en plenitud


En los próximos días, la Conferencia Episcopal hará público el documento La verdad del amor humano. Orientaciones sobre la verdad del amor conyugal, la ideología de género y la legislación familiar, que la Comisión Permanente revisó y aprobó, la pasada semana. El texto busca aportar la luz de la verdad ante la confusión que rodea a «un asunto en el que se juega el presente y el futuro de la sociedad»
Por encargo de la Asambla Plenaria de la CEE, la Comisión Permanente introdujo, la pasada semana, las últimas correcciones y aprobó el documento La verdad del amor humano. Orientaciones sobre la verdad del amor conyugal, la ideología de género y la legislación familiar, que será publicado en los próximos días. Un texto que, tal y como confirmó monseñor Martínez Camino, obispo auxiliar de Madrid y Secretario General y Portavoz de la Conferencia Episcopal Española, en rueda de prensa, se trata de «un documento bastante extenso, que queremos publicar con todo cuidado, y que tiene una fundamentación antropológica y teológica amplia sobre qué es el ser humano, qué es el amor, y qué es ése amor específico y particular, especialmente relevante, que se da en el amor conyugal».
El documento no es ni un tratado para especialistas, ni un folleto para todos los públicos. Como confirmó monseñor Martínez Camino, en sus páginas, «a la luz del amor humano, se hace un discernimiento de las corrientes filosóficas y culturales de este momento, y en concreto sobre la llamada ideología de género, y la influencia de estas corrientes en nuestras leyes».
Desmontar críticas y clichés
A pesar de las críticas recurrentes que acusan a la Iglesia de utilizar la moral sexual para condenar a los no católicos y atemorizar a los creyentes con oscurantismos que les amargan la vida, Martínez Camino recordó que, con el Documento, «los obispos no buscan ofender, ni herir a nadie», sino «animar a los fieles, y a quienes nos quieran escuchar, a vivir en plenitud esta dimensión maravillosa y clave de la vida humana que es el amor conyugal», explicó el Secretario General de la CEE.
Otro de los tópicos que quedará desmontado en sus páginas es el de que los sacerdotes y los obispos, como célibes, no saben de amor esponsal y no tienen por qué hablar de ese tema, que pertenece a la esfera privada de cada individuo. Porque, como señaló monseñor Martínez Camino, «este tema nos afecta a todos: todos somos hijos de alguien, todos pertenecemos a una familia o tenemos problemas de familia». Además, el amor y la sexualidad son «un aspecto clave, desde el punto de vista personal y social» y un «asunto en el que se juega el presente y el futuro de la sociedad». Y puesto que «una sociedad que no cuenta con una vida familiar sana, no funciona socialmente bien» y, por tanto, «la moral familiar es una piedra angular de la moral social», no es justo, «como hace determinada cultura individualista y hedonista, reducir la moral familiar y sexual, que van unidas, a algo privado, sin dimensión social, meramente ligado a los gustos personales. Este cliché no favorece la vida de la familia y de la sociedad: Sin familia sana, no hay sociedad sana», apuntó.
De ahí que, justo a los 30 años de que Juan Pablo II publicase la exhortación Familiaris consortio, resulte tan oportuna «la proclamación de la verdad de la belleza del amor humano, y del amor conyugal», que busca el Documento de la CEE.
José A. Méndez

jueves, 28 de junio de 2012

Celebración con sacerdotes, seminaristas y consagrados, en el Duomo de Milán (2 de junio)


En la mañana del sábado, Benedicto XVI presidió, en la catedral de Milán, la celebración de la Liturgia de las Horas con sacerdotes, religiosas y religiosos, monjas de clausura y seminaristas, a los que dirigió estas palabras:

Benedicto XVI acoge un emocionado
saludo, tras el rezo de la Liturgia
de las Horas, en la catedral de Milán
¡Queridos hermanos y hermanas! Nos hemos reunido en oración, respondiendo a la invitación del Himno ambrosiano de la Hora Tercia: «Es la hora tercera, Jesús Señor sube injuriado a la cruz». Es una clara referencia a la amorosa obediencia de Jesús a la voluntad del Padre. El Misterio Pascual ha dado inicio a un tiempo nuevo: la muerte y resurrección de Cristo recrea la inocencia en la Humanidad y hace que brote la alegría. Prosigue, de hecho, el himno: «Aquí empieza el tiempo de la salvación de Cristo -Hic iam beata tempora coepere Christi gratia». Estamos reunidos en la basílica catedral, en este Duomo que es verdaderamente el corazón de Milán. Desde aquí, nuestro pensamiento se extiende a la vastísima archidiócesis ambrosiana, que durante siglos y también en los tiempos recientes ha dado a la Iglesia hombres insignes en la santidad de su vida y en su ministerio, como san Ambrosio y san Carlos, y algunos Pontífices de inusual talla, como Pío XI y el Siervo de Dios Pablo VI, y los Beatos cardenales Andrea Carlo Ferrari y Alfredo Ildefonso Schuster.
¡Estoy muy contento de detenerme un poco con vosotros! Dirijo un afectuoso saludo a todos y cada uno en particular, y quisiera hacerlo llegar de forma especial a los que están enfermos o son muy ancianos. Saludo con viva cordialidad a vuestro arzobispo, el cardenal Angelo Scola, y le agradezco sus amables palabras; saludo con afecto a vuestros pastores eméritos, los cardenales Carlo María Martini y Dionigi Tettamanzi, junto a los demás cardenales y obispos presentes.
En este momento vivimos el misterio de la Iglesia en su expresión más alta, la de la oración litúrgica. Nuestros labios, nuestros corazones y nuestras mentes, en la oración eclesial, se hacen intérpretes de la necesidad y de los anhelos de toda la Humanidad. Con las palabras del Salmo 118, hemos suplicado al Señor en nombre de todos los hombres: «Inclina mi corazón a tus preceptos... Que tu gracia venga sobre mí, Señor». La oración cotidiana de la Liturgia de las Horas constituye una labor esencial del ministerio ordenado en la Iglesia. También a través del Oficio divino, que prolonga en la jornada el misterio central de la Eucaristía, los presbíteros están unidos de modo particular al Señor Jesús, vivo y operante en el tiempo. El sacerdocio: ¡qué precioso don! ¡Vosotros, queridos seminaristas que os preparáis para recibirlo, aprended a gustarlo desde ahora y vivid con compromiso el tiempo precioso en el Seminario! El arzobispo Montini, durante las Ordenaciones de 1958, decía así, precisamente en este Duomo: «Comienza la vida sacerdotal: un poema, un drama, un misterio nuevo, fuentes de perpetua meditación, siempre objeto de descubrimiento y de maravilla; el sacerdocio es siempre novedad y belleza para quien os dedica amoroso pensamiento, es reconocimiento de la obra de Dios en nosotros» (Homilía en la Ordenación de 46 Sacerdotes, 21 de junio de 1958).
Si Cristo, para edificar su Iglesia, se confía a las manos del sacerdote, éste, a su vez, se debe confiar a Él sin reserva: el amor por el Señor Jesús es el alma y la razón del ministerio sacerdotal, como fue premisa para que Él le asignase a Pedro la misión de apacentar su propio rebaño: «Simón, ¿me amas más que estos? Apacienta mis ovejas» (Jn 21, 15). El Concilio Vaticano II recordó que Cristo «permanece siempre como principio y fuente de la unidad de los presbíteros. Para alcanzarla, éstos tendrán, por tanto, que unirse a Él en el descubrimiento de la voluntad del Padre y en el don de sí por el rebaño a ellos confiado. Así, representando al Buen Pastor, en el ejercicio mismo de la caridad pastoral encontrarán el vínculo de la perfección sacerdotal que realizará la unidad en su vida y actividad» (Decreto Presbyterorum Ordinis, 14). Precisamente sobre esta cuestión se expresó: en las diversas ocupaciones, de hora en hora, cómo encontrar la unidad de la vida, la unidad del ser sacerdote justo a partir de la fuente de la amistad profunda con Jesús, de la íntima unión con Él. No hay oposición entre el bien de la persona del sacerdote y su misión; es más, la caridad pastoral es elemento unificador de vida, que parte de una relación cada vez más íntima con Cristo en la oración, para vivir el don total de sí mismos por la grey, de modo que el pueblo de Dios crezca en la comunión con Dios y sea manifestación de la comunión de la Santísima Trinidad. En efecto, cada acción nuestra tiene como finalidad conducir a los fieles a la unión con el Señor y hacer crecer así la comunión eclesial por la salvación del mundo. Las tres cosas: unión personal con Dios, bien de la Iglesia, bien de la Humanidad en su totalidad, no son cosas distintas u opuestas, sino una sinfonía de la fe vivida.
Celibato y virgnidad

Un momento del encuentro de Benedicto XVI,
en la catedral de Milán, con sacerdotes, seminaristas
y consagrados
Signo luminoso de esta caridad pastoral y de un corazón indiviso son el celibato sacerdotal y la virginidad consagrada. Hemos cantado en el Himno de san Ambrosio: «Si en ti nace el hijo de Dios, conservarás la vida sin culpa». «Acoger a Cristo -Christum suscipere» es un motivo que torna a menudo en la predicación del santo obispo de Milán; cito un pasaje de su Comentario a san Lucas: «El que acoge a Cristo en lo íntimo de su casa es saciado de las alegrías más grandes» (Expos. Evangelii sec. Lucam, V, 16).
El Señor Jesús fue su gran atractivo, el argumento principal de su reflexión y predicación, y, sobre todo, el término de un amor vivo y confidente. Sin duda, el amor por Jesús vale para todos los cristianos, pero adquiere un significado singular para el sacerdote célibe y para quien ha respondido a la vocación a la vida consagrada: sólo y siempre en Cristo se encuentra la fuente y el modelo para renovar cotidianamente el  a la voluntad de Dios. «¿Con qué lazos es retenido Cristo?», se preguntaba san Ambrosio, que con intensidad sorprendente predicó y cultivó la virginidad en la Iglesia, promoviendo también la dignidad de la mujer. Y respondía: «No con los nudos de cuerda, sino con los vínculos del amor y con el afecto del alma» (De virginitate, 13, 77). Y, precisamente, en un célebre sermón a las vírgenes, les dijo: «Cristo es todo para nosotros: si deseas curar tus heridas, Él es médico; si estás angustiado por la sequedad de la fiebre, Él es fuente; si te encuentras oprimido por tu culpa, Él es justicia; si tienes necesidad de ayuda, Él es potencia; si tienes miedo de la muerte, Él es vida; si deseas el paraíso, Él es camino; si rehúyes las tinieblas, Él es luz; si estás buscando comida, Él es alimento» (Ibid., 16, 99).
Queridos hermanos y hermanas consagrados, os doy gracias por vuestro testimonio y os animo: mirad el futuro con confianza, contando con la fidelidad de Dios, que no os faltará nunca, y el poder de su gracia, capaz de obrar siempre nuevas maravillas, también en nosotros y con nosotros. Las antífonas de la salmodia de este sábado nos han llevado a contemplar el misterio de la Virgen María. En ella podemos, de hecho, reconocer la «clase de vida virginal y pobre que para sí escogió Cristo Nuestro Señor y abrazó su Madre, la Virgen» (Lumen gentium, 46), una vida en plena obediencia a la voluntad de Dios.
Una vez más, el Himno nos ha reclamado las palabras de Jesús en la cruz: «Desde la gloria de su patíbulo, Jesús habla a la Virgen: Mujer, aquí tienes a tu hijo; Juan, he aquí a tu madre». María, madre de Cristo, extiende y prolonga en nosotros su divina maternidad, a fin de que el ministerio de la Palabra y de los sacramentos, la vida de contemplación y la actividad apostólica, en sus múltiples formas, perseveren, sin cansancio y con valor, al servicio de Dios y de la edificación de su Iglesia.
En estos momentos, quiero dar gracias a Dios por la multitud de sacerdotes ambrosianos, de religiosos y religiosas que han gastado sus energías al servicio del Evangelio, llegando en ocasiones al supremo sacrificio de la vida. Algunos de ellos han sido propuestos para el culto y la imitación de los fieles también en tiempos recientes: los Beatos sacerdotes Luigi Talamoni, Luigi Biraghi, Luigi Monza, Carlo Gnocchi, Serafino Morazzone; los Beatos religiosos Giovanni Mazzuconi, Luigi Monti y Clemente Vismara, y las religiosas María Anna Sala y Enrichetta Alfieri. Por su común intercesión, pedimos confiados al Dador de todo don que haga siempre fecundo el ministerio de los sacerdotes, que refuerce el testimonio de las personas consagradas, para mostrar al mundo la belleza de la donación a Cristo y a la Iglesia, y que renueve las familias cristianas según el designio de Dios, para que sean lugares de gracia y de santidad, terreno fértil para las vocaciones al sacerdocio y a la vida consagrada. Amén. Gracias.

miércoles, 27 de junio de 2012

Palabras tras el concierto en honor del Santo Padre, en el Teatro alla Scala (1 de junio)


En la noche del viernes, tras escuchar la Novena Sinfonía de Beethoven, interpretada por la Orquesta y el Coro del Teatro allla Scala, bajo la dirección de Daniel Barenboim, el Papa reflexionó sobre la imagen ideal de la Humanidad que proyecta esta obra, y una vez más, recordó el terremoto que golpeó, la pasada semana, a Italia

Un momento de la intervención del Papa, en la Scala, de Milán
En este histórico lugar quisiera recordar, sobre todo, un evento: era el 11 de mayo de 1946 y Arturo Toscanini alzó la batuta para dirigir un concierto memorable en la Scala, reconstruida tras los horrores de la guerra. Cuentan que el gran maestro, apenas llegado aquí a Milán, se dirigió de inmediato a este teatro y, en el centro de la sala, comenzó a aplaudir para probar si se había mantenido intacta su proverbial acústica, y escuchando que era perfecta, exclamó: «E’ la Scala, è sempre la mia Scala!»
En estas palabras, ¡Es la Scala!, se encierra el sentido de este lugar, templo de la Ópera, punto de referencia musical y cultural no sólo para Milán y para Italia, sino para todo el mundo. Y la Scala está ligada a Milán de manera profunda; es una de sus glorias más grandes, y he querido recordar aquel mes de mayo de 1946 porque la reconstrucción de la Scala fue una señal de esperanza para la recuperación de la vida de toda la ciudad, tras la destrucción de la Guerra.
Es, por tanto, un honor para mí estar aquí con todos vosotros y haber vivido, con este espléndido concierto, un momento de elevación del alma. Agradezco al alcalde, abogado Giuliano Pisapia, al superintendente, Doctor Stéphane Lissner, también por haber organizado esta velada, pero sobre todo a la Orquesta y al Coro del Teatro de la Scala, a los cuatro solistas y al maestro Daniel Barenboim, por la intensa y cautivadora interpretación de una de las obras maestras de la historia de la música. La gestación de la Novena Sinfonía de Ludwig van Beethoven fue larga y compleja; desde los célebres primeros dieciséis compases del primer movimiento, se crea un clima de espera de algo grandioso, y la espera no defrauda.
Aun siguiendo sustancialmente las formas y el lenguaje tradicional de la sinfonía clásica, Beethoven hace percibir algo nuevo ya desde la amplitud sin precedentes de todos los movimientos de la obra, algo que se confirma con la parte final, iniciada por una terrible disonancia, de la cual se deriva el recitado de las famosas palabras: «Amigos, no estos tonos, entonemos otros más atrayentes y alegres». Son palabras que, en un cierto sentido, «dan vuelta a la página» e introducen el tema principal del Himno a la alegría.
Es una visión ideal de la Humanidad la que Beethoven diseña con su música: «La alegría activa en la fraternidad y en el amor recíproco, bajo la mirada paterna de Dios» (Luigi Della Croce). No es una alegría propiamente cristiana la que canta Beethoven; es el gozo, sin embargo, de la fraterna convivencia de los pueblos, de la victoria sobre el egoísmo, y el deseo de que el camino de la Humanidad esté marcado por el amor, casi como una invitación que dirige a todos, más allá de toda barrera y convicción.
Donación, no egoísmo
Sobre este concierto, que debía ser una alegre fiesta con ocasión de este encuentro de personas procedentes de casi todas las naciones del mundo, pesa la sombra del terremoto que ha causado gran sufrimiento a tantos habitantes de Italia. Las palabras tomadas del Himno a la alegría, de Schiller, suenan como vacías para nosotros; es más, no parecen verdaderas. No probamos en absoluto las centellas divinas del Elíseo. No estamos ebrios de fuego; más bien, paralizados por el dolor ante tanta y tan incomprensible destrucción que ha costado vidas humanas, que ha arrebatado a tantas personas su casa y cobijo. También la hipótesis de que sobre el cielo estrellado debe habitar un buen padre, nos parece discutible. El buen padre, ¿está sólo sobre el cielo estrellado? ¿Su bondad no llega aquí hasta nosotros? Nosotros buscamos un Dios que no se mantenga a distancia, sino que entre en nuestra vida y en nuestro sufrimiento.
En esta hora, las palabras de Beethoven: «Amigos, no éstos tonos...», las quisiéramos remitir precisamente a aquellas de Schiller. No estos tonos. No tenemos necesidad de un discurso irreal sobre un Dios lejano o una fraternidad que no se compromete. Nosotros buscamos al Dios cercano. Buscamos una fraternidad que, en medio de los sufrimientos, sostiene al otro y así le ayuda a seguir adelante.
Después de este concierto, muchos acudirán a la adoración eucarística, a adorar al Dios que se situó en medio de nuestro sufrimiento y continúa haciéndolo; al Dios que sufre con nosotros y por nosotros, y que así ha hecho a los hombres y mujeres capaces de compartir el sufrimiento del otro y de transformarlo en amor. Precisamente a esto nos sentimos llamados con este concierto.
Gracias, una vez más, a la Orquesta y al Coro del Teatro de la Scala, a los solistas y a cuantos han hecho posible esta velada. Gracias también al Maestro Daniel Barenboim, porque con la elección de la Novena Sinfonía de Beethoven nos permite lanzar con la música un mensaje que afirme el valor fundamental de la solidaridad, de la fraternidad y de la paz. Y me parece que este mensaje es precioso también para la familia, porque es en la familia donde se experimenta, por primera vez, que la persona humana no ha sido creada para vivir encerrada en sí misma, sino en relación con los demás; es en la familia donde se comprende que la autorrealización no consiste en ponerse en el centro de todo, guiados por el egoísmo, sino en el donarse; es en la familia donde se empieza a encender en el corazón la luz de la paz para iluminar nuestro mundo. Y gracias a todos vosotros por el momento que hemos vivido juntos. ¡Gracias de corazón!

martes, 26 de junio de 2012

Discursos del Papa en el EMF Milán 2012: Discurso de bienvenida


Poco después de su llegada a Milán, en la tarde del viernes, Benedicto XVI dirigió unas palabras de saludo a la ciudad, en las que evocó su rica historia y tradición católicas, para interés de nuestros lectores publicaremos en días sucesivos las palabras del Santo Padre en el EMF con el fin de que puedan disfrutar de sus palabras en este tiempo estival.

El Duomo de Milán, testigo del VII Encuentro Mundial
de las Familias
Señor alcalde, distinguidas autoridades, venerados hermanos en el episcopado y en el sacerdocio, ¡queridos hermanos y hermanas de la archidiócesis de Milán!
Saludo cordialmente a todos los aquí reunidos tan numerosamente, así como a cuantos siguen este acontecimiento a través de la radio o de la televisión. ¡Gracias por su calurosa acogida! Agradezco al señor alcalde las corteses palabras de bienvenida que me ha dirigido en nombre de la comunidad cívica. Saludo con deferencia al representante del Gobierno, al Presidente de la Región, al Presidente de la Provincia, así como a los demás representantes de las instituciones civiles y militares, y expreso mi aprecio por la colaboración brindada para la realización de los diversos momentos de esta visita.
Soy muy feliz de estar hoy entre vosotros, y doy gracias a Dios, que me ofrece la oportunidad de visitar su ilustre ciudad. Mi primer encuentro con los milaneses se realiza en esta Plaza de la catedral, corazón de Milán, donde surge el imponente monumento símbolo de la ciudad. Con su selva de agujas, invita a mirar hacia lo alto, a Dios. Justamente, tal impulso hacia el cielo caracterizó siempre a Milán, y le ha permitido, a lo largo de los tiempos, responder fructuosamente a su vocación: ser un cruce de caminos -Mediolanum- de pueblos y de culturas. La ciudad ha sabido de esta forma conjugar sabiamente el orgullo por la propia identidad con la capacidad de acoger toda contribución positiva que le ha sido ofrecida en el transcurso de la Historia. También hoy, Milán está llamada a redescubrir este su papel positivo de mensajera de desarrollo y de paz para toda Italia.
Dirijo mi agradecimiento cordial al pastor de esta archidiócesis, el cardenal Angelo Scola, por el recibimiento y las palabras que me ha dirigido en nombre de toda la comunidad diocesana; con él, saludo a los obispos auxiliares y a quienes lo han precedido en esta gloriosa y antigua cátedra, el cardenal Dionigi Tettamanzi y el cardenal Carlo María Martini.
Dirijo un saludo particular a los representantes de las familias, provenientes de todo el mundo, que participan en el VII Encuentro Mundial. Dirijo un afectuoso pensamiento a cuantos tienen necesidad de ayuda y de consuelo, y se encuentran afligidos por varias preocupaciones: a las personas solas o en dificultad, a los desocupados, a los enfermos, a los encarcelados, a cuantos están privados de una casa, o de lo indispensable para vivir una vida digna. Que no falte a ninguno de estos nuestros hermanos y hermanas el interés solidario y constante de todos. Con este motivo, me complazco de todo cuanto la diócesis de Milán ha hecho y continúa haciendo para ir concretamente en ayuda de las necesidades de las familias más golpeadas por la crisis económico-financiera, y por haberse puesto de inmediato en acción, junto a toda la Iglesia y la sociedad civil en Italia, para socorrer a las poblaciones víctimas del terremoto de Emilia Romagna, que están en nuestros corazones y en nuestra oración, y por las cuales invito, una vez más, a una generosa solidaridad.
Grandes santos y pastores
El VII Encuentro Mundial de las Familias me ofrece la grata ocasión de visitar su ciudad y de renovar los lazos estrechos y constantes que unen la comunidad ambrosiana a la Iglesia de Roma y al sucesor de Pedro. Como es sabido, san Ambrosio provenía de una familia romana y mantuvo siempre viva su unión con la Ciudad Eterna y con la Iglesia de Roma, manifestando y elogiando el primado del obispo que la preside. En Pedro -afirma-, «está el fundamento de la Iglesia y el magisterio de la disciplina» (De virginitate, 16, 105); y también la conocida declaración: «Donde está Pedro, allí está la Iglesia» (Explanatio Psalmi 40, 30, 5). La sabiduría pastoral y el magisterio de Ambrosio sobre la ortodoxia de la fe y sobre la vida cristiana dejarán una huella indeleble en la Iglesia universal y, en particular, marcarán a la Iglesia de Milán, que jamás ha dejado de cultivar la memoria y de conservar su espíritu.
La Iglesia ambrosiana, custodiando las prerrogativas de su rito y las expresiones propias de la única fe, está llamada a vivir en plenitud la catolicidad de la Iglesia una, a testimoniarla y a contribuir a enriquecerla. El profundo sentido eclesial y el sincero afecto de comunión con el sucesor de Pedro forman parte de la riqueza y de la identidad de su Iglesia, a lo largo de todo su camino, y se manifiestan, de modo luminoso, en las figuras de los grandes pastores que la han guiado. En primer lugar, san Carlos Borromeo: hijo de su tierra. Él fue, como decía el Siervo de Dios Pablo VI, «un forjador de la conciencia y de la costumbre del pueblo» (Discorso ai milanesi, 18 marzo 1968); y lo fue, sobre todo, con la aplicación amplia, tenaz y rigurosa de las reformas tridentinas, con la creación de instituciones renovadoras, comenzando por los seminarios, y con su ilimitada caridad pastoral radicada en una profunda unión con Dios, acompañada de una ejemplar austeridad de vida.
Junto con los santos Ambrosio y Carlos, deseo recordar a otros excelentes pastores más cercanos a nosotros, que han embellecido, con la santidad y la doctrina, la Iglesia de Milán: el Beato cardenal Andrea Carlo Ferrari, apóstol de la catequesis y de los oradores y promotor de la renovación social en sentido cristiano; el Beato Alfredo Ildefonso Schuster, el cardenal de la oración, pastor incansable, hasta la consumación total de sí mismo por sus fieles. Además, deseo recordar a dos arzobispos de Milán que se convirtieron en Pontífices: Aquiles Ratti, Papa Pío XI; a su determinación se debe la positiva conclusión de la Questione Romana y la constitución del Estado de la Ciudad del Vaticano; y el Siervo de Dios Juan bautista Montini, Pablo VI, bueno y sabio, que, con mano experta, supo guiar y llevar a un feliz resultado el Concilio Vaticano II.
En la Iglesia ambrosiana maduraron además algunos frutos espirituales particularmente significativos para nuestro tiempo. Entre todos, quiero hoy recordar, precisamente pensando en las familias, a santa Gianna Beretta Molla, esposa y madre, mujer comprometida en el ámbito eclesial y civil, que hizo resplandecer la belleza y la alegría de la fe, de la esperanza y de la caridad.
Luminosa tradición

Un bello momento de la gran Fiesta de la familia
en el Parque de Bresso, de Milán
Queridos amigos, vuestra historia es riquísima de cultura y de fe. Tal riqueza ha vivificado el arte, la música, la literatura, la cultura, la industria, la política, el deporte, las iniciativas de solidaridad de Milán y de toda la archidiócesis. Os toca ahora a vosotros, herederos de un glorioso pasado y de un patrimonio espiritual de inestimable valor, comprometeros para transmitir a las futuras generaciones la llama de una tan luminosa tradición. Vosotros bien sabéis cuán urgente es introducir en el actual contexto cultural la levadura evangélica. La fe en Jesucristo, muerto y resucitado por nosotros, vivo en medio de nosotros, debe animar todo el tejido de la vida, personal y comunitaria, pública y privada, privada y pública, de modo que pueda proporcionar un estable y auténtico bienestar, a partir de la familia, a la que hay que redescubrir como patrimonio principal de la Humanidad, coeficiente y signo de una verdadera y estable cultura a favor del hombre.
La singular identidad de Milán no debe aislarla ni separarla encerrándola en sí misma. Al contrario, conservando la savia de sus raíces y los rasgos característicos de su historia, está llamada a mirar al futuro con esperanza, cultivando un vínculo íntimo y propulsor con la vida de toda Italia y de Europa. En la clara distinción de los papeles y de las finalidades, la Milán positivamente laica y la Milán de la fe están llamadas a concurrir al bien común.
Queridos hermanos y hermanas, ¡gracias, de nuevo, por vuestra acogida! Os confío a la protección de la Virgen María, que desde la más alta aguja de la catedral vela maternalmente, día y noche, sobre esta ciudad. A todos vosotros, que estrecho en un gran abrazo, imparto mi afectuosa Bendición.

lunes, 25 de junio de 2012

Inaugurada la tienda on line de Cáritas Madrid



Desde el sábado 23 de junio, está disponible la Tienda online de Cáritas Madrid, en la página webwww.caritasmadrid.org. Se podrán adquirir por Internet los artículos realizados por talleres de personas en riesgo de exclusión social de la institución

El Museo del Traje, de Madrid, acogió la presentación de la tienda, en un acto presentado por la periodista Isabel Durán, siendo  los artículos realizados artesanalmente en los distintos proyectos, por personas que se encuentran en condiciones de riesgo de exclusión por factores como su baja formación, edad, escasa cualificación laboral..., y a los que Cáritas Madrid acompaña, orienta y apoya en sus procesos de recuperación personal.
En este evento, organizado por el Servicio de Empleo de Cáritas Madrid, con el fin de aprovechar las tecnologías existentes y al alcance de todos para abrir un nuevo escaparate y llevar los productos hasta su propia casa, serán protagonistas niños con traje de primera comunión o ropa infantil, gente joven con artículos de moda y complementos y adultos involucrados en diferentes proyectos de la institución.
Durante meses, Cáritas ha trabajado en el diseño de esta web, hasta elaborar una herramienta ágil, atractiva y fácil de usar, consiguiendo una página de diseño atrayente, sin olvidar el claro objetivo que guía a la institución, que no es otro que el de promover la integración social y laboral de personas por medio de la formación y el empleo.
La Tienda de Cáritas Madrid online, es la sucursal de la ya conocida tienda de Cáritas que tiene abiertas sus puertas en la calle Orense, 32 de Madrid.

domingo, 24 de junio de 2012

Cómo recomendar libros cristianos a no creyentes: 5 consejos de una ex-atea

¿Tiene sentido regalar libros cristianos a amigos o parientes que ni siquiera se hacen las preguntas existenciales básicas? ¿Es mejor regalarlos o recomendar que los consigan en la biblioteca? ¿Cualquier momento es bueno para entregar un buen libro? Jennifer Fulwiler, que entró en la Iglesia en 2007 después de 2 años de lecturas intensas, tiene su opinión.

Jennifer Fulwiler era una joven atea norteamericana, bloguera y apasionada de Internet, que decidió dedicar un tiempo a explorar la fe cristiana. Lo que inició todo el proceso fue comprobar que su marido era, sorprendentemente, inteligente y creyente en Dios (aunque bastante anticatólico en esa época). Jennifer abrió un blog en 2005 para debatir temas de fe y también temas ligados al aborto, el derecho a la vida y la familia, que le interpelaban. Al final, en 2007, con 33 años, ambos esposos aceptaron la fe católica. Hoy tienen cinco hijos. Explica su historia de conversión en su web ConversionDiary.

El camino de Jennifer fue, sobre todo, intelectual. Además de Internet,ella misma explica qué libros le ayudaron a aceptar que la fe era razonable y, más aún, que era verdadera.

The case for Christ, del ex-ateo Lee Strobel fue el libro que desde julio de 2005 le hizo centrarse en un tema: Cristo y los cristianos, frente a otras posibilidades religiosas. A continuación leyó "Mero Cristianismo" (cuya influencia en el siglo XX y XXI analizamos aquí). Centrándose en el catolicismo, leyó "By what authority?", del ex-protestante y divulgador Mark Shea. Amplió información en "Catholicism for Dummies" (en el popular formato de "libros explicados para que cualquiera lo entienda"). Después abordó el material oficial: ¡el Catecismo de la Iglesia Católica! Lo combinaba con "Making senses out of Scripture", un libro de Mark Shea sobre cómo entender la Biblia. A continuación: ¡sexo católico! Más en concreto, el libro de Christopher West que explica la teología del cuerpo de Juan Pablo II y sus bases bíblicas y antropológicas de forma amena y apasionada: "The good news about sex and marriage". Y ya creyendo en Dios, "El Hombre Eterno", de G.K. Chesterton le hizo gritar: "sí, exacto".

Edith Stein o Ignacio de Loyola
Que los libros son útiles para encauzar una conversión no es cosa que se dude. La filósofa agnóstica Edith Stein cambió cuando leyó un libro de Santa Teresa de Ávila en casa de unos amigos: llegaría a ser Santa Teresa Benedicta de la Cruz. El mismo San Ignacio convalecía de una herida de guerra cuando leyó, al principio con desgana, la Vida de San Onofre, en unas vidas de santos que le dejaban sus cuidadoras diciéndole que "no hay nada más para leer, no tenemos novelas de caballerías". Así surgirían los jesuitas. Los casos de libros influyentes en la fe son incontables.

Mucha gente escribe a Jennifer preguntando qué libros deberían comprar para regalar a sus seres queridos que no han tenido la experiencia de tratar con Cristo.

Pero Jennifer plantea que deberíamos plantearnos más bien cómo hacer llegar libros a esas personas. Y con realismo señala un primer punto: igual que no aceptas consejos ni libros sobre dietas si antes no te has empezado a cuestionar tu dieta o tu peso, hay que tener una mínima inquietud, una apertura al tema, para recibir información sobre Dios y Cristo...

Por eso, Jennifer da 5 cinco consejos:

1) Conoce bien el itinerario espiritual de la persona. 

A menudo, es más útil para el evangelizador simplemente hacer preguntas y escuchar a la persona, que darle respuestas que aún no puede apreciar. "Si te dicen algo con lo que no estás de acuerdo, en vez de decirle que se equivoca, pregúntales cómo llegaron a esa conclusión. Cuanto mejor entiendas cómo tus seres queridos han llegado a su creencia actual, mejor equipado estás para saber qué libros les serán de ayuda".

2) Encuentra autores que utilicen su lenguaje 

Un ateo bohemio y pintor es distinto a un ateo biólogo molecular. El temperamento de las personas es muy distinto y requiere libros distintos, testimonios o argumentos o autores diversos. Lo que mejor es que el libro utilice un lenguaje similar al que la persona suele utilizar.

3) No le compres el libro: anímale a conseguirlo

"Todos tenemos vidas muy ajetreadas y los libros regalados, especialmente cuando quien los da está ansioso por hacértelo leer, nos hacen sentir como si nos hubieran endosado otra tarea más por hacer. Además, una regla de marketing bien conocida es que la gente aprecia más aquello que le ha costado algo. Así que recomiendo animar a tus amigos o parientes a conseguir ellos mismos el libro, comprándolo o pidiéndolo en la librería. Quizá, en el proceso, se anima a adquirir más". Eso no significa que nunca haya que prestar libros, pero no es lo ideal.

4) Espera hasta que llegue el momento de hacer llegar el libro

No suele ser buena idea, en el calor de un debate, entregar un libro gritando: "mira, lee esto y verás lo equivocado que estás". No hay que entregar libros movidos por la impaciencia, el orgullo del tertuliano u otros motivos inadecuados. La paciencia y la suave sugerencia del Espíritu Santo son guías más adecuadas. ¡Hay que saber esperar!

5) Sobre todo, reza

Al fin y al cabo, la conversión siempre es una obra del Espíritu Santo por caminos que Él conoce. "No importa cómo compartamos nuestra fe -recomendando libros, contando nuestro testimonio o siendo imagen de Cristo en nuestra vida diaria- siempre deberíamos empezar y acabar con una oración".
Pablo Gines
REL

sábado, 23 de junio de 2012

Elation Ministries, estrellas jóvenes en el Congreso Eucarístico de Dublín

El ministerio de llevar a los jóvenes a un encuentro con Cristo a través de la música ha sido parte integrante del programa joven del 50º Congreso Eucarístico Internacional, que ha finalizado este domingo en Dublín.


La misión de Elation Ministries es proclamar el Evangelio a la gente joven a través de la música y el canto. El grupo ha proporcionado servicios de culto para los jóvenes que participaron en este Congreso, siendo uno de los principales eventos una vigilia de reconciliación el jueves, donde el programa incluía música, testimonios, adoración eucarística y la oportunidad de recibir el sacramento de la reconciliación.

Paul Keogh, principal cantante de Elation Ministries, habló con Zenit sobre este ministerio, su propio viaje hacia Cristo y el papel de la música en la proclamación del Evangelio a la juventud.

¿Cuáles son los orígenes de Elation Ministries?

Empezó hace unos años con algunos amigos que tuvieron una fuerte experiencia de peregrinación; al volver, formaron parte de un grupo de oración, y el grupo mismo tenía un vibrante grupo de música. Este equipo acostumbraba a tocar en los diferentes retiros y conferencias del país. Después, quienes estaban implicados en el grupo de música se hicieron mayores, se casaron y se trasladaron. A dos o tres personas del grupo inicial, que eran buenos amigos, se les pidió tocar en estos retiros y conferencias. Después creció hasta el actual equipo, que cuenta con unas treinta personas.

Supongo incluso que el nombre mismo sugiere de qué se trata: es Elation Ministries, que es "ministerios" -para servir- y "elation" -con alegría-. Siempre conserva este carisma de amistad, y unidad, y oración en el Señor. Son muchas las personas que han experimentado el poder transformante de Cristo en sus vidas, y sienten este deseo, esta llamada al ministerio hacia los otros. Se desarrolló y evolucionó desde el punto de vista de que no es sólo ministerio de la música, sino que proporcionamos muchos retiros en diócesis y parroquias de todo el país, junto a un taller de vibrante música.

¿Cuál es la historia de tu propio viaje personal hasta implicarte en este ministerio?
Yo querría haber crecido en una familia muy católica, una bella familia, con una buena educación. Querría haber sabido de Dios, de Jesús, y el catecismo normal. Nunca experimenté al Señor de joven. Las experiencias en la vida nos suscitan interrogantes, y por qué estamos aquí, y de qué se trata. Tuve una buena relación con un primo mío, y a los trece años, cuando tenía mi misma edad, murió de repente y trágicamente. Esto me obligó a hacerme preguntas muy joven. Naturalmente, siendo adolescente como era, iba a jugar al fútbol, trataba de estar al día, de ser un chico divertido, pero al mismo tiempo estaba enmascarando este completo vacío. Estaba muy perdido, y buscando mucho.

Por pura casualidad oí a este chico hablar de su experiencia de peregrinación. No era lo que decía sino el modo en que lo decía; no era el lugar al que fue sino el modo en que describió la "peregrinación" y la gente con la que fue. Yo dije: "Quiero esto, sea lo que sea". Ahora yo sé que es el Espíritu Santo, definitivamente. Yo estaba en ascuas por Dios. Desde esta invitación a "venir y ver" fui a la peregrinación y fue donde empezó el ministerio de la música.

Realmente experimenté, entonces, el amor de Dios presente y activo en la vida a través de la Iglesia, a través del pueblo de Dios. Desarrollé un reconocimiento real de la presencia de Cristo en la Eucaristía de un modo muy profundo. Cuando regresé, no fue un lecho de rosas; experimenté una horrible cantidad de duelo y tragedia en nuestra familia. Dos años después de volver de la peregrinación, mi padre falleció de repente; tenía sólo 19 años, y él 49. Pero esta experiencia inicial de Dios en los sacramentos en mis años de adolescencia, encontrando a otras personas, me dirigió en mi camino. Y esto me llevó a implicarme en este ministerio.

Cuando volví de la peregrinación yo no sabía tocar ni cantar. Nunca había estado implicado en un grupo como este. Cuando fui a mi primer retiro, y oí la música, pensé: "Dios, he recibido tanto de Tí, que así es como deseo responder a lo que me ha sucedido".

¿Puedes hablar sobre el papel de esta música en la evangelización, especialmente en la evangelización de la juventud?
Pienso que cualquiera puede estar de acuerdo en que esta música tiene el poder da transportarnos; oyes una canción, y piensas en un tiempo de tu vida, ya fuese bueno, malo o indiferente. La música y las canciones pueden hacer esta conexión.

La música, en el contexto de música de culto, tiene la capacidad para trascenderlo todo. Tiene la capacidad de transportarnos, o ayudarnos a comprometernos y a estar presentes en el momento presente, y en el momento presente, realmente, podemos encontrarnos con Dios.

Lo que me gusta del ministerio musical no es el ministerio en sí mismo: es a dónde te conduce. El momento más fuerte que tuve en el ministerio fue hace siete u ocho años. Toqué en esa brillante sesión durante una hora, y al final, hubo un silencio sagrado. ¿Sabes?Cuando llegas a ese momento, realmente conoces a Dios y sientes la presencia de Dios allí: es lo que sucedió. A esta conciencia es adonde conduce el ministerio de la música.

Respecto a los jóvenes: aman la música. A mí siempre me gustó la música. Pienso que la música tiene un modo de hacernos conectar. Abate barreras. Oí una bella expresión, especialmente respecto a la oración y la música de culto: nos ayuda más rápido a entrar en la presencia de Dios, pienso que más que otras formas. Es como otro medio en el camino de la apertura a Dios.

Has ha actuado en el Congreso Eucarístico esta semana, por ejemplo la otra noche en la vigilia de reconciliación que hubo en el Espacio Joven. ¿Cómo piensas que ha sido recibido este Congreso por los jóvenes que participan?
Pienso que su percepción de lo que es la Iglesia, o cómo se puede expresar la fe, ha cambiado mucho. Y pienso que hay incluso una inclinación de decir: "¿Sabes? No es tan malo! ¡Es completamente guay!", y: "Si esto es algo guay, ¿que está pasando ahora aquí?". Y pienso que [la vigilia de la reconciliación de la otra noche] fue la culminación en este sentido. Están preguntándose sobre esta alegría, y se dan cuenta de que esta gente tiene una relación con Alguien; si quiero tener una relación con alguien tengo que ir y hablar con él, y ¿en qué modo más eficaz que en el sacramento de la Eucaristía y la Reconciliación? Tener la combinación de ambos la otra noche fue darles instrumentos para la vida, con dos de los más eficaces sacramentos que tenemos. Pienso que fue bello lo de la otra noche, el estilo de servicio, y pienso que ellos se dieron cuenta de que todo empezó a cobrar sentido, que todo aquello estaba apuntando a Jesús. No eran la música, las luces, las pantallas. Era el Santísimo Sacramento. Era encontrar a Jesús allí. Pienso que por eso fue una noche llena de fuerza.

Este Congreso Eucarístico ha sido un tiempo para aprender y reflexionar sobre la Eucaristía. ¿Qué es la Eucaristía para ti, en tu vida?
La Eucaristía es la fuente y la cumbre de nuestra fe. Para mí, es la culminación de todo. Incluso nuestro tema en el Congreso, Comunión con Cristo y con los otros. ¡Qué tema tan potente!

Para mí, la Eucaristía es la idea total de reunirme con mis hermanos y hermanas y el Señor, y partir el pan, no sólo en el altar sino en el sentido de incluso partir el pan de la mesa después. Encuentras a Cristo en ello también. Eso también es Eucaristía.

Nuestra celebración de la Eucaristía tiene todo, y la responsabilidad de la misión viene con ello. Incluso si volviéramos a lo de la otra noche, encontrar al Resucitado en la Eucaristía, esto es lo que se nos pide que hagamos. Esto es lo que la Eucaristía es para mí. Es un encuentro con Cristo, y siempre me llama a una misión: ¿cómo voy a responder a este don? ¿Cómo voy a aumentar mi comunión con Cristo y con los otros?